Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Cerveza y conversaciones

Ayer fui protagonista de algo que, por desgracia, no se vive mucho hoy en día debido a una mala costumbre que nuestra sociedad tiene a la hora de relacionarse: hablé con un amigo de algo en lo que teníamos dos puntos de vista distintos, y ambos aprendimos algo.

Os dejo un segundo para que lo asimiléis.

Sé que es algo que cuesta entender.

Venga, un par de segundos más.

Todo empezó con una noticia que había leído unas horas antes, y que seguro que todos medio conocéis porque se ha hecho viral, en la que una influencerlloraba porque le habían cerrado el canal, y por lo tanto su fuente de ingresos, y tendría que volver a hacer eso que el 90% de la gente (según sus datos) hacemos todos los días: trabajar.

A mí, sinceramente, me pareció justicia divina el hecho de que una gandul de éstas que viven de las redes sociales tuviera que volver a ponerse a currar de verdad (además creo recordar que antes había sido prostituta, así que por no tener oportunidades no será), y me lamentaba de que la nueva hornada de chavales que vienen detrás de mi generación tuvieran como meta este tipo de “trabajos” en los que no se necesitaba ningún atributo ni estudio previo, más allá de estar en forma o saber hablar a cámara, con el problema que esto acarreaba: no tener a nadie que se dedique a trabajos necesarios para el crecimiento social o la simple y llana supervivencia.

Entonces entró en la ecuación la visión de mi amigo.

Él alegaba que era cierto que mucha gente se interesa por este modo de ganar dinero, pero que ni por asomo era la mayoría de la sociedad la que lo hacía, y además de estos muy pocos llegaban a de verdad vivir de ello totalmente.

Para él solo había una pequeña parte de esta gente que cambiaba los trabajos importantes (como medicina, ingenierías, magisterio, por poner solo tres ejemplos que para mí son necesarios) por este tipo de nuevos campos, y que los medios de comunicación y el alarmismo más loco estaba detrás de que nuestra impresión sobre este hecho estuviera tan equivocada.

Porque en realidad sí hay estudiantes que siguen labrándose un futuro en campos que si desaparecieran estaríamos todos jodidos, pero el hecho de hablar tanto de youtuber, influencers, modelos, o tronistas era un espejismos de las televisiones y diarios, una especie de cuento chino que nos ponían delante solo para que nos entretengamos.

Para que sepamos que eso está ahí, pero sin la importancia ni el impacto social que en realidad tienen.

Es como cuando la gente dice que dedicarse al porno es sencillo y que los actores de este sector viven como Dios, cuando en realidad hay que estar muy preparado y con la cabeza muy bien amueblada para entrar en ese mundo, en el que tu intimidad desaparece al instante y los prejuicios están a la orden del día, y mantenerte en él. ¿Cuántos actores y actrices sabes sus nombres de memoria?, ¿y cuántos actores hay en el mundillo? Pues eso.

Mi error, y lo vi claro mientras charlábamos, fue hacer con ellos lo mismo que mucha gente digo que hace con los actores porno: los infravaloré.

Había tomado por gilipollas a los que se ganan la vida a base de aplicaciones y postureo (que, bueno, seguro que la gran mayoría lo son o les falta muy poco, pero ese no es el punto que voy a tratar), además de creer que cualquiera que entre en el juego va a vivir de él sin problemas, cuando la realidad es que de 100 chavales que traten siquiera de intentarlo van a lograrlo, con suerte, 1 ó 2.

El resto serán estrellas fugaces de un solo mes, y a seguir adelante con sus vidas. Aunque en algo sí me dio la razón mi “adversario”: este tipo de mundo, debido a que nos lo están vendiendo como algo que no es y con tanta purpurina que a veces resulta venenosa, está haciendo que esos chicos y chicas crezcan viendo el mundo como algo fácil de domar y en el que lograrán sus metas sin mucho esfuerzo, porque ¡oye!, ¡yo soy más guapo/listo/locuaz que ese! ¡¿Por qué no lo intento?!

Y no, lo siento, esto no puede compararse con sueños como ser músico o escritor, no se acerca ni un poco a ser actor (otro campo que la gente se cree que es llegar, llorar, y acto seguido protagonizar una de Marvel o dirigir el Hobbit) o cómico, porque éstas ramas del arte requieren mucha dedicación y empeño, mucho sacrificio y ganas de no quedarte donde estás y buscar la perfección en cada nuevo logro, y después de coger algunos frutos seguir, y seguir, y seguir.

Los sueños de estos influencersse basan en controlar a las masas, saber venderse y mostrar un perfil que sea atractivo para la audiencia, y eso admito que requiere cierto talento, pero no puede compararse en absolutamente nada a esos “trabajos menores” que nuestros padres contestaban a nuestro anuncio de que íbamos a intentarlo con caras de “solo es una fase”.

No todo el mundo vale para dedicarse a un trabajo en el que dependes de los gustos de la gente, de que acepten tu arte y quieran más y más hasta el punto de ganar dinero con ello, y cuanto antes se les meta en la cabeza a todos los que quieren intentar vivir de ello, mejor.

Porque con decir que tienes una banda o has escrito un libro, y creerte muy bueno, no te garantiza ni de puta coña el poder dedicarte a ello.

Y ya ni hablemos de los que no alcanzan la fama y en lugar de aceptar sus fallos y sus limitaciones, o directamente comprender que no valen para eso, culpan a los demás porque “no me entienden/hay un complot/soy demasiado avanzado para ellos”, porque estos egocéntricos, estos payasos, no hacen más que soltar lágrimas de cocodrilo que acabaran en la misma bolsa de basura que las de la chica que inició toda la conversación que tuve ayer con mi amigo, en la que él tenía su parte de razón, y que acepto porque mis prejuicios con esta gente son los que son, pero él supo entenderme y aceptar mi punto de vista.

Y nos echamos unas buenas risas, que coño.

Esto, amigos, es algo necesario para la convivencia, es obligatorio para poder vivir en paz y sanos como sociedad. Tratar de ver el otro punto de vista, escucharlo con atención, y respetarlo aunque no lo compartas es lo primero que hay que hacer si pretendes ser alguien de provecho y con una vida que cuando llegues a la tumba no te avergüences al recordarla. No te arrepientas de nada en absoluto.

Tratar de crecer todos los días un poco más y no acomodarte en el sofá que ya tiene la forma de tu culo es el primer paso para no convertirte en un escombro humano sin beneficio para nadie.

Para no ser, en definitiva, alguien tan fácil de olvidar como toda esa gente que no sabemos quiénes son.