Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Pasos de perro

Últimamente me inspira mucho sacar a mi perrete. Quizá sea porque la tranquilidad que, por desgracia, nos está regalando la ciudad me deja escuchar lo que pienso con mayor claridad y calma, o puede que sea porque, de un tiempo a esta parte, quiero mucho más a mi perro que a la raza humana en general.

Algo normal si nos paramos un segundo y vemos la basura que nos rodea últimamente por todas partes.

Pero hoy ha pasado algo más, algo que me ha hecho darme cuenta de que no es solamente que el amor de mi perrete y su lealtad le hagan más valioso para mí que la mayoría de vosotros, sino que además es, y mucho, más listo que la mayoría de los que a día de hoy andan sueltos por ahí.

Sobre todo en las redes sociales.

Como ha estado toda la mañana solo en casa, al volver del trabajo y sacarle le he dejado llevarme por donde quisiera. El paseo se ha alargado más de una hora y media, recorriendo una ría seca enorme que hay al lado de mi edificio, y que acaba en medio de unas naves industriales semi-abandonadas. Dejando de lado el hecho de que ese lugar es inspirador a varios niveles para escribir historias de terror trilladas o escenas de asesinatos sin gracia, lo que ha intentado hoy mi perrete, de nuevo, me ha hecho pensar en lo profundamente descerebrados que sois algunos de vosotros.

Algunos, no todos, porque ya sabéis de quién hablo.

Él tenía ganas de seguir por ahí de safari, y le he dicho que no, que ya tocaba volver a casa, así que con una astucia de lince el tío ha comenzado a seguirme con calma, seguro de sí mismo, y en cuanto me he parado un segundo ha intentado girar a la derecha en dirección al horizonte. Yo, claro, me he parado y repetido un autoritario NO, que ha contestado sentándose en el suelo y mirándome con una mezcla de burla y chulería. Lo he notado en sus ojos: se estaba cachondeando de mí. He repetido NO, y tras un par de tirones poco efectivos mi perrete se ha tumbado y me ha dicho que nanai, que él por ahí no quería ir. Que hoy tocaba por el otro lado.

Su puta madre, he pensado. Pero después me he dicho ¿será posible que mi perro ovejero sea menos borrego que la mayoría de gente de mi país?, ya sabéis de quienes hablo, de esos que siguen al amo sin plantearse nada, confiando ciegamente en lo que les dicen y creyendo que tras la puerta que han pintado con tiza encontrarán lo que les han prometido.

Esa gente, que si les dicen que ese camino es malo, que no debe hacerse o siquiera pensar que existe, creen a pies juntillas cada una de las letras y no solo no lo toman, si no que insultan y atacan a todos los que, por el motivo que sea, deciden recorrerlo sin miedo.

Con decisión propia. Con palabras que nadie les ha dictado, sino con ese perfecto coctel de curiosidad y libre albedrío que sabe a manos sin cadenas y barrotes de cárcel oxidada por falta de uso.

Mi perrete hoy ha sido más libre, e infinitamente más inteligente, que muchos de los tontos que caminan siguiendo el dedo que les señala el horizonte, los mismos que creen abanderar una verdad, unos valores y un futuro que ni con toda la suerte del mundo de su parte van siquiera a oler levemente. Siquiera va a mearles en la cara.

Hoy es lunes, he vuelto hace poco a casa, y necesitaba escribir esta verdad: hay perros con la mente mucho más abierta, y más libres, que muchos de vosotros. Y encima nos miráis a los demás por encima del hombro.

¿Quién es el animal evolucionado aquí?