‘La crónica francesa’, el semanario The New Yorker al estilo 13 Rue del Percebe

Wes Anderson disecciona el ADN francés en el arte, la revolución, la bicicleta y la cocina gourmet en un homenaje al periodismo

La crónica francesa de Wes Anderson es el equivalente sarcástico a la visión neoyorquina de Woody Allen sobre Europa.

A los europeos siempre nos han contado Europa desde la perspectiva norteamericana anglosajona de una ciudad cosmopolita como Nueva York. Con “La Crónica Francesa (del Liberty, Kansas Evening Sun)” llega el turno de la versión distorsionada del semanario The New Yorker.

Sarcasmo a tope, ironía total y desparpajo de los personajes que encarnan las secciones de The French Dispatch, la hipotética revista que se publica asociada a un diario de Kansas. Todos los chistes son posibles, empezando por la teatral puesta en escena de cada sección. El affiche de la película ya refleja ese edificio seccionado que nos recuerda al de 13 Rue del Percebe. El dibujo en sí rinde homenaje al cómic francés y belga, y da pie para adentrarse en las secciones de la revista-edificio.

Bicicleta, boina y rayas

Nada más divertido que el cliché del randonneur en bicicleta, con camiseta normanda de rayas en azul marino y boina negra, que encarna Owen Wilson recorriendo las calles de Ennui-sur-Blasé, municipio que se traduciría por algo así como Aburrimiento sobre el Hastío. Aburrimiento para el que no lo vive, claro. Realmente, los protagonistas de las historias que narran los reporteros de La Crónica Francesa son los únicos que creen en la importancia de lo que hacen. De otra forma, no habría reportajes para publicar en ‘The French Dispatch’, cuya tirada mundial (!) es de varios millones, como si estuviéramos hablando de la tirada 24/7 del Asahi Shimbun.

A las barricadas del ajedrez

La revolución estudiantil no hace más que tirar pólvora en una partida de ajedrez entre el poder establecido y el líder universitario, adornando el relato con la relación à trois entre la reportera, Frances McDormand, el jefe de las barricadas, Timothée Chalamet, y la voz femenina de las universitarias, Lyna Khoudri, actriz protagonista de Papicha. Nunca antes se ha visto una parodia tal de Mayo del 68, antes de que aquellos ideales quedaran enterrados por sus protagonistas en poltronas.

Disección cultural gala

Parte del ADN francés está en el arte. Así que creemos al creador: por qué no inspirar el arte abstracto en un homicida (Benicio del Toro) y la relación con su carcelera (Léa Seydoux), y dar paso a libros, exposiciones y conferencias sobre un timo inventado por otro preso, un delincuente de cuello blanco. Tilda Swinton lo borda en su papel de educadora de las masas.

Otra parte importante de la identidad francesa es la cocina. Así que hasta en la cárcel los presidiarios disfrutan de un chef cuyo nombre, Nescaffier, debería explotar la marca de la bebida instantánea, esa que promete un sueldo para toda la vida.

El elenco de actores y actrices es absolutamente sobresaliente, un verdadero casting de honor.

En sí, toda la cinta exhibe la grandilocuencia francesa ante anécdotas que no requieren de gran protocolo, pero todo va en el carácter nacional. O la libertad guía al pueblo, como en el cuadro de Eugène Delacroix, o no hay revolución que valga la pena.