‘Una villa en la Toscana’, una oda a la desconexión urbana

Siempre apetece ver algo de Liam Neeson porque es uno de esos actores que cada vez se prodiga menos en pantalla. Esta vez lo hace con su hijo Micheál Richardson que, por cierto, actúa como hijo también en Una Villa en La Toscana, de James D´Arcy.

No está claro por qué alguien tan curtido opta por un guion de diálogos predecibles, donde salvo el malentendido entre Jessica y Jennifer (a mí también me suenan parecido, tengo una cierta dislexia auditiva), todo lo demás está hecho e interpretado por mil y un guiones parecidísimos.

Se agradecen, eso sí, los paisajes de la Toscana, tan mediterráneos como los nuestros, diseñados con escuadra y cartabón al modo de los jardines italianos. El homenaje a los sabores, a la comida, a las puestas de sol… en fin, una imagen un tanto idealizada del verano rural, de las bondades del campo para resetearse en la vida y saber qué quiere uno hacer.

Desluce un poco la música de María Jiménez (sí, flamenco del nuestro), así que entra Andrea Bocelli a todo tren para arreglar el asuntillo y seguir con las vistas en esa acuarela geórgica.

El sur de Europa es, para esos británicos que nos tienen que caer bien porque la peli la escriben ellos, un lugar agradable. Un sitio suficientemente agreste para sufrir un poquito, pero lo bastante charming para cenar en un restaurante al fresco por las noches. Nada de salvajes noches tropicales con mosquitos como drones militares y serpientes enroscándosete en el cuello.

Algo más sofisticado, idílico incluso, como la Toscana, darse un par de vueltas en coche cutre (siempre esa afición a idealizar la vieja industria), adecentar la casa de tu madre muerta para venderla, y enamorarte a medio camino.

Bueno, el final se perfila fácilmente. La relación paterno-filial se pierde un poco hasta la conversación a calzón quitado entre padre e hijo, es el único punto en el que el espectador ve algo más profundo entre tanto baño de colores para sus ojos.

El contraste entre la vida antigua y la vida moderna en Londres, servido al principio de la película, tiene que llegar al final con un vencedor único. Pero hay dos protagonistas. ¿Vencerá el campo por partida doble, o se quedará en una apuesta de la mitad?