Poco se le puede reprochar, después de sus quince años de historia, a un festival que nos ha regalado actuaciones tan históricas como las de Prodigy, Prophets Of Rage, Kylie Minogue, Pet Shop Boys, Orbital, Justice, The Neptunes, Smashing Pumpkins, Sigur Ros; Kase O, Jack White, Rigoberta Bandini o Zahara, por nombrar una buena ristra de ellas, y que para su quince aniversario, no han querido ser menos. El cartel lucía brillantemente con nombres como Ben Harper, Sex Pistols, Texas o Alanis Morissette.
El miércoles, era un día complicado en la agenda de la revista, por un lado teníamos el concierto de Weezer, al que no podíamos dejar de asistir, y el comienzo del Cruïlla con nombres destacados de la actualidad musical como Girl In Red, Gracie Abrams y Lía Kali, todas ellas mujeres fuertes y artistas sobresalientes que desprenden arte por los cuatro costados. Pero, desgraciadamente, no pudimos asistir.
Segundo día de Festival y segundo éxito
El jueves comenzaba a primera hora de la tarde, todavía con un sol de justicia enrojeciendo a cualquiera que se atreviera a ponerse bajo el astro rey, directo al escenario Vueling para disfrutar del remember nostálgico de los catalanes Dr. Calypso.
Con la banda al completo sobre las tablas y el recinto llenándose velozmente desde la pista hasta las gradas, Sergi y Lluis comienzan a entonar las primeras letras de Return.
Un retorno que venía precedido por ese final anunciado en 2019 con un concierto de despedida por todo lo alto en la sala Bikini de Barcelona, al que asistí, y que volvía a reunir a sus adeptos más mayorcitos a unas horas de la tarde realmente complicadas.
Pero tanto la banda, como su público, lo dieron todo, y cuando digo todo, es todo, bailando ska y rocksteady como si no hubiera un mañana. Con un setlist a prueba de bombas en el que cayeron clásicos incunables como Sense Sostre, 2.300 milions, The Power Of The Latin Soul, Cami Fàcil, Tòxic, Brigadistes Internacionals, Anti-Ska, Se’ns Pixen, Born To Be Alive, Pole y Plan 10, entre otras muchas, la banda se dejó los fluidos en el escenario, sudando la gota gorda y sintiéndose tan emocionados y privilegiados como nosotros.
Lo suyo siempre es una fiesta por todo lo alto, pero jamás dejarán de ser un grupo político y combativo, defensor de las injusticias y denunciando al opresor.
Y es, precisamente esa combinación, la que los hace ser tan queridos y únicos. Eso por no hablar que, junto a Skatalà, fueron la piedra angular del sonido importado de Jamaica durante la década de los 90, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Respect, ska y rocksteady.
Fermín Muguruza un clásico que no decepciona
Y por si con el ska de Calypso no tuviéramos suficiente, acto seguido nos fuimos directos al escenario Estrella Damm para disfrutar del concierto conmemorativo de los cuarenta años de Fermín Muguruza sobre los escenarios. Un concierto que ya llenó el Palau Sant Jordi con el paso de su gira por la Ciudad Condal, y que repetía de manera casi idéntica en el Cruïlla de este año.
Y no lo digo como algo malo, el setlist que maneja Muguruza a estas alturas de carrera, y la joven e infalible banda con la que cuenta, es una cosa prácticamente imposible de superar en su estilo, que de nuevo mezcla el ska, el rocksteady, el punk y el hardcore de la manera más exquisita y jugosa del universo conocido.
Ya sea con los hits irrepetibles de sus dos bandas madre, Negu Gorriak y Kortatu, o con el catálogo de canciones que ido amasando a lo largo de su holgada carrera en solitario, Fermín Muguruza y su banda demostraron porque son auténticos guerreros contra la desigualdad, la crueldad, el fascismo y el racismo.
Algo que se corroboró de manera indiscutible cuando, antes de empezar el concierto, tenían a varios colaboradores repartiendo banderas del Líbano y Palestina entre el público para alzarlas durante el tema Yalah!, Yalah!, Ramallah!. Un gesto que los define mucho como personas.
