Amaia, la consagración de una artista única en su especie

Que Amaia es una de las artistas actuales más queridas por su público es algo indiscutible, pero por si a alguien todavía le quedaban dudas acerca de este tipo de afirmaciones, sus dos conciertos con el cartel de sold-out colgado meses antes de su celebración en el Club Sant Jordi de Barcelona, creo que dejan la cuestión fuera de toda duda.

Su acercamiento, del todo natural y casi familiar, a sus fans, siempre la ha puesto en una posición privilegiada en cuanto a la emoción que crea en sus canciones y sus directos, pero lo vivido el pasado sábado en la Ciudad Condal, pone en evidencia a muchos artistas de su generación con respecto a la manera de llegar a su público, que en su caso, es siempre desde el arte, la creatividad y el corazón.

Una combinación ganadora que, para Amaia, se desprende de una manera muy especial y concreta.

Un show que no defrauda

Con un show dividido en cuatro actos, en los que tanto la energía del concierto, como las cualidades visuales del mismo iban continuamente en aumento a medida que se iban sucediendo los actos, ver un espectáculo así de cambiante, pensado y vivo, es algo que no sucede todos los días.

No es fácil llegar a un concepto de show tan ambicioso y ejecutarlo de esa manera tan efectiva, calculada y precisa, y Amaia lo consiguió con creces.

Su carácter vitalista y su escuela musical, nos regalaron algunos de los momentos más memorables del show.

Esos bailes sacados de la imaginación más creativa y desprejuiciada claramente relacionados con las enseñanzas de la danza contemporánea y esa variedad a la hora de escoger sus instrumentos, con el momento arpa como el más tenso y precioso de la noche, redondearon dos horas de show en las que el amor, la vitalidad y la alegría de estar allí viviendo ese momento, inundaron el Club Sant Jordi de principio a fin.

Un enorme repertorio 

Seleccionando prácticamente la totalidad de su repertorio de estudio, Amaia tocó veintisiete canciones de las que tan sólo tres fueron versiones, dos de los momentos más especiales y sorprendentes de la noche fueron el de El Encuentro con Alizzz, fundidos en un abrazo con el catalán deshaciéndose en elogios con Amaia, y esa versión de Me Pongo Colorada de la banda Papá Levante que Amaia cantó añadiéndole una profundidad y una épica jamás imaginable para ese lánguido hit de principios de los 2000.

Volviendo al tema de los actos conformados en el directo, resultó de lo más estimulante e impactante ver como el concierto iba tomando cada vez más envergadura en todos los ámbitos a medida que iban pasando los actos. En el primer acto se iban sumando cada vez más personas a la banda de acompañamiento.

En el segundo, las luces ganaban en intensidad y una orquesta de músicos de cámara apareció en el escenario haciendo de acompañamiento. En el tercero, añadido a lo que ya habíamos mejorado, aparece un coro teatral de dieciocho personas poblando el escenario hasta los topes. Para llegar a un cuarto en el que cualquiera de las tres configuraciones anteriores podía verse ejecutada de nuevo sobre las tablas.

Una gozada extrema para uno de los directos con mayor nivel vocal, instrumental y escénico de lo que llevamos de año.

Fotos por Christian Bertrand.