ROGER WATERS INICIÓ EN BARCELONA SU GIRA US + THEM

El mítico bajista de Pink Floyd emprende una gira mundial, cuyo el pistoletazo de salida lo dio en Barcelona los pasados 13 y 14 de abril y YellowBreak estuvo presente.

En palabras de un buen amigo, “nos hemos perdido lo mejor”. ¿Quién, en su sano juicio, puede decir que la música actual es mejor que la de antaño?

En esta época que, por desgracia -sí, por desgracia-, nos ha tocado vivir, los mitos de la música que aún siguen en activo ya rondan, en el mejor de los casos, la sesentena.  Para verlos en directo tienes que dejarte los cuartos y, con suerte, saldrás del concierto con la alegría de poder decir que has disfrutado de la sombra de lo que fue una mente brillante de la música del siglo XX. En el peor, el concierto se habrá pasado de soso. Actualmente, la escucha activa brilla por su ausencia y el mérito de conseguir tal álbum en formato físico es denostado y replicado con “¿por qué no te lo descargas?” o el clásico “¿no sabías que ese grupo está en Spoti?”.

Es gracioso pensar un tiempo en el que los adolescentes se esforzaban por tener el mismo look que su rockero favorito y no por recibir el tartazo del DJ de turno para colgarlo en Instagram. En los 70 Pink Floyd sacudió a toda la humanidad con su mensaje antisistema, su calidoso rock psicodélico y su elaborado componente visual (si no has visto la película The Wall (Parker, Scarfe, 1982) no mereces estar en el mismo lado del muro que nosotros). Su legado perdura hasta hoy pero las mentes de las nuevas generaciones están por otras cosas. No obstante, siempre habrá resistencia. Y nosotros somos la resistencia: viejas glorias que vieron en su día a las más grandes bandas y las jóvenes generaciones que luchamos por que esto del rock no muera. Así que, si no podemos volver atrás en el tiempo, confinaremos todo el universo sonoro y visual de Pink Floyd en el Palau Sant Jordi de Barcelona gracias a Roger Waters. Y si aquí empieza su megalómana gira Us + Them, esa medallita que nos colgamos.

El escenario era imponente y la pantalla del fondo, kilométrica. Al encenderse, apareció una chica de espaldas sentada  en la playa mirando al mar. La imagen se iba distorsionando paulatinamente mientras sonaba Speak To Me y, seguidamente, aparecieron los músicos para interpretar Breathe.  Waters aún no se había acercado al micro cuando el que tomó la palabra fue su Precision Bass cuando inició One Of This Days. Qué bien suena ese bajo. Qué pedazo de línea tiene esta canción. Y vaya solos de guitarra. Qué demonios, vaya músicos se trajo el inglés. Todos y cada uno eran auténticos portentos en sus instrumentos. Llegó el turno de Time y los clásicos relojes que en su día imaginaron los Pink Floyd invadieron la pantalla. Y en el momento en el que todos los relojes sonaron, los oímos por todo el estadio. Y es que habían dispuesto altavoces alrededor de la pista, creando así un sonido envolvente. Éste era un concierto en Dolby Surround. A continuación, sonó The Great Gig In The Sky. Bella canción pero no tan bella puesta en escena. Puede que éste fuera el momento más flojo del concierto. El atuendo negro de lentejuelas y las pelucas rubias que llevaban las coristas eran un tanto horteras y, si su imagen se veía agrandada por la inmensa pantalla, la escena rozaba lo cutre.

Superado este bache, el clásico Welcome To The Machine hizo de preámbulo a tres canciones de Is This The Life We Really Want?, último disco de Roger Waters en solitario. Los más puretas del músico disfrutaron con Déjà Vu, The Last Refugee y Picture That. Los que no teníamos tan escuchado su disco nos enfriamos un poco, pero admiramos la etapa post Pink Floyd de Waters. De pronto, una acústica se erigió en la protagonista: sonaba el mitiquísimo intro de Wish You Were Here para delicia del respetable, que por descontado la cantó más fuerte si cabe que los altavoces del Palau Sant Jordi. Tras esta canción, las luces se apagaron, excepto un foco que se movía y apuntaba al público, como si buscara a algún fugitivo. Por los altavoces del estadio sonaban helicópteros. Daba la sensación de que los teníamos encima. Por supuesto, este ambiente sólo podía anteceder a la sucesión de The Happiest Days of Our Lifes y las partes 2 y 3 de Another Brick In The Wall. Quizá la canción (pues es la misma pieza dividida en 3 pistas) más conocida e icónica de Pink Floyd. En este punto, un grupo de niños vestidos de reos saltó al escenario y bailaron a ritmo del “We don’t need no… education”. Éxtasis final con un contundente mensaje escrito en sus camisetas y pantalla: RESIST. Tras el climax, nos dedicó Roger Waters sus primeras palabras y anunció un parón de 20 minutos para volver con otro set. La espera se hizo infinita.

