Lo que hacemos entre las sombras T2

Lo que hacemos entre las sombras (Temporada 2)

Hablemos de vampiros

Si hay algo que hace bien los buenos de Taika Waititi y Jemaine Clement es la comedia. Los dos saben muy bien como medir tiempos para hacer algo que se equilibra en el hilo que separa la incomodidad de la carcajada. Lo hicieron con Lo que hacemos entre las sombras, supo esbozarlo con el SPIN-OFF de FX, en su formato para televisión. Y por supuesto, si su primera temporada mantenía el nivel, la segunda lo mejora todo.

Hablamos de esos monstruos de la cultura popular que se esbozan en los grises de los contrastados blancos y negros del romanticismo y lo perverso. Seres que transitan más allá de la vida y la muerte cimentando de cadáveres su preservación. En la palidez de sus rostros es donde mejor se ve el brillo rojo de la sangre. Desde elegantes a podridos, han conquistado cualquier soporte con sus historias.

Pero en Lo que hacemos entre las sombras son más humanos que nunca. Lo son a través de esa crueldad inmortal que los caracteriza, transmutándolos en niños ancianos de comportamiento capricho y egoísta. ¡Son inmortales y poderosos! ¿Por qué demonios deberían rendir cuentas a nadie? Y apenas saben hacer la “O” con un canuto.

Aquí es donde entra ese componente “humano”, y el contrapunto lo lleva el personaje de Guillermo.El leal sirviente que se come los desaguisados de sus amos. ¡Y ni rechista el pobre! Es ese puntito neutral; una linterna racional que alumbre lo absurdo.

Lo que hacemos entre las sombras funciona porque conoce bien la ortografía de la comedia, y si bien su primera temporada podría pecar de ser demasiado “comedida”, en esta segunda parte vienen con todo. El doblaje ha tardado algo más en llegar debido a las circunstancias mundiales en las que vivimos, pero ya podéis disfrutarla entera en HBO España que, desde luego, no tiene rival a la hora de aportar el contenido más exquisito en todos los géneros.  

Zombies, brujas, vampiros, cazadores… y Jackie Daytona.

En esta segunda temporada entramos más dentro del mundo paranormal tan embriagador del neo-gótico y sus monstruos. Y lo hacemos siempre con una sonrisa, como poco, surcándonos el rostro. Hay menos de crítica, pero mucha más burla.

Ya de entrada (Y sí, majo, aquí vienen Spoilers ¡Avisado quedas!) tenemos a un Guillermo que se descubre el legado ancestral de su apellido, Van Hellsing. El leal y adorable familiar de Nandor tiene un don matando vampiros que se obstaculiza con sus deberes para sus amos y su deseo de convertirse en uno en un futuro próximo.

A su vez, Nandor sigue siendo ese simplón, otrora sanguinario conquistador, que apenas sabe caminar sin abrir el esfínter de no ser por los cuidados de su familia. Y sigue con la tónica de hacerse el loco ante las aspiraciones de su súbdito de ser un Vampiro. Esta fórmula que dio tan buenos resultados en su anterior temporada se mantiene intacto.

Laszlo y Nadja siguen siendo ese matrimonio terriblemente disfuncional. Natasia Demetriou explota aún más (Y mejor si cabe) su homónimo vampírico, con esa esencia de Europa del este tan marcada en los estereotipos más burlescos, siendo una mezcla entre erotismo y vulgaridad. Está mucho más desatada que en su primera parte, más confiada de su personaje: y este, a su vez, más definida sobre el plano que abarca.

Mención especial a Laszlo

Siempre me ha parecido un chiste muy fino el hecho de que en esta comedia neozelandesa con producción en USA, sea el vampiro británico, interpretado por el inglés Matt Berry, el más zafio y vulgar de la lista.

A fin de cuentas, es un actor con mucho historial dentro de este estilo de humor (¡Como para olvidar su participación en The IT Crowd). El personaje, que es una gamberrada andante, tiene alguno de los mejores momentos de toda la temporada. E incluso se atreve con un capítulo para él solo donde la participación del legendario Mark Hamill harán que sueltes más de una carcajada.   

No olvidemos al horrible Collin Robinson

Esta sátira hecha personaje me escamaba en su primera temporada. No dudaré jamás de que la idea metaficcional de un vampiro energético, de aspecto de tipo sosainas, que se alimentara a base de ser un “brasas”.

Ese arquetipo de personaje tan alejado del mundo vampírico, que puede ser desde un familiar, a un compañero de tu curro, reconvertido en un voraz monstruo que vivía en las maquinarias de la burocracia, los manuales de instrucciones, y cualquier cosa que abotargara y aburriera al personal, para poder alimentarse.

Me escamaba porque si bien el chiste me parecía muy bueno, también se me antojaba de combustión rápida. ¿Cómo mantendrían la frescura de una broma tan efímera? La respuesta vuelve a ser la incomodidad. El hecho de que se alimente de causar “malos ratos” hace que crear situaciones bastante cómicas a su alrededor sea muy efectivo, y mantiene la frescura del personaje a medida que sigue explotando la crítica en la que se asienta.

Y al elenco protagonista se le suma el mundo sobrenatural, basto en el folklore popular, para recrearse e ir añadiendo elementos que mantengan el interés.

Parece que la serie ya se ha cansado de su zona de confort de la comedia vampírica para expandirse (con muy buenos resultados) al resto de los monstruos y situaciones paranormales, y de esta forma poder mantenerse fresca sin perder ni esencia, ni calidad.

En conclusión:

Es un gustazo, en unos momentos tan ásperos como los que vivimos, que haya algo capaz de hacernos reír. Lo que hacemos entre las sombras se inició con un filme que era una genialidad, y luego se tradujo al formato televisivo con bastantes buenas ideas, y ha sabido coronarse en esta segunda temporada como algo más que un “disfrute de una noche”.

Sabe quedarse contigo, y atraparte. Espero con ansias su tercera temporada, viendo el salto de calidad que ha pegado de la primera a la segunda.

Ya son parte de nosotros las caras incómodas de Guillermo frente a su amo. El hilarante humor negro de Nandor, que es cruel con su sirviente incluso cuando trata de ser bueno. Los silbidos histéricos de los protas cuando se enfadan entre ellos, el grito de “¡Murciélago!” de Laszlo cada vez que se transforma, los delirantes insultos barriobajeros de Nadja, así como las salidas de tono de Collin Robinson alimentándose de sus compañeros de piso.

Lo que hacemos entre las sombras es una comedia de calidad. Una de esas para gente especial como nosotros. De esas que hacen que te duela el estómago y los cachetes de reír. No busca la comodidad, ni se refugia en una sonrisa; busca la carcajada.

Y lo consigue… Vaya si lo consigue.