Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Tormenta, llévatelos a todos

Ahora que estamos con una tormenta encima de las que rompen paraguas y te obligan a vigilar en todo momento dónde pisas para no reventarte un tobillo, ¿qué os parece si nos hacemos creyentes?, ¿sólo un ratito?

Mirad, es fácil:

  • Juntad las manos.
  • Arrodillaros. 
  • Decid en voz alta: por favor, Diosito, ¿no te apetece darte una vuelta por los domicilios de todos los políticos que nos rodean y llevártelos contigo mediante una rama, una maceta o lo que te apetezca?
  • Esperar a ver si hay suerte.

Como ya entenderéis esto iba de broma. Lo de que hay algo allí arriba que vela por nuestra seguridad no es una práctica que me caracteriza (y no tengo ningún problema con los que sí lo creen, es más, conozco a muchos y son mejores personas, y valen más la pena, que aquellos que se cagan en sus curas y vírgenes día sí y día también), pero visto lo visto, con toda la patulea de payasos de circo y de engendros insoportables que habéis puesto en el congreso (habéis porque yo me negué a votarles, y eso me libera de sentirme identificado por ninguno de ellos), me da que la única solución a todos nuestros males no está en esperar a ver qué deciden hacer, sino en que desaparezcan de un plumazo y para siempre y tratemos de llevarnos todos bien.

No es tan difícil si lo pensáis. Lo de llevarnos bien, digo.

¿Y a qué viene esté odio “repentino” hacía la vida de los que viven de nuestros impuestos y, listos ellos, se dedican a subírnoslos y hacernos la vida cada segundo que pasa un poco más insufrible?, pues porque el cúmulo de tontadas y engaños de los que estamos siendo víctimas han llenado mi vaso, uno que me parece que muchos lo rompieron hace tiempo y ese líquido que tienen derramado por la mesa y que ya crea un charco en el suelo creen que sigue en su sitio.

No os engañéis, en el fondo estáis tan hasta los cojones como yo, pero supongo que el hastío y el cansancio os han convertido en ovejitas mansas que están contentas con el poco pienso que os lanzan a la cara.

Y lo veo normal, joder, ¿quién va a querer luchar de verdad por nuestro bienestar cuando podemos pegarnos por pines parentales que nadie entiende, independentismos de mierda que nos escupen en la cara, pactos con terroristas que debemos abrazar o quítame aquí un dictador de la tumba?

¿Quién va a querer darse cuenta de a dónde nos dirigimos si vamos todos ciegos dentro de un laberinto que van construyendo a cada paso que damos?

Es verdad que sacrificar cosas da mucha vagancia. Mucha. Porque desprenderse de algo significaría aceptar que en algún momento cometimos un error, que nos engañaron o decidimos que algo era bueno cuando en realidad apestaba, y el orgullo es lo único que le queda a mucha gente.

Hay que agarrarlo con fuerza a falta de felicidad, bienestar, comodidad o dinero. Es lógico que muchos prefieran ser penetrados analmente antes que levantarse y abrir los ojos y ponerse a caminar contra el problema.

Ya se sabe que si algo se hunde hay que seguir siempre a las ratas, pero nosotros somos mejores: somos el capitán. El orgullo, puto orgullo.

El cansancio que me envuelve cuando oigo la radio o veo (en muy pocas ocasiones) la televisión, que se me pega como una toalla mojada y me impide centrarme en mi vida real, en mis amigos y familiares y seres queridos (los de verdad), me ha activado un interruptor en cerebro y me niego a seguir nadando a favor de la corriente que la mayoría abrazáis como si fuera un bote salvavidas, un bote que no es más que una piedra llena de mentirosos, farsantes, engañabobos y totalitarismos fascistas que os están convirtiendo en lo que nunca, jamás, quisisteis ser pero que lleváis en la solapa con un, de nuevo, orgullo de patio de colegio.

Sois juguetes de los que habéis puesto en el poder, y os están desmembrando para después volver a unir las piezas y que seáis lo que ellos quieren en realidad: silencio y cabezas que van de arriba abajo como perros de plástico colocados en la parte trasera de un coche que va directo a una pared donde alguien ha escrito libertad.

Así que si os negáis a cambiar, si preferís seguir luchando contra esos muñecos de paja que os han puesto delante para teneros entretenidos mientras os vuelven a robar, solo os queda rezar. Muy fuerte a poder ser. Porque cuando algo pase, cuando todo cambie a mejor gracias a los que no estamos callados y sabemos que esto está perdido pero nos negamos a seguirles el juego, podréis agarraros a Dios y decir que todo fue en realidad gracias a él, y no a esos que estaban equivocados desde un principio.

Bendito orgullo, ¿verdad?