Deafheaven: Dejando sordo al cielo

Era mi quinta vez con el combo californiano Deafheaven, capitaneado por el vocalista George Clarke y el guitarrista Kerry McCoy.

Después de haberlos visto todas y cada una de las veces que han venido a presentar disco a Barcelona, ya fuera en sala o en el formato de Festival como han sido sus apariciones en el Primavera Sound y el AMFest, he de admitir que por mucho que lo de ayer no fuera mi setlist soñado de la banda, Deafheaven desgranaron su último álbum (Lonely People With Power, 2025 Roadrunner Records) prácticamente al completo en un show que se quedó  muy cerca de la hora y media de duración, el espectáculo, la entrega, el sonido, la presencia, la ejecución, la calidad, la técnica y la pasión mostrada por la banda de San Francisco, superó con creces lo esperado de ellos entregando una energía sobre las tablas y una conexión con el público, mucho más efectiva y dinámica que lo mostrado en anteriores visitas a la ciudad Condal.

Planteado en primera instancia para la sala 2 del Apolo de Barcelona, el concierto se pasó a sala grande de la misma ubicación debido a la extensa demanda de los fans por asistir al concierto. Algo que demuestra el creciente interés por el quinteto estadounidense de blackgaze por excelencia.

Con una progresión musical que atiende a una evolución natural en la que la creatividad, la integridad y la autenticidad se han convertido en sus mayores bazas, resulta curioso pensar en esos primeros conciertos en los que la banda era una fría y quirúrgica máquina de riffs cortantes y voces cavernosas en la que las barreras entre grupo y público estaban claramente definidas. De la misma manera que su evolución y técnica han ido siempre en aumento sorprendiendo sobremanera con cada nuevo trabajo de estudio, la calidad de la banda y, sobre todo, de su vocalista George Clarke, han crecido enteros hasta convertirse en la banda actual de metal que más interés y pasión me despierta.

Con hasta ocho cortes extraídos de su último álbum y tan sólo tres canciones recuperadas de su catálogo anterior, la primera en meterse en el setlist de once canciones, fue la cavalcante Brought To The Water, de su álbum del 2015 titulado New Bermuda, con una respuesta por parte del público absolutamente espectacular.

Fue aquí donde la cosa empezó a desmadrarse con un George Clarke entregado a los gritos sobrehumanos, menudo registro ensordecedor gasta este hombre, y un público que empezaba, por ahora tímidamente, a probar de subir al escenario y saltar desde la tablas para comenzar la fiesta extrema de stage diving y crowd surfing en la que se convirtió el concierto de Deafheaven.

Actitudes que puede que no casen nada ni con un concierto de black metal, ni con uno de shoegaze, eso es más cercano al hardcore y al punk, pero que en la combinación de factores que envolvían la actuación de los californianos, para nada desentonaba o se veía extraño dentro del contexto del show. Incluso era el propio Clarke en diversas ocasiones, el que animaba al público a subir al escenario.

Justo a continuación de la incursión en el New Bermuda, la banda engancha con Sunbather, el tema que da nombre a su disco de 2013 y uno de los más queridos por los fans de la primera época.

Momento en el que tanto la banda como el público explotan en un éxtasis descontrolado (ellos no tanto, nosotros más) y la sala Apolo se viene abajo con la descomunal e incontrolable tormenta de riffs abrasivos y los quirúrgicos alaridos de Clarke. Las melodías están siempre ahí y los pasajes shoegaze también, aunque mucho menos evidentes que en su versión de estudio, pero está claro que la excesiva vorágine de emociones, viene ocasionada por sus construcciones más extremas de carácter metálico.

Seguimos transitando por su último disco con cortes tan intensos y volátiles como The Garden Route y Body Behavior, para despedirse con la épica desmedida de Amethyst. Las luces se apagan, la banda desaparece del escenario y todo se queda en calma. Pero no estaba todo perdido, el quinteto americano vuelve al escenario para ejecutar su bloque final. Incidental II, la más ambiental, colaborativa y extraña de su último álbum, es la escogida para retomar el ritmo después del pequeño y agradecido respiro que nos ofreció la banda. Pero todavía estaba lo más gordo por llegar.

Con un George Clarke de nuevo enchufadisimo con el público, con el que estuvo toda la noche súper amable y comunicativo acercándose a la cara de la gente para cantar con ellos y dar la mano a la mayoría de los que estaban en las primeras filas, entran los primeros acordes de Dream House y la hecatombe se apodera de la sala. La cantidad de walls-of-death, circle pits, moshing, crowd surfing y stage diving que provocó ese tema, está muy por encima de la media de cualquier concierto de hardcore actual, y el que sepa de lo que estoy hablando, entenderá lo exagerado y emocionante del momento.

La noche se cerró con Winona, otro de los temas más preciosistas y lacerantes de su último álbum, con la sensación de haber asistido a un trance artístico de lo más simbiótico,  excesivo y epatante que hayas podido experimentar en tu vida. Suerte la mía que después de salir del concierto pude cruzar unas palabras con Clarke y McCoy mientras atendían las peticiones fotográficas de algunos de los pocos fans que todavía quedaban por la zona exterior de la sala. Obvio que yo también me hice la deseada foto.