Madrid acaba de vivir un pase exclusivo, por cortesía de Sensacine, que, sinceramente, deja a cualquier blockbuster moderno mordiendo el polvo. El 9 de septiembre de 2024, los del podcast Tarde de perros decidieron subir el nivel y proyectar El bueno, el feo y el malo (1966) como si fuera el primer día, y para los pocos afortunados que pillaron entrada, fue como estar en el mismísimo desierto con Clint Eastwood fumando un puro a tu lado.
El bueno, el feo y el malo: La joya del spaghetti western
Vamos a ver, si no sabes qué es El bueno, el feo y el malo, necesitas ponerte al día, colega. Esta obra maestra dirigida por Sergio Leone es el western que lo cambió todo, el que tiró por la ventana cualquier idea preestablecida de lo que un western debía ser. Aquí, los héroes son más grises que una mañana de resaca, y la moral… bueno, la moral se quedó en casa.
Clint Eastwood (el Bueno), Lee Van Cleef (el Malo), y un Eli Wallach sucio y genial (el Feo), se meten de lleno en una búsqueda de oro en medio de la Guerra Civil Americana. Pero que no te engañen: aquí no hay ni honor ni gloria. Hay pura avaricia, sudor, y pólvora. Leone nos presenta a tres tipos con más mala leche que un lunes por la mañana, y con tal de pillar los 200.000 dólares, no se cortan ni un pelo en traicionarse.
Ennio Morricone: El mago detrás de la música
Si hay un tipo que hizo posible que esta película no fuera solo buena, sino jodidamente inmortal, es Ennio Morricone. Aquí, los diálogos sobran
. ¿Para qué hablar cuando tienes esa música? El silbido inconfundible, ese eco en el desierto, es como si te dijera: “Prepara el revólver, que esto se va a poner feo”. Es imposible pensar en El bueno, el feo y el malo sin que te vengan a la cabeza esos acordes. ¡Incluso Tarantino la ha llamado la película mejor dirigida de la historia, y con esa banda sonora de fondo, no se le puede discutir!
Morricone no compuso una banda sonora, compuso la columna vertebral de la película. Si las miradas entre Eastwood, Van Cleef y Wallach ya te dejaban temblando, la música te remata. Leone y Morricone eran una dupla tan peligrosa como los personajes de la peli: Leone dirigía con mano de hierro, y Morricone transformaba cualquier escena en un puñetazo al alma. Esa música no acompaña, no; es la película en sí misma.
El clímax que redefinió el cine
Y si creías que el duelo final en el cementerio de Sad Hill era lo único a destacar, prepárate. Los últimos minutos de película son puro arte. Leone te tiene en tensión durante cinco interminables minutos donde el único sonido que se escucha es la respiración de los personajes y la música de Morricone subiendo como una ola gigante. Cuando finalmente llega el momento de desenfundar… Bang. Solo el mejor cine puede hacer que cinco minutos de miradas te dejen sin aliento, y esta escena lo hace. Y no es solo por la edición o la dirección (que son brutales), sino por cómo todo, desde los planos hasta la música, se sincronizan para crear el final perfecto.
Un evento irrepetible
El pase organizado por Tarde de perros no fue solo un pase de cine, fue un puto tributo a lo grande. En un mundo donde el cine cada vez se siente más plastificado y artificial, ver a Clint Eastwood masticando su puro y disparando a diestro y siniestro en pantalla grande es un recordatorio de lo que el cine puede y debe ser. Durante la proyección, Alejandro G. Calvo se encargó de desmenuzar cada detalle: desde la dirección de Leone hasta la influencia de Morricone, y cómo esta obra maestra sigue viva y coleando, como un pistolero que se niega a caer.
Leone, Morricone y el legado inmortal
A día de hoy, El bueno, el feo y el malo sigue siendo esa película a la que todos vuelven cuando quieren aprender cómo hacer buen cine. Leone nos enseñó que los héroes no tienen por qué ser perfectos (ni de lejos), y Morricone demostró que la música no solo acompaña al cine, lo transforma.
No todos los días tienes la oportunidad de ver una obra maestra así en pantalla grande. Este pase ya es historia, pero la película, amigos, sigue tan viva como siempre. Y si algo nos enseñó El bueno, el feo y el malo, es que en el mundo del cine, hay dos tipos de películas: las que son leyenda, y las que cavan su propia tumba.