Weezer, deuda saldada

23 años después de su última visita a Barcelona, en un concierto celebrado en el Palau Sant Jordi con un cartel de lo más impensable e irrepetible (por varias razones) y que reunió a tres las bandas más importantes del momento (Weezer, The Cranberries y Dover), y gracias a la fecha fijada en su calendario para tocar en el Mad Cool, Weezer han hecho la jugada más impensable y sorpresiva de su carrera cerrando un concierto en la sala Razzmatazz de Barcelona colgando el cartel de sold-out, como no podía ser de otra manera, a las pocas horas de salir a la venta.

Impensable porque a Weezer, ni les hacía falta parar en Barcelona, ni mucho menos hacer una sala de proporciones tan reducidas para su alcance actual, pero este concierto era una deuda pendiente que tenían, tanto con nosotros como con ellos, y que finalmente, más de dos décadas después, ha quedado saldada.

Y sorpresiva porque los condicionantes previos por saber cómo se iba a suceder el evento, la duración del mismo, el setlist, la entrega, el sonido o la conexión con el público, nos tuvieron a todos en vilo hasta poder comprobar en nuestras propias carnes, que lo ofrecido por Weezer esa calurosa noche de verano, fue el concierto soñado en todos los aspectos.

En mi caso personal, podría decir que ha sido uno de los cinco conciertos más importantes, intensos y emocionantes de toda mi vida, y ya sabéis que tengo una edad.

De los Bad Nerves poco voy a decir, una banda que suena como un tiro, aunque el registro de su cantante no es muy de mi agrado, y que funciona a las mil maravillas con un front man que anima al público a pasárselo bien con los clichés más clásicos de una banda de rock. Mención especial a la camiseta de Biznaga que lucía el líder de la banda, me hizo mucha ilusión.

Weezer salen a escena saludando, con una sonrisa de oreja a oreja y notando como la presión y la tensión se podían cortar en el ambiente. Para empezar, una tema random para tomarle el pulso a la sala y al sonido sin más, Anonymous fue la elegida.

Una vez comprobada la capacidad noventera de la Razzmatazz, una sala que sabe exactamente cómo graduar su sonido para dárselo todo a las bandas de la década de los noventa, ahí está el último concierto de las Breeders o la conmemoración del Súper 8 para corroborar mis palabras, la cosa empezó a ponerse seria con Hash Pipe, un hit rotundo e indiscutible del disco que los catapultó a las grandes ligas, el verde.

Sin bajar la guardia y con los corazones en un puño, y un Rivers comunicativo, gracioso y bromeando en español todo lo que podía, comienzan los primeros acordes de My Name Is Jonas y una lágrima de emoción, la primera pero no la última de la noche, recorre mi cara sin contención. Es en ese momento, cuando todos los presentes conectamos a niveles inexplicables.

Toda la pasión, la emoción y los nervios contenidos de una generación a lo largo de treinta años, sabiendo que jamás íbamos a poder vivir esa situación de esa manera tan gloriosa e ideal, estallan sin limitaciones en un grito al unísono convirtiéndonos todos en nuestro querido y añorado Jonas.

Intentando todavía confundir al público con lo que la noche nos iba a deparar, sueltan Dope Nose, un tema de uno de los discos más denostados de la banda, el infame Maladroit, aunque hay que admitir que ese hit es muy admisible en un setlist dorado de los angelinos. Para hacer la gracia, en medio del tema, metieron un snippet de Troublemaker, la cual hubiera preferido que la tocaran entera.

Siguiendo con el setlist al toque, las canciones llovían una tras otra sin casi espacios intermedios, vuelven a acudir al azul y nos regalan No One Else, Surf Wax America y Undone The Sweater Song prácticamente del tirón, aunque después de la primera tuvieran el descaro de colarnos Perfect Situation. Ya no había vuelta atrás, esto pintaba con un azul eléctrico en el horizonte que nadie estaba dispuesto a desdibujar. Y venga, otro hit descomunal, le tocaba el turno a Island In The Sun, probablemente su canción más conocida gracias a aquel odioso anuncio de Menta.

Pero no nos confundamos, por mucho que los de Cuomo nos quisieran hacer el lío para ver como nos lo tomábamos, el disco azul vuelve a hacerse presente con Holiday y In The Garage, momento en el que, literalmente, mi corazón se fundió para no volver a ser el mismo jamás. Nadie puede apelar a mi nostalgia de una manera más tierna y visceral que ellos, nadie.

Y por si no tuviéramos suficiente con el repaso exhaustivo que le estaban dando a uno de mis discos favoritos de la vida, se meten de lleno en el Pinkerton para ejecutar Why Bother, You Gave Your Love To Me Softly, Pink Triangle, I Just Threw Out The Love Of My Dreams, El Scorcho y The Good Life, alternando de por medio The World Has Turned And Left Me Here del azul, Beverly Hills del Make Believe, cambiando en ocasiones Beverly Hills por Barcelona para emocionar todavía más al entregado público, y la imprescindible Pork And Beans del rojo. Todo muy increíble, sí.

Para rematar la faena y antes del obligado bis, Only In Dreams. Jamás hubiera podido imaginar escuchar este tema con tanta intensidad como lo hicimos todos esa noche. Incluso cuando la banda se fue al backstage, la gente seguía tarareando la melodía del Only In Dreams al unísono. Pero todavía faltaban dos para completar el círculo azul y así lo hicieron, Say It Ain’t So y Buddy Holly sonaron como el colofón perfecto a un concierto irrepetible e inimaginable.

No he hablado de los solos de las canciones porque sonaron perfectos, no he hablado de la comunión de voces entre Brian Bell y Scott Schriner porque era celestial y no he comentado nada del sonido de la banda porque sonaron más engrasados y en forma que nunca. Obviedades que pretendía ahorrar para hacer esto más corto, pero que al final tampoco quiero omitir.

Como dato curioso, y para todos aquellos que están pensando que la Razzmatazz grande no suena siempre en su mejor versión, tengo que decir que todo lo malo que tiene el sonido de la sala uno de la Razz, le fue como anillo al dedo al sonido del disco azul y del Pinkerton, la contundencia power-pop garajera en su máxima expresión.

Si tengo algo que objetar, que no debería, es la elección de los temas del Pinkerton. Interpretar dos temas que están dentro de las caras b ‘s del disco y dejarse en el tintero Tired Of Sex y Getchoo, no tiene perdón.

Quería poner por aquí, traducido y acreditando la cuenta, el escrito que la banda ha publicado en su cuenta de IG al respecto de ese concierto al día después, pero creo que va a ser demasiado, por eso os invito a que lo hagáis desde vuestros teléfonos porque son los mejores agradecimientos que una troupe de fans locos pueden esperar.

Este nos lo llevamos puesto a la tumba, la cual nos podría haber llamado nada más salir de ese concierto y hubiéramos muerto en uno de los momentos más felices, pletóricos y álgidos de nuestras vidas.