‘La patria de los suicidas’, de Pascual Martínez

El demonio está en los detalles

por J. Víctor Esteban.

Dicen que La patria de los suicidas  es la primera novela de Pascual Martínez. Si con esta obra estaba aprendiendo a escribir, cuando entregue la tercera vamos a alucinar. Bromas aparte. Pascual Martínez maneja a la perfección todos los resortes del género, personajes bien definidos, adoloridos y cansados unos, frescos y renovados otros.

Guardias civiles típicos y otros absolutamente excepcionales. Paisajes monótonos y crímenes que rompen con todo lo establecido. Relaciones personales, impersonales, antipersonales, odiosas y de familia con todas sus mezclas y variantes. Y el solazo de Andalucía. Si han dejado alguna vez el coche al sol del mediodía de verano, mientras se tomaban un descanso en la carretera, ya saben de qué les hablo. Y no hace falta irse a Écija, la sartén, sino en cualquier pueblecito de Jaén, Córdoba o Almería.

Pascual Martínez sabe contar una historia. Con un lenguaje, difícilmente sencillo, avanza en la narración de forma aparentemente lineal, pero sin dejar de tomar las curvas necesarias para despistar al lector enseñando caminos falsos.

Paso a paso, metódicamente, la investigación no avanza. Cada puerta que se abre conduce a una sala vacía. Cada suicida, cada nuevo cadáver, cada nueva atrocidad, cierra el sendero abierto por el anterior.

Cada personaje es quién dice ser, a veces para su desgracia. Los guardias son guardias, la dueña de la pensión es hostelera y nada más, la juez es juez, el forense es forense y los guardias son guardias ¿o no?

A veces para completar un camino hay que volver a recorrerlo desde el principio…

Nunca he sido capaz de adivinar quien era el asesino en las novelas de Agatha Christie, lo reconozco y me estragan los CSI que descubren al criminal porque se ha dejado un pelo de cabra manchega en la habitación de su hotel en las Vegas y molécula a molécula y pantallazo a pantallazo, descubren el vínculo entre la stripper del Tangiers y Horcajo de Santiago, Cuenca. Por eso me ha gustado La patria de los suicidas porque está poblada de personajes normales, como usted o como yo (disculpe si llamarle normal le parece un insulto pero estoy de la sofisticación…), con sus defectos y sus virtudes. Con sus escudos antipersonales y con la piel necesitada de una caricia ajena. Con sus recuerdos y sus obsesiones. Con sus deseos de olvidar y con el ansía de venganza. Y por ahí se cuela el demonio, por los detalles y por la pasta…

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