Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Lucía “limpia” Etxebarria

VEN A CENAR CONMIGO: GOURMET EDITION

-Programa 1-

Lucía “limpia” Etxebarría

El pasado martes la humanidad pudo ser testigo de cómo cuatro famosillos de diferente índole cenaban juntos y hablaban de las tonterías que sueles usar con tus familiares en las reuniones navideñas.

Hubo bromas tontas, cara raras y de asco, desconfianza por la comida que te sirven (iremos a eso después), pero que le vamos a hacer; estos programas Reality a veces enganchan. ¡Y como! Lo que nos lleva a una pregunta cuya respuesta todos sabemos y que, de todos modos, no justifica que algunos de los protagonistas se ofendan si los ponemos a parir (como va a ser el caso): ¿por qué lo hacen?

Sin jugármela mucho diría que por dinero (¿no es algo que sabe todo el mundo?), pero no deja de haber algo más detrás (al menos actualmente, porque en los primeros Gran Hermano ninguno de los participantes sabían nada de esta fama que viene impuesta por estos programas), algo como unas ganas enfermizas a salir en la tele, a que hablen de uno, a poder sacar tajada de la caja cada día más tonta de cualquier otro modo y que, con la mano en el corazón, lo veo del todo correcto porque cada uno hace con su vida lo que quiere. Pero después no llores si hablan mal de ti.

Es decir, ¿te sorprende? Pues el problema entonces lo tienes tú, amigo.

Pero no estamos aquí para hacer debate, sino para reírnos a carcajadas, y quedarnos con el culo roto, al ver lo que nos ha regalado el primer programa, que se centra en la casa/museo/desordenloco de la escritora (a la que no le gusta describirse a sí misma como “escritora”, aunque no deja de comentarlo y hablar de ello… ¿?) Lucía Etxebarría.

La justificación que llegó antes de que existiera algo que justificar

Primero creo que es de rigor compartir con vosotros el link del artículo que la escritora/no-escritora publicó antes del programa y que, ¡oye!, es muy lógico justificarse por algo que nadie ha visto por el simple hecho de que hablan mal de uno, ¿no? Además, todo el mundo sabe que criticar algo/alguien sin para, con decisión y mala hostia, solo puede hacerse en los programas de televisión en los que te pagan, y no en las redes sociales. A no ser, parece ser, que seas una escritora ganadora del Planeta, porque entonces puedes hacerlo por cualquier vía sin problema.

Deleitaros.

Ahora me centraré en el programa, en lo que vimos, en eso que “Ha pasado por mesa de edición” (que es algo que todos sabemos, cómo el hecho de que os pagan. Bienvenida a los Reality, Lucía), porque ya hablé (y me lo pasé bomba) de esta escritora/no-escritora una vez y no me gusta repetirme.

Según nos mostró el programa, la primera cena iba a tener lugar en una casa donde alguien con un TOC del orden estaría en todo momento con espuma saliéndole por la boca. Libros por ahí, VHS por allá, rosas negras con ojos (que por cierto, quiero unas ya, ¿me las regalas como te regaló a ti la túnica de Rappel después de pedírsela?) al lado de guantes de Hulk colocados sobre tocadiscos viejos, carteles sacados de la basura, fotos de la dueña de la casa y carteles donde su nombre está escrito en letras gordas (¿quién no tiene en su casa una pared dedicada al egocentrismo?), botellas y más botellas por cada rincón de la casa (los escritores que beben molan) y, el gran protagonista de la velada: la suciedad. Entiendo que pueda agobiar una cámara en la cara, que cometiera errores cocinando como beber de un vaso y usarlo acto seguido para verter líquido en la comida común, incluso (voy a ser bueno) acepto que cortes mil cosas en la encimera y ni te molestes en recogerlas para, por ejemplo, estar más cómoda o dar la sensación de que eres aseada al cocinar, pero ¿no podías ordenar un poco la casa o limpiar antes de que llegara todo el mundo?, porque, por usar un ejemplo, cuando alguien viene a mi casa al menos trato de quitar el polvo o intentar que mi hogar no sea la viva imagen de un enfermo de Diógenes.

Pero te lo agradezco, porque gracias a esas imágenes sentí mi casa es un palacio de cristal con brillo eterno.

Después la comida… A ver… Estamos de acuerdo en que lo importante no es el aspecto de algo, sino el sabor y el aroma, pero creo que más de uno hemos mirado un váter después de vomitar una noche de fiesta y esa imagen era, de lejos, mucho más apetecible que cualquiera de los “exóticos” platos que tuvieron que meterse en la boca por educación los invitados. No digo que pudieran hacerse mejor (yo soy un patata presentando cualquier comida), pero al menos ponerle algo de cariño, por eso de que te estaba mirando una cámara y después los que se han comido eso van a ver como lo preparaste (bienvenida de nuevo a la televisión, Lucía). Todos dijeron que les había gustado, pero porque usaron algo llamado educación, y que es algo que la anfitriona no tuvo al recoger abrigos, al hablar con el torero, durante casi toda la conversación de la cena, en las entrevistas que hacen en privado, o cuando hizo la broma del cuchillo por la espalda a Víctor Janeiro (sería divertido ver que se diría en las redes si hubiese sido al revés esa escena). No defiendo la tauromaquia (en realidad me la suda mucho ese debate), pero sí que se respete las creencias y gustos de cada persona por encima de todo, sin buscar roces tontos (“quiero cargarme su medio de vida” se dijo con orgullo), usar miradas raras o desprecios muy claros.

¿El cansancio de la grabación de un programa como excusa para según qué gestos o acciones?, no cuela. Lo siento.

Conclusión:

Como me dijo una amiga ayer por Facebook: No soy fan de Lucía, pero tenía un mejor concepto de ella… Y le di un corazón al comentario.

Las personas, a la larga, caen por su propio peso en el lugar que les toca, ya sea porque llevan mucho mintiendo, actuando, justificándose o defendiendo cosas que después ellos mismos rompen sin pestañear, y en este tipo de programas los famosos no pueden quejarse por los comentarios con cachondeo, mala baba o burlándose de ellos (otra cosa son las amenazas o insultos graves a familiares, que son intolerables a cualquier nivel), porque es lo que nos entregan a la audiencia cuando se colocan delante de esa cámara o hacen comentarios en Twitter, saliendo de su auténtico trabajo y se exhiben como un payaso sin maquillaje ni gracia alguna.

Muchos de ellos ya saben actuar en estos casos (a la Obregón y a Rappel se les vio cómodos porque tienen mucho rodaje en estos temas, y a Víctor pues porque no deja de ser un niño grande, y solo va de cara), pero los que se las dan de despistados o inocentes saben lo que va a pasar, porque hacerse el tonto es fácil pero nunca cuela, y es tan divertido después verles llorar y patalear cuando les critican por diversión (que no deja de ser lo mismo que ellos hacen por dinero), que solo por eso, solo, vale la pena perder el tiempo viendo estas mierdas de programas y escribiendo estas reseñas.

··:..

¡Se me olvidaba!

No puedo poner el punto final sin comentar las dos cosas que aplaudí ayer:

La historia de Lucía y la firma de libros en Sant Jordi (hubiese pagado lo que fuera por estar allí y ser testigo de su “cura de humildad”, que le ha dudado muy poco, por cierto)

El recital/musical/depresivo de la escritora/no-escritora/versadora/artista.

Lloré y todo, aunque no de la emoción.