Pokémon Go: una relación de amor-odio

Pokémon Go: una relación de amor-odio

Una cosa está clara: Pokémon Go se ha convertido de mejor o peor forma en un fenómeno de masas. Parecía que Pokémon estaba quedando año tras año en un rincón dominado por los jóvenes nostálgicos que vivieron de primera mano el nacimiento de esta saga y niños. Hasta ahora.

Nintendo, de la mano de Niantic, ha dado el salto al mercado de móviles con esta aplicación gratuita que recuerda mucho a Ingress, el anterior juego de Niantic, y que pretende cumplir con la fantasía oculta de todos los jugadores de Pokémon: salir de casa e ir a capturar todos los Pokémon que salgan a nuestro paso. Y, le pese a quien le pese, les ha salido muy bien. Desde antes de su lanzamiento oficial, ya éramos muchos los que nos hicimos con la aplicación para saciar el hype creado desde su anuncio; pero fue a partir de su aparición en las store de móvil cuando el fenómeno desbordó todas las expectativas. Su aparición casi diaria en muchos noticiarios, lugares icónicos de distintas ciudades abarrotados de gente jugando y el siempre efectivo boca-oreja, y la necesidad de sentirnos parte de un grupo, ha conseguido superar la barrera de edad y hacer que actualmente “todo el mundo”, independientemente de su afición por los videojuegos y concretamente por esta saga, juegue a Pokémon Go. Pero como todo en esta vida, tiene sus admiradores y sus detractores.

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El principal fuerte de esta aplicación es que “obliga” a los jugadores a hacer algo que muy pocos juegos han conseguido: salir a la calle y caminar hasta el hartazgo. Y cuanto más camines, mejor. Más huevos podrás abrir, más y más diferentes Pokémon se pondrán a tu alcance, más Pokeparadas en las que abastecerse de objetos y más gimnasios en los que poner a prueba a tu equipo. Sobra decir que el componente social está presente en todo momento de una forma u otra -la pertenencia a uno de los tres equipos, combatir juntos en gimnasios-, y eso que aún quedan novedades que incluir en la aplicación pero que ya están confirmadas, como el intercambio de Pokémon. Sin embargo, confiar en el sentido común de todas las personas que juegan a Pokémon Go -que no son pocas- y en que van a jugar manteniéndose en los límites de la legalidad, es confiar demasiado. A todos nos suenan noticias de gente despistada que ha sufrido un accidente mientras jugaba, denuncias a conductores de transporte público por conducir y jugar en su horario laboral o la petición de respeto y decoro en zonas turísticas por la cantidad de gente inconsciente que juega en lugares como Auschwitz. Todos tenemos algún conocido que ha sucumbido a la comodidad de casa y al ansia de “ser el mejor” con el mínimo esfuerzo y se sirve de aplicaciones que falsean a voluntad la ubicación del jugador y de bots que capturan Pokémon de forma automática. Comportamientos que la comunidad del juego crítica y a los que Niantic intenta poner solución.

Habrá, y no poca, gente a la que Pokémon Go le parecerá una pérdida de tiempo en todos los aspectos, como otras muchas cosas, y es totalmente respetable. De hecho, los propios jugadores a veces se niegan a llevar el ritmo que ésta aplicación requiere si queremos “hacernos con todos” o a tener que competir con aquellos que hacen trampas. Pero una cosa sí que hay que concederle y es que por una parte ha conseguido que muchísimas personas salgan a la calle; también gracias a que el juego se ha sacado en verano, una época ideal para “abusar” del tiempo libre de la gente. Pero por otra, ha conseguido reflotar el nombre de ésta saga y recordar que Pokémon nunca se ha ido y aún tiene mucho que mostrar.

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