Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Reseña de Los Perros Duros No Bailan, de Arturo Pérez-Reverte

Los Perros Duros No Bailan, de Arturo Pérez-Reverte

Y los animales fueron más humanos que los propios humanos

Hace poco un buen amigo preguntó por redes sociales si la siguiente afirmación era cierta: ¿no os parece que últimamente hay más escritores que lectores?

Mi respuesta fue clara, sencilla y, como alguien que, modestamente, está algo metido en el mundillo y he leído de todo, por varios frentes y demasiados “estilos”, sin pelos en la lengua y con la verdad por delante: hay más gente que escribe y publica, pero no hay más escritores.

Porque es cierto, y lo siento, pero ahora gracias (que no digo por culpa, cuidado) de que existen varios medios para autopublicar y casi cada mes sale una nueva editorial, el hecho de conseguir que el libro de quien sea esté en una librería prácticamente ha dejado de hacer ilusión. O al menos yo, de nuevo modestamente, no es lo que más me llena, o al menos ni una millonésima parte como hace 4 años, cuando publiqué por primera vez y me colocaron en el Fnac cerca de una obra del Escritor, en mayúsculas, del que he leído su última novela y que a continuación reseñaré (porque sí, esto es la reseña de un libro, no un artículo de opinión… bueno, al menos voy a intentarlo)

Así que voy a hablar de un escritor de verdad, con todas las letras, de los que escasean, y de una obra que con apenas 160 páginas se merienda cualquier tocho tostón y subido a la cumbre por algún sequito de fans, y que, por descontado y fiel a su estilo, no deja títere con cabeza si sabe leerse entre líneas.

Hablo de, por supuesto, el maestro Arturo Pérez-Reverte, y su Los perros duros no bailan.

Como todo buen libro que se precie, hablar de él es un poco complicado si se pretende no estropear sorpresas, escenas memorables, conversaciones para enmarcar y, por supuesto, la motivación real de varios de los personajes, pero trataré de hacerlo lo mejor posible, porque no quiero que me matéis por estropearos esta historia que cala muy hondo.

¿Qué hablan, piensan, mueve a los perros en su día a día?, esa es una pregunta que todos los que hemos tenido a estos inolvidables compañeros en la vida hemos pensado y, por desgracia, nunca podremos saber a ciencia cierta, pero en Los perros duros no bailan el autor se atreve, como otros grandes escritores hicieron antes y a los que ha hecho referencia en las presentaciones que hasta ahora ha realizado, a introducirse en sus cabezas, y gracias al protagonista Negro (un perro mezcla de mastín español y fila brasileño), su mejor amigo Teo, Boris el guapo o Mórtimer (que es, en mi opinión y con perdón, un puto amo), descubriremos qué les preocupa y les quita el sueño, cómo aman, y lo que significa para ellos la justicia, el honor, la amistad y el odio (y que, como todos suponíamos, deberíamos aprender mucho de ellos).

Si hay algo que hace grande a una novela es el poder explicar algo sencillo, casi banal, otorgándole una complejidad única y que te transporta de la intriga al terror, después de la sorpresa a la risa y, cuando ya no puedes soltarlo, te regala una imagen final que no se te borrará jamás de la memoria. Y Arturo Pérez-Reverte, un escritor que se ha hecho a sí mismo a base de vivir, opinar y defender lo que siempre ha querido, y sin miedo al qué dirán ni buscar una palmadita de agradecimiento o falsas alabanzas, o respeto de cartón, ha vuelto a lograrlo gracias a su buen hacer y a su lenguaje limpio y respetuoso con la realidad que nos rodea, esa en la que muchos se llevan medallas solo por mentirse a ellos mismo y a los demás en el proceso, o donde se aceptan mentiras solamente para poder creerse dentro de un circulo podrido que, en realidad, no nos da más que falsas almohadas en las que dormir creyéndose a salvo y en casa.

Todo el mundo debería leer, no solo esta novela, al gran Pérez-Reverte; quizá así, en algún momento, todos volváis a pensar por nosotros mismos y, también quizá, descubráis lo que de verdad queréis hacer con nuestra vida.

Gracias, maestro.

Gracias.