Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Top 5 de fauna en transportes públicos

Una de las cosas más gratificante que me ha dado el pegarme cerca de cuatro horas diarias metido en trenes, metros, buses y demás medio de transporte en los que no es necesario tener carnet o entender cómo funciona el freno, es que compartes espacio con uno de los entretenimientos más gratuitos, directos, deleznables y divertidos que existen en este chiste al que llamamos vida: las personas.

Sí, esos seres que en forma y antepasados simiescos se podría decir que tenemos cierto parentesco, pero que a la hora de comportarse dentro de una lata gigante con ruedas que si se chocase con una pared podría matarte, tienden a ser un chiste andante sin vergüenza ni ganas de buscar en el diccionario la definición de la misma.

Así que, emulando videos de Youtube que últimamente veo en el trabajo por falta de tareas que realizar, haré una lista de las 5 situaciones más demenciales, preocupantes, variopintas y totalmente perturbadoras (y que no consigo olvidar) que he vivido nunca.

Y si tú eres esa persona de la que hablo… pues te jodes, amigo.

_ Los que creen que el tren es su gimnasio particular

Este pequeño grupo, pero de enorme tamaño, tienen la extraña costumbre de usar las barras del techo, los asientos, los bordillos e, incluso y para mi asombro, a sus compañeros, como máquinas de esas llenas de cables y tornillos y pesos que harían las delicias de cualquier protagonista de la saga Hellraiser.

Lo peor de todo, o lo mejor según se mire o las ganas que tengas de reírte esa mañana, es que creen que los demás les observamos con lujuria o envidia de sus musculados brazos cubiertos de venas del tamaño del tobillo de un recién nacido, y se las dan de modelos profesionales mientras notas como las miradas de reojo de los demás caen sobre ellos como una lluvia dorada.

Aunque siempre hay una solución a esta situación y que, por suerte, viví hace poco: un chico con Síndrome de Down, que iba a lo suyo mirando cosas en el móvil, no pudo evitar reírse a carcajadas ante la demostración de fuerza bruta de uno de estos culturistas de Hacendado.

Pd: la risa de la gente con Síndrome de Down es muy contagiosa. 

_ Los que creen que su mesa del comedor es cualquier lugar del mundo

Estos, por mi bienestar digestivo, voy a comentarlos poco, dando solamente un ejemplo que viví hace no mucho.

Y es que es difícil de olvidar tener justo en frente a alguien que de una mochila saca una madera, un cuchillo y un trozo de algún chorizo artesanal del pueblo de su madre, y se lie a cortar pedazos el grosor de un dedo corazón medio.

Todo esto mientras el tren gira, frena, acelera, y ves como el cuchillo baila a tu alrededor como si el puto Damocles se hubiese unido a una fiesta de inauguración de una clínica de Parkinson.

Temí por mi vida, lo juro.

_ Las señoras con perritos monos que no dejan de ladrar.

Este apartado puede también ser el de las Madres con Bebés, porque para el caso es lo mismo: no dejar pensar a nadie mientras la dueña/madre parece tener una sordera congénita que le impide entender que ese pequeño monstruo está dando por culo hasta el límite de plantearnos lanzarlos a los dos por la ventana.

Lo peor es que, encima, suelen actuar como si fuéramos los demás los que no tenemos educación y ellas, pobres, fueran las pobres sufridoras que han tenido el detalle de hacernos partícipes de la pesadilla en la que se ha vuelto su día a día.

Prisión permanente revisable para esta gente. Dejad a los violadores en paz.

Los que creen que ducharse por la noche es mejor idea que por la mañana

O dicho de otra manera: esas personas que creen que mientras uno duerme no suda/se pea/acumula mierda en los sobacos.

Estos excrementos humanos, y que suelen tener su nivel de mugre más elevado en los autobuses sin asientos libres, no solamente tienen la imagen de un obeso mórbido que no recuerda la última vez que miro cara a cara a su prepucio, sino que hay una nueva modalidad de personas que se suben a la moda de compartir olor corporal con los cadáveres violados en las cárceles de Uganda: los flacos con pinta de yonquis y que, para hacer un triple mortal, mezclan el olor corporal fecal al del tabaco negro y el café quemado.

Es como si se empeñaran en darle vida a una fórmula que dijera que por menos masa corporal, más olores intensos y vomitivamente clasificables.

En esos casos envidio a los USA y su ley de poder llevar armas de fuego por la calle.

Los que se duermen y se despiertan justo en su parada

Esta subespecie no es que moleste, ni mucho menos.

A decir verdad se les podría reemplazar por una papelera y la molestia sería la misma, pero hay algo que me da mucho yuyu de ellos y que me hace hervir la sangre cada vez que tengo uno cerca: ¿son robots?, ¿tienen un reloj interno metido, yo que sé, en el culo y que les vibra cuando están a punto de llegar su parada?

¿Son conscientes de lo jodidamente terrorífico que es ver como alguien a quien dabas por muerto, de golpe, abre los ojos, coja sus cosas y se baje del tren?

Es que cada vez que lo hacen me dan ganas de sacar un bate y reventarles el cráneo con la esperanza de descubrir, para mi seguridad, que dentro no tienen más que cables o bujías.

Si eso es evolución humana, por favor, que venga la tercera guerra mundial ya.

Y hasta aquí mis quejas del primer mundo que hacen que, en mi opinión, algo tan relajante y tranquilo como viajar del punto A al B en transporte público se vuelva una odisea digna del Dante más drogado y enfermo.

¿Se os ocurren más?, por favor… hablemos…