Tomando apuntes con The Florida Project

Tomando apuntes con The Florida Project

por Manuel Gris

Hay siempre dos formas de tomarse la vida, dos maneras de luchar contra la realidad y de tratar a la gente que te rodea (que suele ir estrechamente ligado).

Los hay que prefieren seguir las reglas, engañándose en todo momento con respecto a lo felices que son, y que saben que no son libres ni lo serán jamás. Suelen ser personas serias, leales, responsables, pero que, contra todo pronóstico y cuando toca, saben quebrar un poco las reglas para que el segundo tipo de gente no acabe peor de lo que debería. Normalmente lo hacen porque ver a los demás comportándose de un modo que ellos entienden, seguramente porque fue suyo en el pasado, es lo más que pueden hacer para que sus vidas brillen y así volver a sentirse completos, pero se encuentran siempre con una férrea encrucijada: ¿es bueno ayudar a alguien a autodestruirse y a que alcance ese final que todos conocemos, en lugar de tratar de enseñarle cuál es el buen camino? ¿Y no es él responsable, en parte, de la caída de la persona a la que pretende proteger? Porque ayudar a alguien de este tipo tiene sus consecuencias, y suelen ser imparables.

Aquellos que escogen el otro lado de la moneda y que anteponen la diversión, la libertad y el romper las reglas con el único fin de tener una vida plena, inolvidable y envidiable para los “cobardes” del primer grupo, suelen llevar a rastras una mochila llena de complicaciones, fatigas, carencias sentimentales y problemas económicos, pero no es eso lo que más les duele o les quita el sueño, sino el hecho de que prácticamente en todo momento están huyendo del pasado sin tener en la mirilla al futuro.

Y entonces, una vez que se sabe esto, un director y guionista decide hacer una película sobre ello con el punto de vista más fiel y crudo, más directo e inocente que nadie pueda imaginar: el de una hija aún más anárquica, traviesa, sincera y descontrolada que su madre.

The Florida Project (Sean Baker) es, sin ninguna duda, una película que hay que beberse con ganas, despacio y con calma, sabiendo lo que se va a ver, y olvidando nuestras creencias y valores en la puerta del cine. No es sencilla. La dificultad sobre todo tiene forma de niña pequeña, de edad indeterminada, que disfruta de un inicio de verano sin una imagen paterna ni materna estable, pero que toma como ejemplo en todo cuanto hace, incluido el modo de comportarse con los demás. La historia nos hace reír de cosas que no deberíamos, odiar a quien menos se lo merece, y prejuzgar personajes mucho más profundos de lo que estamos acostumbrados a ver en las salas de este mundo que nos ha tocado. Además, para terminar de complicarlo todo, juega a no decirnos nada directamente, sino que nos muestra el día a día de los protagonistas, con sus enfados y actitudes, con sus gritos y opiniones, sin que tengamos el pasado de ninguno de ellos claro, y solo disponemos de las frases que dicen, y las que no (que son las verdaderamente importantes en nuestras vidas), para armar un puzle cuya caja no tenemos y con las luces de la habitación parpadeando en todo momento.

Pero que gozada.

Es difícil hablar de las actuaciones de los actores sin decir que, seguramente, algunos de ellos no actúan en absoluto, sino que sacan fuera vivencias y pensamientos que siempre han tenido dentro, y los hacen brillar de un modo impresionante, sin tapujos y tan puro que a veces nos olvidamos de que estamos viendo una película, porque hay tantas Moonee (Brooklyn Kimberly Prince) y Halley (Bria Vinaite) en el mundo buscando su lugar, tantos Bobby (Willem Dafoe) que protegen a los que les rodean sin capa ni antifaz, y tantos Scooty (Christopher Rivera) y Jancey (Valeria Cotto) que no pierden las ganas de seguir luchando, que dan ganas de salir a la calle y buscarlos, abrazarlos, comprarles perfumes baratos a precios de risa o comprarles todos los gofres con extra de gelatina de arce que quieran, y susurrarles, con cariño, que estás con ellos, que les apoyas y no les dejarás caer. Que, pase lo que pase, les comprendes y les ayudarás a salir sin heridas de sus errores.

Hay siempre dos formas de vivir la vida, dentro de una jaula, aseguro y creyéndote libre, o fuera de ella, gritando, bailando, y teniendo claro que no vas a acabar bien. ¿Cuál escogerías?