‘Pequeñas mentiras para estar juntos’, cómo hemos cambiado

Pequeñas mentiras para estar juntos

Cómo hemos cambiado

por Ester C. Murillo

A priori, Pequeñas mentiras para estar juntos, secuela de la exitosa Pequeñas  mentiras sin importancia, éxito de la cartelera francesa en el 2010;  se nos presenta como la típica comedia francesa en la que un grupo de amigos se reúne para pasar juntos unos días de vacaciones, en una recoleta casita de playa, en la cual, los desayunos, comidas y cenas transcurren relajados; entre viandas suculentas, conversación animada y siempre inteligente y magnífica selección musical; regado todo con innumerables botellas de buen tinto francés.

En esta película en cuestión, el protagonista Max, un soberbio François Cluzet, (Intocable) no lo está pasando especialmente bien, por eso la llegada sorpresa de su pandilla de amigos a su casa de verano, cuando él únicamente quería estar solo, no le hace gracia.

Poco a poco vamos sabiendo cómo han transcurrido las vidas de Max y sus amigos desde aquel veraneo que pasaron juntos y cómo todos ellos están afectados, de una manera u otra, por su amigo Ludo. Por tanto, lo que parece ser una excusa para acercarse de nuevo, y fortalecer su amistad, supondrá un ejercicio de introspección para todos ellos.

Destaca por su acertada banda sonora, su sentido del humor –ese impagable salto en paracaídas– y lo entrañable de sus personajes, el de Max especialmente; nos lleva a la conclusión que cualquiera de ellos, con sus circunstancias, defectos y virtudes podría tratarse de un amigo nuestro, o incluso, ser tú mismo.