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Manuel Gris

Reseñas de libros que nunca leeré: los ganadores de los últimos premios literarios

Hace poco se anunció que a partir de este año solamente podrían optar a los premios Oscar las películas que, agarraros, “cumplan criterios de diversidad”.

Ya sabéis, que salgan personas negras, chinas, árabes, o lo que sea menos blancas, que aparezcan personas transexuales y homosexuales sí o sí (igual que si alguien te pide que haya una silla de diseño o un cuadro de tal estilo: solo porque queda bien sin tener en cuenta su implicación en la trama), y este tipo de cosas que pertenecen a las “minorías”, lo que además de ser totalmente despectivo referirse a estas personas así, los convierte en “cosas” impuestas por los estudios tengan o no que ver con la elección del guionista, director, o productor.

Eso quiere decir dos cosas: que a partir de ahora los creadores que quieran tener en sus repisas un premio de estos tendrá que sacrificar su libertad de expresión y autocensurarse por el bien de su carrera y sus sueños de vivir de su arte; y dos, que cada vez la gente es más y más gilipollas.

Aunque hay una tercera, que es que a partir de ahora todos sabremos que las ganadoras no serán ni de lejos las mejores actuaciones, obras, direcciones o banda sonora (¿cómo es la música que respeta la diversidad?), si no solamente las “mejores” de entre las que han decidido tragar con esta imposición del todo fascista.

Esto excluirá a los directores y guionistas libres que, ya os aseguro, no van a llorar ni una lágrima por sentirse fuera de esta forma de repartir premios, pues sabrán que no los ganarán porque los otros sean mejores, sino porque prefieren la libertad a tener que pasar por el aro con tal de recibir una estatua que, con esto, habrá perdido todo su brillo.

No ganarás por ser el mejor, repito, sino por ser al que más hondo le llega la pol… reglas del concurso. Así de sencillo.

Pero cuando a todo el mundo le estaba pareciendo este dato algo horroroso, algo completamente absurdo y falto de una lógica clara en cuanto a libertad de expresión y la calidad final de las películas, a mí no me pillo para nada por sorpresa; sobre todo después de los últimos años donde los premios literarios han caído, casi en su totalidad, en mujeres o personas de una raza distinta a la blanca.

Y dejad que me explique antes de que los estúpidos del mundo empiecen a hacer pantallazos de esto y los compartan en redes sociales (sé que les gusta mucho ver mi nombre cerca de un insulto; casi tanto como a mí ignorarlos y seguir tan feliz con mi vida), porque os aseguro que nada de esto que voy a decir cae desde el machismo o el racismo, sino desde alguien que entiende cómo funciona el mundo de la literatura y de las ventas, y sobre todo del miedo que hay detrás del poder decir lo que se piensa sin que te caiga una lluvia de necios panfletarios encima.

Mi paraguas en estos casos es de acero, así que vosotros mismos.

A lo que me refiero cuando comparo esta tontería de los Oscar con los ganadores de algunos de los últimos premios literarios es que, curiosamente (tanto como sospechoso), han comenzado a recaer en mujeres y personas no blancas desde que empezaron, curiosamente primero en el más podrido underground, a quejarse los acomplejados y que viven del victimismo de que las mujeres “no tenían la atención de los lectores por culpa del machismo a la hora de acercarse a un libro”.

Y esto me lo han dicho a mí a la cara, así que no me invento nada.

Si lo piensas desde la ficción que transita en la cabeza de esta gente, podría decirse que es un buen motivo de lucha, si no fuera porque es una mentira tan grande y absurda, es algo que huele tanto a oportunismo y ganas de llenarse los bolsillos con el dinero de los tontos progres que necesitan una causa delante de la que arrodillarse, que da hasta risa.

Porque, primero, no vivimos en el siglo XIX ni a principios del XX donde a las mujeres sí que no se las tomaba en serio en muchas cosas, o tenían que usar un alias para que alguien se dignase a leerlas (OLE, por cierto, a las que tomaron ese camino, riéndose así en la cara de los cabrones de entonces), y segundo porque, por suerte, la sociedad en la que han vivido mis padres e incluso mis abuelos, ya no digamos los que nacimos en los 70 u 80, hemos tenido la completa libertad de hacer lo que quisiéramos cuando quisiéramos.

