Mañana Empieza Todo

‘Mañana Empieza Todo’

Para dibujar una sonrisa

Tal vez no parezca mucho pero cuando sales del cine con una sonrisa de oreja a oreja puedes dar por amortizada el precio de la entrada, y por eso me gusta pensar que Hugo Gélin ha hecho un buen trabajo con su nueva película. Desde luego el director francés sabe cómo utilizar una cámara y como contarte una historia sin que pierda el ritmo.

Mañana empieza todo es una película sencilla. Omar Sy interpreta a Samuel, un adulto con el síndrome de Peter Pan que ve como su cómoda vida de cero responsabilidades se ve truncada cuando una antigua amante aparece con un bebe y la frase “Es tu hija” en los labios antes de desaparecer. Samuel intentando atrapar a su amante en un intento de evitar esta nueva responsabilidad acaba en Londres y es aquí cuando decide que esa pequeña será ahora su futuro. Todo esto a la velocidad de un chasquido de dedos. De un día para otro Samuel debe dejar de ser un niño grande para convertirse en cada una de las sonrisas futuras de su pequeña. Y si para ello debe mentirle y fantasear con que su madre es una ajetreada agente secreta que viaja por todo el mundo antes que contarle la verdad, pues que así sea. Todo por una sonrisa. Y hasta aquí quiero contar…

El guión es simple y va a lo que va. No trata de que te replantees conceptos existenciales que dabas por hechos. Una toma en tres actos bien diferenciados que recuerda al modelo aristotélico que tan absurdamente han acuñado los norteamericanos para la gran mayoría de sus películas. Tal vez le falte algo de ambición en gran parte del metraje (y en mi humilde opinión, le falte ser más brillante en su cumbre más ambiciosa) pero los esquemas quedan claros desde el principio apoyándose en los tropos típicos de personajes conocidos para que no pierdas el hilo de la historia que te quiere contar. Se pueden apreciar las referencias tanto europeas (Que bello es vivir) como norteamericanas (Un papa genial) que dan un impulso a la película para que en todo momento sea sencillo reconocer contextos y los personajes que ya has visto antes, y creo que eso no tiene que ser necesariamente bueno… ni malo.

Los clichés son para eso a fin de cuentas. Para no perder el tiempo con cosas innecesarias para el discurso y que puedas entrar al trapo de cabeza en lo que realmente le importa al director. Incluso en unas buenas manos personajes de toda la vida (el duro, el malo, el irresponsable, etcétera) pueden aportar un soplo de aire fresco a su propia caricatura y creo que esta película lo consigue. Hay que decir que Omar Sy nada de lujo en su pecera de chico travieso pero tierno y junto a la joven  Gloria Colston forman un dúo con una química enorme que llenan la pantalla en cada agradable segundo en el que esto ocurre. Son ellos dos los que sustentan el carisma de toda la película sin que esta pierda fuerza y son los secundarios como Antonie Bertrand o Anna Cottis los que terminan de poner la guinda cómica al pastel. Respecto al trabajo de los actores y a la dirección de los mismos nada malo puedo decir.

En cuanto a la dirección técnica sostengo aún que Hugo Gélin es un buen cuentacuentos. La fotografía es a ratos práctica y a ratos preciosista sin caer en la presuntuosa poesía visual, y el montaje tiene ritmo y fuerza para dotar la película del suficiente gancho como para que casi dos horas pasen volando.

Aún con todo y a pesar del buen trabajo de todo el mundo el film, a la película le falta gasolina para despegar incluso en su propio género. Como he dicho se apoya de una forma muy correcta en los clichés, y aunque eso es una apuesta sobre seguro, le quita la gracia al riesgo que supone haber llegar a ser algo más. El mismo guión es un remix de historias ya muy sabidas que no aportan nada nuevo al espectador, y por supuesto, aunque la película comparta drama y comedia, hay chistes tan cogidos con calzador que resultan hasta incoherentes en el contexto que abarcan (¿cómo demonios puede ser que alguien viva ocho años en un país y aún necesite un traductor?). En su parte más trágica también adolece de los mismos problemas, y su final se huele desde tan lejos que el plot point, que debería dejarlo caer sutilmente para no arraigarse en un diabolus ex machina, se convierte en un nodo predecible de los acontecimientos que rompe la intensidad del drama.

Pero tal vez todo este último párrafo sea pedir demasiado a una película que tiene muy claro lo que quiere ser. Puede que le falte ambición, pero le sobra en estilo y maneras. Realmente da la sensación de que esta, y solo esta, es la historia que Hugo Gélin quería contarle al espectador. Una historia sin más pretensión que la de dibujarte una sonrisa, o un lazo en el corazón, a su debido momento.