‘Los Siete hábitos de la Gente Desinformada’ de Marc Algemí

¡Qué sentido del rumor!

Cuando la conexión es poder, ojo con quién compartimos los datos. Hace ya cuatro años me quitaba el micrófono después de una intervención como ponente en Dubai, cuando alguien del público se acercó y me saludó afablemente. “Hola, somos amigos en Facebook. Admiro tu discurso en público”. Lo peor de todo es que tengo escasas cien o doscientas conexiones en Facebook, y ese desliz se me había pasado por alto. “Confusionismo relacional”, un tipo de desinformación en las redes sociales. ¿Desinformada, yo? ¡Qué sentido del rumor!

por Rosa Panadero

Confusiones de ese tipo se dan a diario. Creo que conozco a más personas virtuales que físicas, por lo menos para llenar medio Bernabéu o dos tercios del Wanda Metropolitano.

Los Siete Hábitos de la Gente DesInformada, de Marc Algemí, comienza con un capítulo explicando los pormenores del cuñadismo institucional. Difícil pensar que el sempiterno cuñado inmortalizado en gags televisivos, anuncios de jarabes para calmar el ardor de estómago, tenga también libro.

Todo ocurre porque cada vez queremos saber más cuando, en realidad, sabemos menos. Además del vanidoso cuñado, que suele ser el enterado de turno, por el libro desfilan todas las estafas típicas, como el timo nigeriano en el que el listillo de turno se piensa forrar a costa de su propia ignorancia.

El clickbait y otros trucos digitales

También hay bajonazo contra los medios y los “ciberanzuelos” (clickbait) que echan al agua en forma de listicles —en español lo de “listículos” suena mal– para pescar ciberlectores: “Diez cosas para preparar el invierno”, “Veinte tareas para entrar en la universidad de tus sueños”, “Los siete consejos que la modelo de turno te da para que aprendas a maquillarte de una p… vez”, “Ocho detalles que demuestran el buen gusto de las chonis”,…

En fin, una forma más de desinformarnos de cosas no importantes, pero que nos mantienen atados al yugo de la pantalla dando vueltas y moviendo la noria.

Además de los cuñados atiborrándonos el Whatsapp con enlaces ridículos, tenemos a los incrédulos crédulos.

El concepto responde a la página de revoltijillo que algunas cabeceras semanales en plan Pronto o Semana llevaban hace años, con anuncios de sueros milagrosos o bebidas adelgazantes. Lo que antes era el beneficio del cocido de cardo ahora lo cuentan en GOOP, a cargo de Gwyneth Paltrow.

Parálisis por análisis

Yo soy más del estilo de la indecisión crónica, porque con tantos consejos aquí y allá, muero en pleno ataque de parálisis por análisis. De alguna forma me he conseguido despegar de la ansiedad informativa, porque las cosas virales en plan titular con menos de 24 horas de vida ya no me impresionan.

Lo de Facebook ya hace tiempo que lo he superado, porque el confusionismo relacional, aunque no lo definí así, lo intuía: no es posible que lo que Zuckerberg me recomienda como amigos, sean realmente mis amigos. ¿Y lo que contaba al principio? Oh, no es para tanto. Compartíamos alma mater universitaria y decidió invitarme en Facebook cuando supo que iba a intervenir en un evento. Viniendo con la garantía de la misma institución donde nos había estrujado el cerebro, le acepté en mis veladas en torno a la fogata virtual donde todos contamos historias para no dormir. 

Además, hay otras formas de desinformarse, como el activismo visceral y la precariedad informativa. En conclusión, si quieres diseccionar a qué tipo de desinformador te enfrentas, aquí tienes la guía completa. El desinformador que desinforme, buen desinformador será.