Como es obvio y tiene que ser, estamos hablando de canciones que han definido la identidad de muchas de las personas que poblaban la década de los 90 como adolescentes, canciones como Desmond Tutu, Nicaragua Sandinista, After-boltxebike, B.S.O., Zu Atrapatu Arte, con Juanrra de KOP sobre el escenario, Gora Herria o la final Sarri Sarri, fueron de las más celebradas. Vuelvo a enfatizar en el poder y la emoción que transmite una banda que suena como tan fuerte y directa como un tiro en la sien, y tan vital y política como un alto el fuego.
y continúa la fiesta…
Acto seguido, y sin que pudiera evitarlo, mi corazón se repartió entre las maravillas balcánicas de Goran Bregovic y su banda, en el escenario Vueling.
Y la magnética St. Vincent en el escenario Occident. Los de Bregovic, insuperables como siempre, sobre todo si estamos hablando de poner la fiesta patas arriba a base de contagiosos ritmazos étnicos y una pasión desmedida por la vida y el disfrute.
No era la primera vez que los veía, pero siempre es un chute de energía de proporciones épicas escuchar sus curiosas tonadillas desbordantes de extraños instrumentos y fraseos indescifrables, Bregovic es un grande en todos los sentidos. Mitad del concierto y corriendo al Occidente a encontrarme con St. Vincent, una de las artistas conmayor potencial y proyección de la actualidad indie – rock.
Habiéndome perdido su concierto en Barcelona de hacía unos meses, era la oportunidad perfecta para comprobar si todo lo que se dice de ella en directo, era cierto. Pues sí, lo es, y todavía creo que se han quedado cortos a la hora de alabar sus méritos como artista controvertida, incómoda y pasional como demostró en el escenario Occident del Cruïlla.
No exagero cuando digo que las bofetadas de realidad que me dio St. Vincent y la actitud de bestia fuera de control que vivimos esa noche, nos dejó a la mayoría asombrados y con ganas de más.
Los Sex Pistols nos dejaron fríos
Y llegaba el momento cumbre de la noche, incluso puede que de todo el festival. Con mucha expectación entre el público y unas ganas descomunales por ver a la banda más mítica del punk inglés, llegamos al Estrella Damm para ver a Sex Pistols.
Combinado en el que actualmente tenemos a Paul Cook a la batería, Steve Jones a la guitarra y Glen Matlock al bajo, todos ellos integrantes originales de la banda. A las voces, y a falta del legendario Johnny Rotten, la elección era, al menos sobre el papel, la ideal.
El ganador era Frank Carter, probablemente uno de los cantantes de punk y hardcore actuales más solventes, enérgicos y con más sentido del espectáculo.
Lo dicho, sobre el papel, era uno de los eventos más importantes del año y los comentarios previos sobre los conciertos que ya habían hecho, no hacían más que hacer crecer la expectación por verlos.
Con un escenario decorado para la ocasión, con los colores de su debut customizando los amplis, altavoces e instrumentos de la banda, y un setlist absolutamente insuperable, se tocaron el Never Mind The Bollocks enterito, Frank Carter se convirtió en el centro de atención en todo momento alabando a la banda, corriendo de un lado al otro del enorme escenario, animando al público a montar pogos e incluso bajando a cantar un tema en el centro del meollo acabando con su famosa pose de pie alzado sobre el público.
Nada que reprocharle al sonido, al setlist, a la entrega de Carter o al empaque de la banda, eso seguro, pero para nada estamos hablando de algo memorable, histórico o remarcable.
Lo siento, alguien lo tenía que decir. Ya sé que hay que saber a lo que uno se atiene al ver a la que fuera la banda más peligrosa, obscena y descerebrada del planeta en los años setenta y además sin su cantante original, quizás el cantante más emblemático de la historia del punk, pero aquello era más bien un paseo por el camino de la nostalgia, que un verdadero concierto de punk.
