María Ciudad Romero: Contra todo y hacia la cima

María Ciudad Romero, la montañera que desafía a su cuerpo y corona las cimas más altas del mundo

«A la cima no se sube superando a los demás, sino superándose a uno mismo.» Esta frase guía la vida de María Ciudad Romero, una mujer aragonesa que ha hecho de la montaña su refugio, su desafío y su mayor fuente de superación personal. Con tan solo 47 años, esta madre de dos hijos ha alcanzado cimas que la mayoría solo sueña con pisar. Pero lo que hace única su historia es su condición física: María convive con fibromialgia y otras enfermedades crónicas desde los 15 años, enfrentándose a dolores constantes, operaciones quirúrgicas y prótesis en su cuerpo.

Sin embargo, nada de eso ha impedido que cumpla sus sueños. En noviembre de 2024, María alcanzó el campo base del Everest (5.365 m), una proeza que la convierte en la primera aragonesa y una de las pocas personas en el mundo con enfermedades crónicas en lograr esta hazaña. Solo unos meses antes, había coronado la cima del Toubkal (4.168 m), la montaña más alta del norte de África. Con cada paso, María no solo desafía a la montaña, sino también a su cuerpo, mostrando al mundo que las limitaciones están en la mente.

Un cuerpo marcado por la enfermedad, pero con una mente invencible

María Ciudad Romero no tiene una lista breve de dolencias. Desde los 15 años, su cuerpo ha lidiado con enfermedades crónicas que van desde la fibromialgia hasta trastornos reumáticos, autoinmunes y digestivos. Además, ha tenido que someterse a múltiples cirugías y cuenta con 8 clavos en la tibia, peroné y tobillo, junto con otras prótesis que le exigen una enorme preparación física y mental para realizar cualquier actividad, incluso algo tan simple como caminar por la calle.

A pesar de estas limitaciones, María ha aprendido a tomar el control de su mente: «En mi mente mando yo, no ella.» Esta fortaleza mental es la clave de su éxito en la montaña y en la vida. Gracias a una rutina diaria de entrenamiento físico y mental, ha desarrollado una resiliencia inquebrantable, la misma que la lleva a marcar sus próximos objetivos con la certeza de que los conseguirá.

La bandera de la visibilidad, de la cima del Toubkal al Everest

Cada cima que María alcanza tiene un propósito: dar visibilidad a las enfermedades crónicas. En su mochila siempre lleva una bandera donde están escritas las dolencias con las que convive, junto a una foto de sus hijos y sus padres, quienes son el motor de su lucha diaria. Esta bandera ha ondeado en las cimas de montañas emblemáticas como:

  • Campo base del Everest (5.365 m) – noviembre de 2024
  • Toubkal (4.168 m) – la cumbre más alta del norte de África
  • Monte Perdido (3.355 m)
  • Posets (3.375 m)
  • Taillón (3.145 m)
  • Garmo Negro (3.065 m)

Cada cima no solo representa un logro deportivo, sino también un mensaje de superación y esperanza para otras personas que padecen enfermedades crónicas. Su objetivo no es solo llegar a la cima, sino mostrar que «somos lo que pensamos» y que, con la mentalidad correcta, cualquier obstáculo se puede superar.

La cima más alta: el Everest como símbolo de lucha

El campo base del Everest (5.365 m) fue una de las metas más ambiciosas de María, y la alcanzó con éxito en noviembre de 2024. Lo más impresionante de esta hazaña es que logró llegar con dos huesos rotos. Ni siquiera el dolor o el agotamiento físico fueron excusa para ella. Durante el ascenso, tuvo que superar condiciones climáticas extremas y la dificultad de respirar a gran altitud, especialmente delicado para alguien con problemas respiratorios crónicos.

La imagen de su bandera ondeando a los pies del Everest ha dado la vuelta al mundo, sirviendo de inspiración para cientos de personas que enfrentan sus propios desafíos diarios. María se ha convertido en símbolo de que la cima no se alcanza superando a los demás, sino superándose a uno mismo.

Un mensaje para las mujeres que sueñan con la montaña

María no se considera una heroína, pero su historia ha servido de motivación para muchas personas con dolencias crónicas. Su mensaje es claro:

“La montaña me ha hecho fuerte mental y físicamente. Invito a todas las mujeres a quitarse los miedos, moverse y actuar. No importa si se hace despacio o con esfuerzo, pero hay que moverse, porque la salud y la felicidad están en el camino.”

La montaña, para María, no es solo un deporte, es una forma de reconectar con la naturaleza y aprender de ella. La constancia, la paciencia y la disciplina son valores que la montaña le ha enseñado y que ahora aplica en todos los aspectos de su vida.

Un futuro con más cimas por conquistar

Aunque María ha alcanzado logros que muchos considerarían inalcanzables, sus sueños no se detienen. Su próximo reto es seguir conquistando cimas y continuar siendo un ejemplo para otras personas que, como ella, enfrentan enfermedades crónicas. Su gran deseo es ver a sus hijos felices, disfrutar de su salud y poder seguir compartiendo con ellos su amor por la montaña.

Además, María tiene la intención de seguir inspirando a otras mujeres con su historia. «Si mi testimonio ayuda a alguien a moverse, a superar sus miedos o a intentarlo, ya me doy por satisfecha.»

Premios y reconocimientos

El esfuerzo y la valentía de María Ciudad Romero no han pasado desapercibidos. Su dedicación y su mensaje de superación personal le han valido dos premios nacionales que reconocen su capacidad para enfrentarse a la adversidad. Estos premios no solo validan su esfuerzo, sino que la impulsan a continuar alcanzando nuevas metas.

Una mujer, una madre, una luchadora

María Ciudad Romero es la prueba viviente de que las etiquetas de «imposible» no existen cuando se trata de perseguir los sueños. Su lucha contra la fibromialgia, sus operaciones y sus prótesis no la han detenido. Al contrario, la han convertido en una mujer más fuerte, capaz de inspirar a quienes creen que no pueden avanzar.

A través de sus palabras, su historia y sus cimas conquistadas, María nos recuerda que «la montaña nos enseña a ser fuertes, a perder el miedo y a avanzar». Cada paso que da hacia la cima es un mensaje para quienes la observan desde abajo: «Si yo puedo hacerlo, tú también puedes.»

Desde las cimas más altas, María sigue gritando al mundo que nada está perdido mientras haya voluntad de luchar. Su historia nos muestra que, aunque el cuerpo pueda tener límites, la mente no los tiene. La cima es suya y su lucha, eterna.