Los Caprichos de Goya y Abu Ghraib: operaciones encubiertas en el arte y la política modernas

No se le ocurriría a mucha gente relacionar Los Caprichos de Goya con las imágenes de la prisión de Abu Ghraib. En el Reina Sofía escuchamos, con motivo del inicio del curso académico 2019-2020, al intelectual Stephen F. Eisenman, invitado a dictar la conferencia magistral de la cátedra Juan Antonio Ramírez.

por Rosa Panadero

Un auditorio lleno al completo en el edificio Nouvel pudo ver la denuncia a través de los ojos del pintor de Fuendetodos, la inspiración de Picasso copiada en los carteles del Ministerio de la Propaganda español y plasmada en Guernica, y el “efecto Abu Ghraib”, que insensibiliza a las masas frente al sufrimiento de presos sin cara.

Eisenman es uno de los grandes historiadores del arte especializado en los orígenes de la modernidad y las relaciones entre arte y violencia.

En Operaciones encubiertas en el arte y la política modernas. De Goya a Donald Trump, Eisenman reflexiona sobre las “operaciones negras” (black ops), entendidas como intervenciones policiales o militares llevadas a cabo por los estados de manera clandestina.

La moderna “ideología visual” de las black ops, implementada a través del entretenimiento de masas, la escenificación política y los despliegues militares, se basa en una retórica de la negación: negro vs. blanco, noche vs. día, frío vs. caliente, desnudez vs. protección, ruido vs. silencio, hambre vs. saciedad.

Una estrategia antigua

Hace aproximadamente dos siglos, esta retórica opresiva fue empleada también por artistas con el fin de cuestionar la legitimidad moral de las primeras operaciones encubiertas modernas.

Los dos ejemplos más destacados fueron Francisco de Goya y William Blake. Ambos emplearon el blanco y el negro, o la luz y la oscuridad, revelando así la naturaleza contingente de cada polo y la posibilidad de convertir a los opresores en víctimas y a los débiles en poderosos.

Ese arte, junto a otros ejemplos de cuño más reciente como pueden ser el Guernica de Pablo Picasso o las fotografías realizadas en Abu Ghraib, merece una renovada atención en las actuales circunstancias políticas, en un momento en que los estados ejercen su poder para encarcelar disidentes, refugiados e inmigrantes sin apenas oposición.

El trabajo de Eisenman arroja luz sobre problemas centrales de la actualidad, como la violencia política, el animalismo o los derechos humanos, desde un doble compromiso: social, en cuanto a su labor como activista, y metodológico, como investigador interesado en las aproximaciones sociales a la historia del arte.

En este sentido, Eisenman aborda cuestiones de un calado ético y disciplinar explicitando un posicionamiento crítico y reconociendo los vínculos ideológicos que unen los pasados más o menos lejanos a los que dirige su mirada y el presente que habitamos.

En sus obras analiza el siglo XIX como el origen de una contemporaneidad convulsa (Historia crítica del arte del siglo XIX, 1994) o demuestra hasta qué punto nuestra tolerancia ante las imágenes explícitas de violencia está históricamente anclada en una tradición representacional que se remonta a los comienzos del arte occidental y que estetiza el dolor del otro (El efecto Abu Ghraib, 2007).