Adiós a Francisco, el Papa que quiso cambiarlo todo

Ha fallecido a los 88 años el primer pontífice americano, reformista, polémico y profundamente humano. Su legado va mucho más allá de los muros del Vaticano.

Un pontificado de primeras veces

El Papa Francisco falleció este lunes a las 7:35 de la mañana a los 88 años, tras complicaciones derivadas de una neumonía. Su muerte ha sido confirmada por el cardenal Farrell y la Santa Sede, marcando el fin de un pontificado que rompió moldes y abrió heridas a partes iguales. Jorge Mario Bergoglio fue el primer Papa americano, el primer jesuita, y el primero en tomar el nombre de San Francisco, un guiño claro a la humildad, la pobreza y la sencillez.

Desde su elección en 2013, tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, Francisco trató de abrir las puertas de la Iglesia al siglo XXI. Su apuesta por una Iglesia más cercana, humana y consciente del mundo moderno ha sido uno de los movimientos más valientes (y discutidos) de las últimas décadas.

Periferias, ecología y una lucha interna

En sus 12 años como pontífice, Francisco viajó a más de 60 países, priorizando las “periferias” antes que los grandes centros de poder. Desde Lampedusa hasta Mongolia, habló de inmigración, pobreza, ecología y justicia social. Su encíclica Laudato si’ fue un punto de inflexión: el primer documento papal centrado en el cambio climático.

A nivel interno, intentó reformar la Curia, luchar contra la corrupción y endurecer la política frente a los abusos sexuales. También abrió el debate sobre la inclusión de mujeres en cargos de poder, la acogida a la comunidad LGTBI y el rol de los divorciados en la Iglesia. Pero encontró una fuerte resistencia interna que marcó un pontificado lleno de tensiones con los sectores más conservadores del Vaticano.

Un Papa de contrastes… y esperanza

El Papa que dijo “¿quién soy yo para juzgar?” cuando se le preguntó por los homosexuales, también fue crítico con el aborto y cerró la puerta a la ordenación femenina. Su figura generó pasión y oposición a partes iguales, dejando una huella imborrable tanto entre los creyentes como en los no creyentes.

Su último mensaje fue también el más claro: esperanza. Así tituló su autobiografía publicada en enero, una palabra que resume la visión de un pontífice que, con luces y sombras, trató de acercar el Evangelio al mundo real. Su despedida, desde el balcón del Vaticano el pasado domingo, queda ya como una imagen para la historia.

El mundo se prepara ahora para un nuevo cónclave. Y la Iglesia, para decidir si continúa el camino iniciado por Francisco… o gira hacia otra dirección.