La ciudad y la ciudad / China Miéville
Una extraña claridad
por Iván Albarracín

Resumiendo, Miéville es uno de los autores más originales que he tenido el placer de leer en mucho tiempo. El poder descubrir a un escritor cuya existencia era desconocida para mí, es un gozo indescriptible. Eso te demuestra que NO está todo inventado. El talento, aunque esté escondido, sigue corriendo por el mundo. Quizás, los fenómenos mediáticos lo tapan, pero eso es otro tema…
Como fan de la novela negra, me sentí fascinado por su argumento. La historia arranca de forma convencional, con el cadáver de una chica encontrado a las afueras de una ciudad. Es una urbe diferente llamada Beszel que hace frontera con Ul Quoma, otra población con la que mantienen una extraña rivalidad. Empieza la investigación y los cánones del género se van cumpliendo. Un rudo inspector de policía, un entorno decadente, cientos de sospechosos y una élite política con más peligro que Trump en un desfile del Klu Klux Klan. Pero, poco a poco y de forma sutil, la rueda de los acontecimientos te arrastra sin darte cuenta. Lo “normal” dentro del género negro va evolucionando hacia la fantasía o al surrealismo. Aparece en escena una entidad fantasmal llamada La Brecha (y dan bastante miedo). Poco a poco nos familiarizamos con palabras como desver o desoír. Y así, esos conceptos extraños acaban siendo aceptando como si las hubieras escuchado toda la vida. Gran mérito del escritor por tener la habilidad de hacer verosímil lo inverosímil.
Es posible que otro autor se hubiera liado como un nudo marinero, pero Miéville no. Todo transcurre de forma clara, por muy extraño que puedan parecer los sucesos narrados y los conceptos son absorbidos sin problemas de ningún tipo.
La trama nunca abandona el género negro, aunque se adentra en terrenos kafkianos con una mordaz crítica a la burocracia y a las fronteras entre países. Beszel, Ul Quoma y la fantasmal Orciny (absolutamente fascinante) son tan reales como pudieran ser Barcelona, Madrid o Burgos y eso tiene un mérito tremendo.
Un crítico definió esta novela como un cruce de Chandler, Kafka y Philip K. Dick. Tiene razón y no la tiene al mismo tiempo porque sí que es verdad que recuerda a estos tres autores, pero Miéville tiene estilo propio, el jodío…


