Reflexiones desde mi espejo

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Manuel Gris

Blog de Manuel Gris: ‘El Chivi, el cacaculopedopis que todos necesitamos’

El Chivi, el cacaculopedopis que todos necesitamos

Hubo un tiempo donde nos podíamos reír, sin sentirnos mal, de chistes de pedos, pollas, coños y demás palabras que la corrección política (nuestros nuevos profesores, con reglas de madera, censores y autoritarios) trata de esconder debajo de la alfombra del puritanismo y la paz entre especies. Quizá esa época no fuera mejor que la de ahora, quizá es obvio que en algún momento debemos dejar de ser niños y empezar a comportarnos como adultos, y quizá también fuéramos más libres que ahora, que la mentalidad limpia y pura nos está comiendo el terreno usando como bandera conceptos contra los que en realidad luchan y, día tras día, en realidad están colocando en la guillotina.

Hasta que llegue su turno, por supuesto.

En ese pasado no tan lejano hubo una gran hornada de músicos y artistas que, sintiéndose libres de darle una patada en los huevos a la derecha más censora (sí, hubo una época en que la derecha se oponía a las mismas cosas que ahora la izquierda nos prohíbe decir. Que cosas), escribían canciones/himnos llenos de mala baba y de historias que harían sonrojar a una madre (a la mía no, por suerte), y que colocó en la memoria popular estribillos y conceptos que por mucho tiempo que pase jamás van a borrarse.

Juampa y la Raja o Manolo CabezaBolo, por nombrar solo dos, además de un largo etcétera se atrevieron, contracorriente, a escribir canciones sobre pajas, pollas, historias que nos arrancaban carcajadas mientras nos avergonzábamos de nosotros mismos, y toda una serie de libertades sexuales, ideológicas, e, incluso, raciales (que optaban más por ridiculizar que por insultar) para poner sobre la mesa las miserias de todo el que se les ponía delante, haciendo real y cercano lo que normalmente escondemos en un cajón para que nadie nos ataque por ello.

Pero si hay uno que a mí, personalmente, me robó el corazón, si existiera unas olimpiadas donde yo fuera el único juez y forjador de medallas, El Chivi, sin duda, sería el ganador en todas y cada una de las modalidades.

No pretendo hacer una biografía sobre él, así que no lo haré y me centraré solamente en cómo se folló sin vaselina ni permiso mi cerebro cuando apenas tenía edad para contarme los pelos de los huevos; aunque podría decirse que él me enseñó que algún día podría tenerlos.

Un luchador por la sexualidad libre, por las prácticas más oscuras dentro del inmenso abanico de perversiones habidas y por haber, y amante del cacaculopedopis, El Chivi irrumpió en mi vida, y en la de muchos, con una canción que hablaba de todos los tipos de coños que podían encontrarse, y lo hizo sin dejarse ni uno solo, dándole incluso más valor a las descripciones más repugnantes y aberrantes, y que dependiendo de qué pies cojearas te hacía tener un miedo irracional al cunnilingus. Creo que en cuanto lo oí, a la primera frase, supe que esa manera de atreverse a hacer las cosas, esa falta de miedo por lo que todos los demás puedan pensar o si, ¡Dios no lo quiera!, podían ofenderse, iba a ser una parte importante de mi personalidad para toda la vida. Esa falta de miedo ya no solo a reírme de todo lo que me saliera de los huevos, o a escupir en la cara de los que pretendían encerrarme en una jaula, sino a aceptarme como persona, a conocerme y saber quién soy y qué me gusta, fue lo que me regalaron canciones como El abuelo es gay, De príncipes azules y princesas, la ya mencionada Coños, o una de mis favoritas: Radical, en las que ponían patas arriba la sociedad y conseguían que en los conciertos todo el mundo se riera al describir como un anciano tragaba semen (mientras su nieto le daba por el culo), o al darle aún más la vuelta (ríete tú de Disney o de la censura que ahora existe sobre el tema) a los cuentos de hadas, vitoreando cosas como: como en los buenos cuentos, con grifa, sado, y rock and roll.

Por suerte, debido a que la gente se cansa de que les digan qué pueden decir/opinar/cantar, ha habido nuevos grupos y cantantes que siguen la estela de todos los que en aquella época sembraron. Grupos como Puta España Musical, Tu Madre es Puta, o cualquiera de los que año tras año llenan los escenarios del festival Mundo Idiota (buscad por internet, y empaparos bien), me dan esperanza ante la censura que muchos se niegan a ver porque, en realidad, la necesitan para seguir viviendo del cuento, dar piruetas verbales para defender lo que hace años hacía la derecha más radical y la iglesia más puritana, o sentirse algo más que simples observadores en un mundo que les da miedo por el simple hecho de sentir pánico por lo que realmente son (y que en realidad me da igual, como a ellos les debería dar lo que somos los demás).

El Chivi siempre va a estar ahí, le veamos o no, le escuchemos o no, porque gracias a él y a muchos otros, una gran hornada de personas entendimos, y respetamos, que las palabras no deberían tacharse solo porque no te gustan o te ofendan, sino que simplemente, y aunque duela, podemos darnos la vuelta y seguir andando, o apagar la tele o la radio, o no leer artículos o escuchar programas de radio. Porque en cuanto censuramos, tachamos, e insultamos por no estar en un bando, es cuando empezamos a construir muros y barreras que nos separarán aún más como grupo. Como especie. Como raza humana.

Ahora, si me disculpáis, voy a Youtube, a escuchar de nuevo De príncipes azules y princesas, o a partirme el culo con Canción Protesta de Tu Madre es Puta, porque reírse de todo es el primer paso para reírse de uno mismo.

¿Venís conmigo?, será más divertido que jugar a ser censor, os lo aseguro.