Ennio Morricone, ‘The final concerts’

¡Gracias por todo maestro!

por Javier Cutanda

Poco a poco en la vida de toda persona se van cumpliendo objetivos de una lista personal que nos marcamos, y en mi caso, uno de ellos era ver a este genio de la música, el cual lleva más de quinientas bandas sonoras a sus espaldas; sí gente hablo del inimitable Ennio Morricone, un referente, mi referente.

Desde que era pequeño y mi padre me ponía las clásicas películas de vaqueros, yo ya estaba enamorado de esas melodías y curiosamente hasta que no fui adolescente no le puse nombre al maestro detrás de la música. Le quería sin saberlo.

Ennio Morricone; un nombre marcado a fuego en la historia del cine, que con respeto de otros grandes como Hans Zimmer o John Williams, tiene las bandas sonoras más memorables, es más, él marcó un género como es el del western. El maestro con noventa años a sus espaldas, ha trabajado con directores de cine de la talla de Sergio Leone o del que para mí es el mejor, Quentin Tarantino y como decía ayer, será lo más cerca que estaré de él, pero Tarantino es otro tema ahora toca Ennio.

Un evento de ensueño

El evento al que, gracias a mi hermano, acudí ayer fue un sueño hecho realidad. Después de mucho tiempo emocionándome con su música por fin lo puede ver en directo.

Volví a acudir al WiZink Center a ver un concierto de nuevo, estaba nervioso como un niño cuando empieza en el cole y no está de más decir, que me costó dormir la anterior noche. Con unas entradas maravillosas gracias al ojo de mi brother, estaríamos sentados apenas unos diez metros del escenario, donde sentíamos hasta las vibraciones más débiles provocadas por la armónica.

Un contexto ejemplar de veneración a un ídolo de masas, en el cual al levantar la mirada veía infinidad de generaciones rendidas a las exquisitas composiciones del genio italiano. Gente de mi edad, gente adulta con sus hijos, adolescentes y personas mayores de la edad de mi abuelo, todos maravillados y fascinados.

Las ganas por emocionarme con el talento del genio estaban por las nubes, cuando con unos minutos de retraso apareció en el escenario; sin duda me puse en pie y me dejé las huellas dactilares aplaudiendo con todo mi corazón y eso pensó todo el WiZink Center, porque nadie se quedó sentado, miles de corazones aplaudían al unísono con una misma pasión.

La música habló

El espectáculo daba comienzo con una melodía capaz de estremecer al mismo diablo, esta melodía es la banda sonora de Los intocables de Eliot Ness en ese mismo momento la piel no me tocaba el cuerpo y la alegría se enfundaba en su traje de lagrima. El espectáculo seguía y esta vez, la música corría a cargo de la banda sonora de La tienda roja admito que esta película no la había visto, pero eso no significó nada, mi piel seguía de gallina. Con esta introducción dio paso a unas piezas de música clásica de su propia composición, las cuales no estaban vinculadas a ningún film. Y después de estas exquisitas piezas, rocé el infarto.

El sonido de una armónica anunciaba lo que para muchos es la mejor película del oeste, la banda sonora de Once upon a time in the west o Hasta que llegó su hora empezaba a sonar y sin querer empezaba levitar, no cabía en mi de felicidad.

Pero el primer acto no finalizaba ahí, el dios Morricone iba a cerrar por todo lo alto con El bueno el feo y el malo, en concreto con The ecstatic of gold interpretada por una soprano con una voz prodigiosa. Con todo el WiZink de pie coreando el nombre de Ennio Morricone, terminó el primer acto.

Una segunda parte insuperable

El segundo acto no fue menos que el primero; arrancando con el tema galardonado con un Oscar Last stage coach to red rock por la película The Hatefull eight  volvió a hacerme vibrar con cada nota y recordar porque cada día más, amo el cine. Luego de este inicio, el maestro tocó diferentes bandas sonoras de las diferentes películas de sus inicios y muchas de ellas todavía no las he podido ver.

El broche final llego con La misión  derretido en lágrimas y el corazón en un puño, no fui capaz de reprimir mis sentimientos hacía esta canción.

El concierto terminaba, pero los más de veinte mil fans del genio italiano, se desvivieron en aplausos con el fin de conseguir que volviera a salir al escenario y nos deleitara con alguna obra de arte musical; así fue, luchando contra su longeva edad volvió al escenario ayudado y rendido a su público, derrumbó el estadio cuando los primeros acordes de Cinema Paradiso empezaron a sonar. Ojalá hubiera sido un espectáculo infinito, pero todo tiene su fin y mi sueño ya estaba cumplido.

Asistí a la veneración de un dios en la tierra, un evento que reunió no solo pasión, si no también corazón; cada uno de los allí presentes han sentido la fantasía musical de este genio y sin duda una carrera tan brillante y tan longeva era imposible resumirla en dos horas de espectáculo. Muchas han sido las películas que me han marcado y muchas han sido gracias a sus bandas sonoras.

Si algo se seguro, es que mi amor al séptimo arte es en gran parte gracias a Ennio Morricone, el cual siempre tendrá su lugar en mi corazón.

¡Muchas gracias por existir maestro!