Un festival de clichés que ni asusta ni entretiene. Si este barco está embrujado, alguien debería exorcizar al guionista.
Cuando uno escucha Queen Mary, lo primero que viene a la mente es un barco envuelto en leyendas, un monumento flotante al misterio y al terror. Luego te dicen que hay una película ambientada ahí, y te emocionas pensando en fantasmas que acechan en cada esquina, una atmósfera opresiva que te atrapa y una trama que te deja sin aliento. Pero entonces llega La maldición del Queen Mary, y todo eso se desvanece en un mar de decepción.
Gary Shore, el “capitán” de esta embarcación fílmica, parece haber perdido el mapa y el norte. Lo que podría haber sido un viaje aterrador se convierte en un crucero aburrido lleno de paradas predecibles y sorpresas que ni siquiera sorprenden. Si el Queen Mary tiene una maldición, está claro que cayó también sobre esta película, porque no hay otra explicación para un resultado tan mediocre.
Una trama que se hunde antes de zarpar
La historia nos lleva de paseo entre dos líneas temporales: en el presente, una familia moderna decide investigar los secretos del Queen Mary, porque, al parecer, los dramas familiares no eran lo suficientemente interesantes. Mientras tanto, en el pasado, un asesinato ocurrido en los años 30 sacude el barco y deja un legado de horror que, supuestamente, sigue acechando sus pasillos.
Ambas líneas temporales deberían conectar para crear un gran misterio lleno de tensión. Pero lo que obtenemos es un caos narrativo que se retuerce sobre sí mismo como un nudo mal hecho. Cada intento de atar cabos termina enredando más la historia, hasta el punto de que, cuando finalmente llega el clímax, ya no importa. La película trata de ser profunda, pero todo lo que logra es que te preguntes cuánto falta para que terminen las dos horas de sufrimiento.
Un escenario desperdiciado, pero bonito
Hay que reconocer que el Queen Mary, como escenario, es espectacular. Cada pasillo oscuro, cada rincón mohoso y cada sala abandonada parecen gritar «esto podría ser terrorífico si alguien supiera qué hacer con nosotros». Pero el guion no escucha. Es como tener a un chef de estrella Michelin y pedirle que cocine ramen instantáneo.
El barco se convierte en poco más que un decorado bonito, un telón de fondo para una historia que no tiene ni idea de cómo aprovecharlo. Cada plano del Queen Mary está lleno de potencial, pero la película prefiere centrarse en dramas familiares forzados y flashbacks innecesarios. Es frustrante, porque ves el esqueleto de algo grande, pero todo se queda en eso: un esqueleto vacío y sin alma.
¡Abran paso a un catálogo de clichés sin rumbo!
Si hay algo que La maldición del Queen Mary hace bien, es recordarte todas las películas de terror que ya has visto. Aquí no hay sorpresas, solo un desfile de clichés que se presentan con tanta desgana que incluso los fans más acérrimos del género se sentirán insultados.
El niño que ve cosas que los adultos no pueden ver. El susto barato con un golpe de sonido ensordecedor. El “misterio” que no es más que un montón de pistas obvias disfrazadas de revelación. Todo esto ya lo hemos visto, y mejor hecho. Es como si el guionista hubiera decidido jugar a la seguridad, pero en lugar de darnos algo sólido, nos entrega una sopa insípida de ideas recicladas.
Lo peor es que ni siquiera los clichés están bien ejecutados. Cada susto se siente predecible, cada diálogo suena artificial y cada escena parece arrastrarse sin rumbo. La película quiere ser aterradora, pero lo único que da miedo es pensar que alguien consideró este guion listo para rodar.
¿Y esto cuando acaba?
Con más de dos horas de duración, La maldición del Queen Mary se convierte en un ejercicio de resistencia. Es como una clase de historia interminable en la que el profesor sigue hablando aunque ya nadie esté escuchando. La película se toma su tiempo para llegar a ninguna parte, alargando cada escena hasta el punto de la desesperación.
El ritmo es tan irregular que cada vez que parece que algo interesante está a punto de suceder, la película se detiene para insertar otro flashback o un diálogo insípido. Es como si Gary Shore tuviera miedo de avanzar, prefiriendo dar vueltas en círculos hasta que el público se rinda.
Un naufragio en toda regla
Si La maldición del Queen Mary fuera un barco, estaría lleno de agujeros y con la tripulación abandonando el barco a mitad del viaje. Aquí no hay terror, no hay emoción y, lo peor de todo, no hay respeto por el género ni por el espectador. Lo que debería haber sido una experiencia escalofriante se convierte en un trámite aburrido que olvidarás tan pronto como salgas de la sala.
¿Recomendación? Pasa de largo. Si quieres un buen susto, revisita El resplandor o The Haunting of Hill House. Al menos ahí los fantasmas tienen algo interesante que decir.