Blog de Cine: Un Saco de Canicas por Manuel Gris

Cuando la vida se hace ficción

por Manuel Gris

Soy de esas extrañas personas que ven películas basadas en libros con una idea dándome vueltas en la cabeza: si es buena, el libro quiero leérmelo. No es porque me sobre el dinero ni porque sea, como dirían los que hacen lo contrario, un masoca, sino simple y llanamente porque si un director ha sabido llevar los sentimientos de un libro de un modo tan increíble y mágico, como pasa en Un Saco De Canicas (Un sac de billes), es que, sin duda, el libro es maravilloso y el escritor uno de esos que valen la pena descubrir.

La historia, que además es biográfica, nos muestra desde los ojos de dos hermanos de apenas diez años (uno de ellos el escritor) cómo atravesaron prácticamente todo el territorio francés ocupado por los nazis hasta llegar a la Francia Libre, animados por su padre y con la inocencia y la picardía por bandera.

La historia es buena, la dirección de Christian Duguay (“Jappeloup. De padre a hijo”, “Scanners II: El nuevo orden”), y la fotografía un acierto con mayúsculas, pero lo que de verdad hace que valga la pena la película es el haber descubierto a los dos niños protagonistas, Batyste Fleurial y Dorian Le Clech, unos portentos que saben llevar a sus espaldas ya no solo una película entera, sino hacerlo bien y demostrando que todavía quedan niños actores capaces de hacer que los adultos se emocionen sin clichés baratos o trampas de guion.

Pero hay algo que he leído por muchos sitios y que, sinceramente, no comprendo, y es que digan que algunas de las cosas que pasan en la película son ilógicas, o agarradas con pinzas o confiando mucho en el azar. A ver, genios: ¡está basada en hechos reales!, es decir, que está basada en las experiencias reales de alguien, y la vida no es algo sacado de películas de acción, o con una trama rocambolesca. A veces solamente son pequeños pasos que damos hacia adelante esperando que tras estos podamos dar al menos un par más, y eso es exactamente lo que los dos protagonistas hacen una vez tra otra luchando contra la suerte que, en esos tiempos, estaba muy poco del lado de las víctimas. Así que todos los que se quejan ya no de ésta, sino de todas las historias basadas en hechos reales, les diría que mejor se concentren en sus propias vidas, que al parecer seguro que son dignas de una trama de Bourne o los Goonies, y nos dejen a los demás disfrutar de la belleza de las casualidades que nos rodean, de la lucha por nuestros sueños sin usar red y, ante todo, esas joyas del séptimo arte en las que, sin querer, acaban emocionándote y con ganas de vivir.

Necesito un saco de canicas…