Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

La Navidad que siento y veo

La Navidad que siento y veo

Pues sí, este es otro de esos artículos, como miles, que se publican por estas fechas hablando de la Navidad. Así que ya sabéis que toca:

Somos unos falsos.

La alegría que nos rodea es hipócrita.

Las cenas familiares y de empresa apestan.

Nunca nos regalan lo que queremos.

Tópicos, tópicos y más tópicos…

¿Sigo?

Pero como no sé hacer lo de siempre, como se me da fatal meterme de cabeza en las cosas normales que hace la gente y que se espera de la sociedad y los que la formamos, digamos que no voy a escribir lo mismo de siempre y que todos. Es más, voy a contaros una historia, de esas que si el mundo funcionase como debería se les relataría a los niños para que no se parecieran a nosotros a la hora de crecer, y después ya, si eso, nos centramos cada uno en nuestras cosas y comemos turrón.

¿Sí?

Creo que ya la he contado más de una vez en las presentaciones y charlas con la PAE, pero me centraré una vez más en un sentimiento que me golpeó en la cara a las doce de la noche del día de mi cumpleaños. Aquella noche, que fue la primera que pasé viviendo solo en mi pisito de soltero, hice una de las chorradas más gordas de mi vida (o al menos una que no me hizo perder la cartera o el móvil y despertarme con resaca), que fue estar tumbado en mi cama, solo, y mirar durante cinco minutos el reloj esperando a que fuera media noche y llegase mi cumpleaños. Recuerdo que me invadían un millón de sentimientos, todos ellos buenos y que me llenaban de orgullo (eso de vivir solo y hacer lo que quieres debería probarlo todo el mundo una vez en la vida), pero cuando el 23:59 se volvió un 00:00, me tumbe boca arriba, mirando el techo, y dije en voz alta: Feliz Cumpleaños, Manu. Me salió solo, sin pensar mucho, y al instante me sentí tan solo y triste, tan aplastado por el mundo, que tuve que levantarme y ponerme a escribir para que aquello sirviera de algo (ese texto acabó siendo el comienzo de mi última novela, que ya puestos os lo adjunto por si queréis leerlo aquí.

Soy consciente de que con todo el sufrimiento que hay en el mundo ésta chorrada que os he explicando es más o menos como ver a culturista llorando porque se ha hecho un rasguño en la rodilla, pero a lo que me lleva esto es que en ese momento fui aún más consciente, incluso podría decir que a partir de ese día ya estuve completamente seguro de ello, que por mucho que la soledad y el tener una vida propia y ajena a tus familiares sea una puta pasada, en las fechas que normalmente la felicidad y el folklore nos rodea por tradición es innegable echar de menos a tus seres queridos, estén vivos o no. Todo lo que nos rodea en la Navidad es un placebo, una enorme postal de felicitación sin una firma en su interior, pero la cultura nos ha metido en la cabeza que estas fechas señaladas sirven, sobre todo, para ser felices y acordarnos de los que nos quieren, y nos lo hemos comido con patatas.

¿Es falso?: sí.

¿A veces es un coñazo de los gordos y acabas regalando mierda solo porque nos sentimos obligados?: mil veces sí.

Pero incluso con todo el pesimismo que siento por el mundo y la falta de empatía que me sale de dentro cuando me cruzo con algunos descerebrados que comparten planeta conmigo, no puedo evitar tener ganas de abrazar a mis padres, de reírme con mi hermano, de brindar con toda mi familia, de besar con más fuerza a mi mujer, y sobre todo de recordar a todos los que han pasado por mi vida, de dos o cuatro patas, y que ya no están y, ¡oye!, tampoco sienta tan mal bajar la guardia, ¿no?, tampoco es algo que nos vaya a producir un cáncer o nos haga ser peores personas.

La Navidad, los cumpleaños, los aniversarios, son fechas que solo tienen la importancia que nosotros les demos, nada más, y en nuestras manos está hacer que vivamos esos días con una sonrisa en los labios o, por el contrario, cabreados con los vecinos porque ponen unas luces muy potentes en la terraza, o molestos con los hijos del matrimonio del piso de arriba porque están por las mañanas corriendo por el pasillo jugando con su padre.

La felicidad solo puede cogerse cuando está a nuestro alcance, ¿vas a dejar de escape ahora, que está con la guardia baja?