Si no fuera porque me encontré con Frank Carter viendo a St. Vincent, nos hicimos una foto y alabó mi camiseta de Refused con un – esa banda, mola mucho, tío -, el valor de que los Sex Pistols vinieran al Cruïlla, hubiera disminuido aún más.
El viernes más festival
El viernes comenzaba en la misma localización que el jueves, el escenario Vueling. Mi romance con Ben Harper empezó a mediados de los 90, con una trilogía inicial insuperable, y llegó hasta inicios de los 2000 con ese directo llamado Live From Mars que ya se ha convertido en uno de los discos más míticos de mi colección.
Pero tengo que admitir que, desde que lo vi por última vez en 2006 con el Both Sides Of The Gun, mi interés por sus discos y por sus directos ha caído en picado de la misma manera que ha caído su apego por el pop de carácter social y de raíces africanas.
Desde que el soul y el blues de ascendencia americana invadieran su catálogo, poco rastro quedó de aquel artista que hacía vibrar cada fibra de mi cuerpo con canciones como Excuse Me Mr., Glory And Consequence, Faded, Roses From My Friends, Oppression, Burn One Down, Gold To Me o With My Own Two Hands.
Ganas no me faltaban, lo admito, sobre todo por ver cuál iba a ser el repertorio de festival que tenían preparado Harper y su banda. Pero parece ser que, todas las ganas que yo tenía de verlos, iban a ser inversamente proporcionales a las que tenía Harper de conmoverme ese día.
Sí que es verdad que entre medio cayeron algunas como Faded, Diamonds On The Inside o la final With My Own Two Hands, pero el concierto sufrió tantos altibajos en todos los sentidos, que la desconexión con las canciones, con la banda, con el público y con la emoción, se vieron afectadas por un sol abrasador, un ritmo bastante irregular y un repertorio en el que sonaron demasiadas canciones al estilo de la nueva era de Harper, incluso los clásicos fueron adaptados a ese estilo más blusero que poca justicia le hacía a los temas. Una pena la oportunidad desaprovechada, pero tampoco voy a negar que el público estuvo bastante entregado con Harper.
María Jaume y un, muy justificado, aforo limitado
Directos a la carpa de Vichy Catalán, tocaba ver en acción a la mallorquina María Jaume, otra de esas oportunidades que se presentaban como oro puro después de regalarnos, este 2025, una edición especial de su fantabuloso Nostàlgia Airlines del 2024, rebautizado como Nostàlgia Airlines Souvenir, un disco de pop actual y mediterráneo de lo más redondo y pluscuamperfecto.
Con una carpa llena hasta la bandera, el aforo limitado tuvo que restringir su acceso al poco de empezar el concierto, María nos puso a bailar a todos con su pop desenfadado, chicletero y amoroso a ritmo de temas tan irresistibles como Quina Pena, Ella Sempre Crema, Hoteles, Sol y Playa, Me Desplom, S1venir, Mon Cheri Go Home, Caja Rajada 1964, Xin Xin i Bye Bye, Màgia Obscura o Very Verinosa, poniendo sobre la mesa porque deberíamos considerarla como una de las precursoras del actual movimiento encabezado por Julieta o incluso Mushkaa. Sin duda, el concierto revelación del fin de semana y uno de los directos más divertidos y bailables del festival.
Los hermanos Leto sudaron la camiseta
Aprovechando el tiempo para pasar por varios escenarios a bichear y picotear un poco de cena para hacer tiempo, nos plantamos en el escenario Estrella Damm para ver al grupo de los hermanos Leto y disfrutar de su arena rock con todas sus consecuencias. No vamos a negar que los hermanos Leto, Jared a la cabeza y Shannon a las baterías, han sabido encaminar su música hacia las grandes masas resolviendo el concierto de la manera más profesional y certera posible, al menos en ese ámbito.
Pero de nuevo, los discos que realmente me interesan de 30 Seconds To Mars son los dos primeros, esos discos que tienen bastante olvidados en el cajón y de los que únicamente rescatan algo del A Beautiful Lie por aquello de que tuvo varios singles que los catapultaron de manera bárbara.