Tras el interludio, Roger Waters y su banda volvieron con una puesta en escena que dio una vuelta de tuerca a su ya ambiciosa propuesta. Del techo del estadio descendieron dos hileras de pantallas en paralelo y de ellas se erigieron las cuatro chimeneas ilustradas en la portada del disco Animals. Para rizar el rizo, un dirigible con forma del cerdo que también sale en esa portada acababa de ambientar la escena con Dogs y Pigs (Three Different Ones) sonando. Magnificencia hecha imagen y música. Sobre todo, música. Roger Waters tendrá su edad y Pink Floyd, espero equivocarme, nunca volverá a un escenario. Pero en honor a la verdad, el fluído que emitían los altavoces del Sant Jordi era rosa intenso y rico en matices. Uno de los guitarristas de la banda, Dave Kilminster, le sacaba a su Stratocaster el mejor sonido que un servidor ha oído en ese tipo de guitarra. Por no hablar de su belleza estética. Durante Pigs, Roger Waters intensificó su discurso político al exhibir en las pantallas frases tristemente célebres del actual líder del mundo libre para acabar con una de cosecha propia: TRUMP ERES GILIPOLLAS. Sí, en español.

El concierto estaba alcanzando cotas estratosféricas y continuó ascendiendo cuando miles de tragaperras resonaban por doquier. Despuñes, la madre de los riffs de bajo del genio Waters: Money. Bendito sea también su solo de saxo. Por descontado, el saxofonista se ganó el sueldo tanto en el solo de este tema como en el del siguiente, Us And Them, canción que daba nombre a la gira que acababa de nacer en el Sant Jordi de Barcelona. Roger Waters encaraba la recta final del concierto y se permitió el lujo de tocar Smell The Roses, single de su disco en solitario. Este tema nos pilló a contrapié, pues ante tanto clásicazo no esperábamos algo nuevo, pero por supuesto no desentonó para nada con la dinámica del concierto. Clásico o no, es un temazo. Antes de la despedida, unos láseres dibujaron una gran pirámide 3D y focos multicolor la atravesaron, representando la archiconocida portada del The Dark Side Of The Moon.  Brain Damage y Eclipse sonaban pontentes durante esta exhibición visual que marcaba el final del concierto. Los aplausos hicieron retumbar el estadio.

Tras el falso adiós, Roger Waters apareció en solitario con su guitarra acústica y pronunció un discurso en contra de los poderosos y en pos del amor hacia el prójimo, que acabó coronando con Mother, una canción muy acorde con su anterior declamación y perfecta para que el público volviera a alzar la voz. Finalmente, como guinda, otra de las joyas que Pink Floyd regaló al mundo: Comfortably Numb. Miles de cuerdas vocales acompañaron al inglés en su estribillo y miles de manos elevadas al cielo celebraron el final de un soberbio concierto del principal responsable de todo el imaginario de Pink Floyd.

Roger Waters puede estar orgulloso de la puesta en escena que plantea la gira Us + Them. Potentes visuales, estructuras imposibles y, lo más importante, unos músicos excelsos y una calidad de sonido digna de estudio. No es normal lo bien que sonaron todos los instrumentos durante la totalidad del concierto en un estadio tan grande como el Palau Sant Jordi. También cabe destacar que la disposición de altavoces alrededor del estadio fue un acierto total ya que lo envolvente del sonido te transportaba a un casino de Las Vegas cuando sonaba Money, te perseguían helicópteros en la trilogía de Another Brick In The Wall o te creías encerrado en la torre del Big Ben en Time. En cuanto a lo visual y su temática, hay que aplaudir que, en su día, Waters y el resto de Pink Floyd concibieran un universo y un mensaje tan universal y atemporal, pues su discurso protesta creado en los 70 bien se puede aplicar a los problemas mundiales de hoy en día, como expresaron las provocativas imágenes de Trump en Pigs o los niños reos en Another Brick In The Wall. El rock está de capa caída y la mayoría de las nuevas generaciones no se acuerdan de estos antiguos héroes, pero mientras hay vida hay esperanza. Ellos se mostrarán indiferentes ante esta pérdida de valores. Nosotros, resistiremos por que el mensaje y la música de Pink Floyd y de tantos otros grupos no muera. Eso es lo que nos pide Roger Waters: RESIST.