Tamino: Melancholy and The Infinite Beauty

Con una sala prácticamente llena hasta la bandera y un público al que podría catalogarse de bastante random, poco habituales a los conciertos en sala y muchos de ellos extranjeros, el belga de ascendencia egipcia, Tamino, sale a escena arropado por una banda al completo y su preciado oud árabe colgando del cuello.

Su sonido se caracteriza por traer influencias de sus raíces egipcias al rock de calado melancólico y por su preciosa, intensa, profunda y celestial voz de tres octavas. Una combinación que, si en estudio suena estremecedora, en directo la emoción se multiplica con creces.

La sonoridad del chelo inunda la sala y los primeros arpegios de My Heroine comienzan a brotar del instrumento de Tamino. La magia de su música, la intensidad de la relajación y su enigmática y misteriosa voz, nos hipnotizan a todos cayendo rendidos a sus pies como si de los cantos de sirena se tratara. El tiempo se congela y Tamino va alternando su oud, con la guitarra eléctrica y la guitarra acústica, según la canción necesita, de la misma manera que alterna los momentos más íntimos y personales, con los más intensos y colectivos junto a la banda. Un equilibrio que decanta la balanza hacia la emoción más pura y narcótica.

La exigencia de su directo, se traspasara claramente a un oyente al que se le demanda el mismo nivel de exigencia y concentración, algo que en ocasiones se convertía en tarea imposible debido a la conversaciones a todo volumen de algunos de los asistentes. En un concierto de estas características, el silencio del público se convierte en el bien más preciado y resulta  imprescindible para disfrutar la experiencia en toda su magnitud.

La luces y sombras que circulan en sus canciones se hacían palpables en el directo gracias a un juego de luces maravilloso y unas entradas y salidas de la banda sobre las canciones, adaptando algunos de los temas al formato banda lo justo y necesario, apabullantes y colosales. Sin duda alguna, sus temas más celebrados fueron los de su disco debut, interpretando Persephone, Indigo Night y la final Habibi, en la que el chelo nos deleitó con una introducción al tema, estremecedora. Su último disco, Every Dawn ‘s a Mountain, quedó plasmado prácticamente en su totalidad en un setlist que también incluyó alguna canción de su segundo disco.

Escuchando a Tamino, por mi cabeza aparecen influencias tan evidentes como la de Jeff Buckley, Nick Cave o Leonard Cohen, y otras menos evidentes como las de Perry Blake, James Blake, Anohni, Sinead O’Connor o Matt Bellamy. Un cruce de referencias que en ningún momento anulan la arrebatadora personalidad del egipcio, sacando a relucir su buen gusto y la escuela que tiene.

Como curiosidad comentar que Tamino, aprovechando que estaba en tierras españolas, fue a un espectáculo flamenco, y desde entonces, en sus propias palabras, se sentía un músico más limitado. Nuestro folclore y nuestro arte, es difícil de superar cuando estamos hablando de emociones, complejidad y técnica.

No era su primera visita a Barcelona y esperamos que no sea la última tampoco.

+ Info:

AMINO / 22 SEPTIEMBRE 2025 / RAZZMATAZZ 2 (BARCELONA)

Fotos de @darachriss