Borat 2

¡Wiwowawiwa Borat en la casa!

A la mala cara que nos esta dejando este 2020, solo un personaje como el mítico Borat, podría hacernos reír.

Desde este mi humilde blog, te doy las gracias Sacha Baron Cohen por resucitar al mejor cuarto periodista de Kazajistán.  Sin duda solo él sabe la formula, con su don por no saber como encajar y caer bien a todos, para transformar en comedia la vergüenza ajena. 

Me acuerdo el día que “conocí” a Borat. Harán ya casi catorce años de aquello y la sensación que sentí es, sin duda, inolvidable. El formato de aquella película, las bromas pasadas de vueltas recordando a los legendarios Jackass y lo más sorprendente, como troleaba a la gente. No sonaría forzado decir, que Borat me enamoró.

Antes de ponernos más románticos, vamos a hablar de la secuela de este adorable y estúpido personaje.

¿Qué nos cuenta esta vez?

En esta ocasión la historia se torna más sofisticada. En un inicio, nos presenta la realidad que esta viviendo en su país tras el éxito de la primera película. En esta actualidad, la cual no le pinta muy bien, descubre que lo único que tiene es el amor de su hija. Seleccionado para una misión de reconciliación con el mundo. Borat fracasa y se encuentra solo con su hija, en una América prepandémica. Entre el caos, va educando como puede a su hija y bueno lo que sigue, creerme, es digno de ver.

La experiencia con la historia que nos cuenta, es muy satisfactoria. La narrativa esta bien construida y los elementos que la forman, te dejan un sabor de boca, bastante mejor que su predecesora.

Con permiso de la primera, esta segunda parte nos introduce de una manera más directa, con la realidad que vivimos y con la que nos muestra la ficción.

La primera media hora se pasa enseguida, dejándote pensar que peor le puede ir a Borat. La película se supera minuto a minuto, alcanzando puntos muy elevados de vergüenza ajena, haciéndote preguntas como “¿Enserio que os la ha colado?”

“¡Con mucha crítica social, por favor!”

Y si la primera pedía dos tazas, la segunda te da como seis. No se corta en darnos un reflejo cringe de la América más extrema, donde lo que vemos reflejado parece en si mismo, autentica ficción.

En estos contextos pasados de vueltas, Sacha Baron Cohen mejor dicho Borat, se la juega a cada instante siendo irreverente e incomodando los pensamientos clásicos de los lugareños, para hacer comedia, a toda costa, de todo lo que le rodea.

Sin ningún pudor hacía la burla y usando a su hija como motor de la crítica, Borat se ríe de toda la América casposa. De ahí parte la magia del film, donde bajo el paraguas del performance, los personajes hacen una fuerte sátira social, usando los ojos de los “extraños reporteros”, nos hacen reflexionar sobre temas candentes.

La era Trump (Borat lo llama Macdonald Trump) el racismo intrínseco en la sociedad americana, sobre el valor de la mujer en la sociedad y uno de los más actuales, el COVID-19 y su legión de negacionistas. Vamos que Borat y su hija reparten para todos, eso sí, siempre incomodando desde el respeto.

Para ir cerrando, decir que es una película muy molesta que no duda en hacerte que gires la vista de vez en cuando. Lejos de ser una mala segunda parte, las nuevas aventuras de Borat son entretenidas y divertidas. La primera sorprende más, pero en esta todavía se la sigue colando a todo el mundo. ¡Chapó!

No terminar sin decir, que no es un humor plano y que tal vez, se necesite cierta amplitud humorística. 

Así que si en tu región predomina la cuarentena, ya tenéis noventa minutos de distracción.