‘Prince, The Beautiful Ones’, Prince

La extraña música del extraño hombre que nuestro mundo necesitaba

por Manuel Gris

Cuando era pequeño, cada domingo me despertaban mis padres con discos de Joplin, los Rolling, Hendrix, Turner, y una lista casi interminable de artistas que, sin miedo a lo que pensasen el resto y teniendo como única vara de medir su propia libertad, cambiaron para siempre el modo en que tenemos de ver la música y la pasión por vivirla hasta límites insospechados.

Fueron, y siempre serán, héroes. Ni más ni menos.

Más tarde, cuando comencé a crecer y empezar a tener mi propia curiosidad, me busqué la vida a través de grupos, en su mayoría y así para empezar con calma, de heavy metal tales como Judas Priest, Iron Maiden, Metallica (cuando eran un grupo y no unas animadoras vendidas y llenas de ego), Manowar, y, más adelante, Marilyn Manson que, con diferencia, cambió mi vida para siempre. No porque fuera el mejor o porque inventase algo nuevo, ni mucho menos, lo que más me atrajo de él fue toda la purpurina (metafóricamente y literalmente hablando) que traía detrás de la música. Todo el disfraz y las historian detrás de cada disco, de cada personaje. De cada canción.

Tranquilos, que ahora llego a Prince.

Es la meta de todo esto.

Lo primero que me atrajo de Marilyn Manson fue esa extraña manía de ponerse una lentilla de color blanco, hasta que en una entrevista leí un nombre que me sonaba, claro, pero que nunca lo había tenía delante con calma: David Bowie.

Cuando vi fotos suyas comprendí al instante que Marilyn Manson no había sido un pionero, sino alguien que amaba a este extraterrestre inglés y que, tomando las palabras de Picasso, “Los buenos artistas crean, los genios roban”, así que decidí entrar en ese nuevo mundo con la antena muy abierta y ¡UAU!

Menuda música/locura/imaginación/arte tenía. No había descubierto, una vez más, nada igual.

Hasta que entonces, de manera natural (veis como no faltaba mucho), llegué a Prince.

He de reconocer que su música, su estilo y su voz nunca me entró por completo.

Jamás me he considerado un fan de él, y apenas me sé un par de sus canciones. Pero como le dije a una escritora muy “antipática”, que no entendió mi felicitación por un “premio” literario que había ganado: “que no me guste algo, que no lo consuma o lo soporte, no quita que me alegre porque tenga un premio”.

Pues lo mismo me ha pasado toda la vida con Prince. Para mí siempre ha sido un músico increíble, con un estilo del todo reconocible y una voz tan personal y única, tan llena de matices y capaz de expresar cada una de las letras que canta, que es difícil pensar en alguien que no sea él cuando algún nuevo artista lo tiene como influencia.

Y por eso, por la admiración y la completa seguridad que tengo al decir que el mundo sería muy diferente si nunca hubiera existido, no puedo dejar de recomendar el libro Prince, The Beatiful Ones (RESERVOIR BOOKS), porque además del texto y de lo que narra en él (queda muy intrigante, pero hacedme caso: es mejor si lo leéis vírgenes), hay una serie de fotos que fácilmente pueden ser etiquetadas como Rarezas, donde descubrimos al hombre detrás del mito, del artista, de la máscara que se colocaba día tras día en el escenario y en su vida privada, y así poder llegar, de un modo que me ha sorprendido, dentro de la personalidad de un genio que cambio la forma de comprender la guitarra, haciendo que varias generaciones viajaran con los ojos cerrados y sus riffs en los oídos.

El mundo, por desgracia, cada vez está menos lleno de genios musicales, por eso, aunque con una lagrimita, a veces es necesario volver atrás, a ese lugar donde todo empezó, y soñar con un futuro en el que las Rosalias, Reggetoneros y poperos dejen de nuevo paso a los verdaderos genios de la música.

A seres tan únicos como Prince.  

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