Silencio por los que mueren en tu lugar

Rosa Panadero

“Partners”, socios, llama Starbucks a sus camareros y demás personal en contacto con los clientes. Casi nadie recordamos la etiqueta con el nombre o la cara del socio de Starbucks que nos sirve el espressoacompañado de carrot cakeo una galleta oreoal poco de abandonar el mostrador de la franquicia en la Gran Vía madrileña, la Moraleja Green o en el Aeropuerto de El Prat, o merendando ayer en Parquesur o en Splau. Detrás de esa sonrisa al público invitando a consumir algo más, sonrisa que forma parte de su contrato, hay una vida. Una rutina. Una mascota. Unas aficiones. Una falsa identidad, también. La vida de alguien cuya existencia se evapora y vuelve a reinventarse en otra ciudad cada pocos años, a veces sólo meses. Hasta que un compromiso con la infancia le obliga a bajar al mundo real. Y es la muerte de la que se esconde la que la devuelve a la vida. Seis niñas sin identificar, salvo una que porta un colgante del que no es su dueña. La propietaria de la gargantilla sigue viva. Huyendo. Tres décadas escapando hasta que decide mostrarse y contarles a Bobby Dodge y a la detective D.D. Warren lo poco que recuerda: un repaso por su vida, un recuento de domicilios, de mudanzas sin sentido alentadas por un padre obsesionado con protegerla.

Ni siquiera los policías ni los forenses son capaces de enfrentarse al dantesco museo en el que seis nichos acogen los cadáveres de otras tantas víctimas, todas ellas niñas, cuya fecha de muerte es difícil de datar. Casi desde dentro del perímetro policial el lector puede visualizar lo que ocurre en el interior. Casi no quiero ni mirar. Ni leer. Es el respeto por los muertos, incluso si son personajes inertes de una novela nacida de la imaginación de Lisa Gardner. Pero la muerte impresiona, sobre todo si se trata de una pila de niñas no identificadas y perfectamente embaladas en bolsas de plástico transparente que permiten ver hasta los cabellos pegados al cráneo.

D.D. Warren aparece en esta novela de forma secundaria, concediendo el protagonismo a Annabelle Granger, la víctima no asesinada por el psicópata criminal, una joven que bien podría ser la chica que nos sirve el café en el Starbucks, y a Bobby Dodge, el detective apartado de su misión como francotirador por una muerte errónea en su haber. Ahora Bobby no podrá equivocarse. O más gente morirá.

Veintidós millones de lectores siguen los thrillers de Lisa Gardner. Si te gusta el suspense, ¿lo dejarías pasar?

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