Como ejemplo pondré a una de mis abuelas, que fue enfermera (es decir, escogió libremente estudiar una carrera) y nunca dejó que le dijeran que podía o no hacer, o a mi madre, que a mutuo acuerdo con mi padre escogió quedarse con mi hermano y conmigo en casa cuando nacimos, después de currar toda su juventud, enfrentándose a jefes que no les pagaban lo mismo a los hombres y a las mujeres (ya sabéis, cuando eso pasaba de verdad, y no como ahora con esa chorrada falsa y absurda de la “brecha salarial”).

Sé que estos ejemplos no son ley y que seguro que vosotros tendréis otros, pero solo es para que veáis que generalizar es algo que hace la gente sin datos o argumentos y que se dejan llevar por lo que algunas manos señalan en dirección a callejones sin razón ni ideas propias.

Desde hace muchos años las mujeres han escrito y han publicado siempre que un editor creyese que era bueno y valía la pena arriesgar su dinero en ello.

¿Algunos tendrían en cuenta el sexo del escritor a la hora de hacerlo?, seguramente, igual que otros le prestarían más atención al género del texto, a su forma de escribir o a los protagonistas, porque en un negocio propio la gente tiene el derecho de hacer lo que quiera, y eso, lo siento amiguEs, conlleva poder elegir libremente a quien entregarle tu confianza, y a quién no.

¿Y los lectores?, seguro que algún gilipollas habrá que piensa que las mujeres no escriben mejor que los hombres, como habrá analfabetos que ataquen a Reverte o a Woody Allen porque no les gusta su forma de ser y de actuar sin tener en cuenta el monumental talento que tienen en su arte, pero porque haya unos pobres analfabetos en el mundo haciendo lo que libremente escojan, no quiere decir que tengamos que obligar a todos los demás a estar en su contra, ¿no?

Porque entonces, de algún modo, les estaremos privando de la libertad que pedimos para nuestros defendidos. ¿Entendéis la contradicción de vuestras bobadas?

Pero ahora, en este presente, está de moda publicar mujeres y gente no blanca, o gente homosexual o trans, solo porque hay que apoyarles en su arte como si no fueran capaces con su talento de llegar a sus metas, o como si necesitasen “ayuda” solo porque son como son, olvidando por el camino si tienen o no auténtico talento. ¿

Muchos lo tendrán?, sin duda, y muchísimo. No estoy hablando de esto, céntrate en el asunto. De lo que hablo es de que ahora cuando alguien publica más hombres que mujeres por el motivo que sea, o le entrega un premio a un hombre (siempre que ese macho no forme parte del buen círculo de aliados, claro), poco menos que se les tacha de estar ocultando a las mujeres o las “demás” “minorías”, y muy pocos tienen el valor o las ganas de enfrentarse a la turba con antorchas, y acaban tragando con los mandatos de estos “eruditos”, que tras su “victoria” callan como cuando a un bebe le das el chupete o a un perro su galleta.

Por eso los últimos premios, y los que vendrán, que caigan en mujeres o personas que ellos llaman “minoría” (mira que me suena insultanto, joder…) suelo mirarlos de lejos y con pocas ganas de prestarles atención, porque no me huelen más que a buenismo tonto sin otra utilidad que apartar a los que en la antigüedad eran los únicos que publicaban por motivos incorrectos, creyendo que con eso están ayudando en la igualdad de la sociedad.

No, amigos, no. con esto, y lo sabéis, os estáis vengando de los que os han dicho que son el enemigo, y cuando alguien hace eso, cuando aparta de su lado a los que no les gusta que estén cerca por motivos ideológicos, y que con ello buscan que una minoría salga bien parada a costa del sufrimiento de la otra, eso, eso, es el verdadero fascismo. El mismo que tratáis de “vencer”.

A vuestro pesar voy a seguir prestando atención a las sinopsis, las portadas, al catálogo de esa editorial, y después de todo eso, si me apetece, me fijaré si es una mujer, un hombre, un perro o una planta el que lo ha escrito. Porque, sinceramente, mientras la historia esté bien, la trama me guste, y consiga que salga de él con la sensación de haber pasado un rato increíble, ¿qué más me da la forma en la que vaya al lavabo o a quién se folle esa persona?