‘Verano del 84’

La paranoia del vecino asesino con los walkies talkies de GiJoe

por Rosa Panadero

Me cuesta imaginar cómo era el mundo antes de la irrupción de la telefonía móvil y las redes sociales. Las preguntas del tipo “¿Cuándo erais pequeños teníais tele, papá?” se podrían explicar con las escenas bucólicas de niños jugando en la calle durante en unas vacaciones sin móviles en la cinta Verano del 84. En fin. Corramos un “estúpido velo” sobre la inocencia, porque los protagonistas de la película andaban ya en la etapa de robarle la revista American Men Boudoir del buzón del vecino para luego relajarse a solas.

No vamos a decir que un thriller de impúberes aburridos en verano tenga fines didácticos para educar a los adolescentes de hoy, y menos con la anécdota de las revistas Men, cuya necesidad cubre ahora Instagram  –la cosa está que arde de voyeurs con los biquinis de la difunta Gigi Wu y el revuelo armado con Cristina, relacionada con Kiko Matamoros–, así que qué mejor propuesta para matar el tiempo que inventarse que el asesino en serie es el vecino de la puerta de al lado.

Entre espiar con los prismáticos los cambios de ropa de la vecina cañón que vive en la casa de al lado –escena que podría pertenecer a cualquier película por falta de imaginación– y reunirse en la casa del árbol, otro topicazo yanqui de la bucólica vida de los suburbs, transcurre el verano de tres adolescentes que se cuentan sus avances a través de walkies talkies de GiJoe, unos trastos vintage que ahora se venden en eBay y Wallapop.

La teoría del vecino asesino parece una frikada de adolescentes, y como todo en aquella época, será negado por los adultos típicos de una época en la que todavía se imponían castigos sin salir. Pero ser menor de edad no implica automática no tener razón, por lo que desmontarle la coartada al poli ejemplar de la comunidad no será tarea fácil. Pero no te preocupes, todo en Hollywood tiene final feliz (o casi, sin descontamos a los secundarios degollados).