C. Tangana y Yerai Cortés te venden flamenco de lujo, pero ¿dónde quedó el sudor y el barro del tablao?
Flamenco: sudor, compás y corazón (sí, soy fan)
El flamenco no es solo música, es una religión. Es la herida que duele y canta. La guitarra flamenca no es un instrumento cualquiera: es una extensión del alma, un grito mudo que resuena entre los dedos de quien sabe tocarla. Y Yerai Cortés sabe. Lo sabe de sobra.
Como amante confeso de esta cultura, no puedo negar que la película La guitarra flamenca de Yerai Cortés me atrapó desde el primer toque. Cuidado, no es un palo seco para los puristas ni un plato precocinado para los modernos. Es un híbrido, un salto al vacío donde lo tradicional se da la mano con lo estético.
Y detrás de todo esto, el cerebro orquestador: Antón Álvarez Alfaro, alias C. Tangana, el rey del marketing emocional. Un tipo que, a base de talento y mucho morro, se ha propuesto convertir a artistas flamencos en rockstars del siglo XXI. ¿Y sabes qué? Le funciona.
La película nos abre las puertas a la vida de Yerai, un guitarrista que no solo toca, revienta las cuerdas. Nos lleva por su infancia en Alicante, su paso por los tablaos y su consagración como uno de los nombres más prometedores del flamenco actual. Pero no es solo su música lo que brilla, también su historia: un joven que viene del sur, armado con compás, duende y una guitarra que parece hablar en lenguas.
El documental no se queda en el espectáculo; construye un mito. Tangana no solo muestra el arte de Yerai, también lo contextualiza. Lo humaniza. Nos cuenta cómo llegó hasta aquí, entre sombras y luces. Lo transforma en un héroe moderno del flamenco, con defectos y virtudes. Vamos, un personaje que puedes idolatrar y criticar en el mismo compás.
C. Tangana, maestro del storytelling flamenco
Antón Álvarez, alias Puchito, no dirige documentales: los diseña como si fueran campañas de moda. Este hombre ha encontrado el formato perfecto para darles a los artistas flamencos algo que siempre han necesitado: una narrativa. Porque sí, la guitarra de Yerai es un espectáculo por sí sola, pero lo que hace Tangana es darle contexto, una historia que envuelve al artista y lo convierte en algo más grande.
Es como si Tangana se hubiera puesto el sombrero de Scorsese, cogido a Yerai de la mano y le hubiera dicho: “Vamos a convertir tu compás en una marca”. Y vaya si lo consigue. Este documental no es solo un homenaje al flamenco, es también una lección de cómo se construye un ícono en la era del algoritmo.
La gloria y el peligro del flamenco moderno
Pero, y aquí viene el pero, a veces tanta perfección visual y narrativa juega en contra. Porque, seamos sinceros: el flamenco no es bonito. Es desgarrador, crudo, es sudor y callos en las manos. Hay momentos en los que este documental parece más un desfile de moda que un retrato honesto de lo que es tocarse la vida en un tablao.
Sí, Yerai es un genio, pero la estética tan cuidada a veces te saca del trance. No es que el flamenco no pueda modernizarse, pero cuando brilla tanto, a veces pierdes el sonido del rasgueo y el peso de los silencios.
El documental plantea una pregunta que no puedo sacarme de la cabeza: ¿estamos perdiendo la raíz del flamenco en nuestra obsesión por hacerlo “cool”? ¿O es este el futuro inevitable?
Yerai y Tangana están en la frontera entre lo sagrado y lo comercial. Entre el tablao y los focos de neón. Y lo más sorprendente es que funcionan. El público joven está escuchando flamenco, y eso, en sí mismo, ya es una victoria. Aunque a veces el alma se nos quede por el camino.
Mi veredicto: una obra necesaria (pero no perfecta)
La guitarra flamenca de Yerai Cortés no es solo un documental. Es una carta de amor al flamenco, pero también un aviso de que el arte está cambiando. Yerai brilla, Tangana dirige con maestría y juntos han creado algo que, aunque no es perfecto, es absolutamente necesario.
Sí, me emocioné. Sí, me frustré. Pero salí de la película con una idea clara: el flamenco está vivo, aunque ahora lleve un filtro de Instagram.
¿Mi consejo? Ve a verla. Y después, búscate un tablao, pide una caña, escucha a un guitarrista viejo y recuerda de dónde viene todo esto.
¿Yerai es el futuro del flamenco? Puede ser. Pero no olvidemos que sin raíz, no hay árbol.