Lo que no vamos a obviar son las ganas de ambos por pasárselo bien y hacérselo pasar aún mejor al público. Sudando la camiseta de manera literal, sobre todo Shannon que se dejó tres cuartas partes de agua de su cuerpo sobre la batería, fue extraño y entrañable ver cómo un grupo de su envergadura, hacía subir a decenas de personas del público, hasta dos veces, con un final colectivo de lo más emotivo y efervescente con su Closer To The Edge sonando a todo volumen.
La banda escocesa Texas enamoraron como siempre
Y llegaba otro de los momentos más imperdibles del festival. Escenario Occident y Sharleen Spiteri y los suyos, la banda escocesa Texas para más señas, se personan sobre las tablas para regalarnos el concierto con más hits por hora del fin de semana.
Texas son la típica banda que, tanto si los conoces y los disfrutas al máximo, como si vas allí a dejarte sorprender, quedarás enamorado de la vitalidad que transmiten, lo que rockean, lo profesionales que son y lo mucho que pueden hacerte bailar todavía.
Con una Sharleen haciendo las funciones de jefa absoluta, presentando las canciones, hablando con el público y atreviéndose incluso con un español más que correcto en ocasiones, lo suyo fue otro de los conciertos más memorables del festival.
Entregados en cuerpo y alma a un público igual de emocionado y entregado, en su infalible setlist no faltaron clásicos de la talla de I Don’t Want A Lover, soltándola la primera para sacársela de encima rápidamente, Summer Son, que le iba como anillo al dedo al momento, Black Eyed Boy, siempre presente en sus directos o esa extremadamente fiestera Suspicious Minds con la que finalizaron el concierto, y para nosotros, el día también.
Alanis Morissette llegó y triunfó
Con la sombra de la cancelación sobrevolando el recinto del Parc del Fòrum, el inicio del festival se aplazaba hasta las nueve y media de la noche por las alertas gubernamentales sobre una posible tormenta que podía hacer peligrar la integridad física de los asistentes, tenía que ser mucha mala suerte que Alanis Morissette tuviera que cancelar de nuevo su concierto en Barcelona después de que la pandemia ya hiciera lo propio con su gira del 25 aniversario de su debut hace ya cinco años.
Mi amor incondicional por Alanis viene precisamente de aquel pseudo-debut de 1995 titulado Jagged Little Pill, con el que conquistó a partes iguales al mundo y a la industria discográfica vendiendo millones de copias, pero que en ningún momento se quedó ahí, como le pasó a otros muchos.
Por mucho que sus discos posteriores a los 2000 no tuvieran la repercusión de sus dos primeros discos, aunque el segundo ya fue a la baja, soy de los que siempre ha disfrutado y celebrado cada uno de sus discos. Ya sea por sus temáticas sobre la humanidad, el abuso, la injusticia, la pobreza y el machismo, o esa forma tan característica que tiene de cantar, nunca he obviado su carrera y siempre me he considerado un gran admirador de su trabajo.
Y Alanis no falló ni una. Desgranando nada menos que nueve de los temas contenidos en ese glorioso Jagged Little Pill y tocando hasta seis canciones del posterior Supposed Former Infatuation Junkie, la noche se convirtió en un sueño hecho realidad.
Sin necesidad de grandes florituras, pero contando con una banda sólida y de un nivel profesional exagerado, Alanis no paró de ejercitar su voz, que iba en aumento con cada nueva canción que ejecutaba, correr arriba y abajo del escenario como si tuviera veinte años y contagiar de buenas vibras y de vitalidad a un Fòrum absolutamente rendido a las delicias de la americana.
Especial mención al momento íntimo y acústico que propició el set compuesto por Rest, Mary Jane y Perfect. Generando imágenes para el recuerdo continuamente, la pasión y la emoción a flor de piel que se vivió con Ironic, Hand In My Packet, You Learn, Head Over Feet o ese trío final compuesto de You Oughta Know, Uninvited y Thank U, fue algo que no se puede describir con palabras, sobretodo si llevas 30 años queriendo vivir esos momentos.