EL PERIODISMO GONZO SE DOMESTICA

Más de 40 años después de su publicación Miedo y asco en Las Vegas sigue siendo un libro que impacta al lector no solo por su contenido, sino especialmente por un estilo que sirvió para definir lo que se conoce como periodismo gonzo. Una manera de entender y compartir la realidad que ahora, como entonces, da mucho que hablar.

El pasado mes de julio, Hunter S. Thompson hubiera cumplido 80 años. El autor de Kentucky es conocido principalmente por ser el padre del “periodismo gonzo”, un género cuya obra cumbre se considera Miedo y asco en Las Vegas. Publicada en 1971 con las ilustraciones de Ralph Steadman y llevada al cine por Terry Gilliam en 1998, es la historia del viaje por Las Vegas de Raoul Duke y Dr. Gonzo quienes, con la excusa de tener que escribir unos reportajes, intentan alcanzar el sueño americano en un entorno surrealista plagado de personajes que lo son todavía más. La novela forma parte del imaginario de la popular cultura del casino en Estados Unidos desde su vertiente más extrema, y lo más importante: es el mejor ejemplo del periodismo gonzo.

Duke es en realidad el propio Thompson, y Dr. Gonzo es su abogado, Oscar Zeta Acosta. Miedo y asco en Las Vegas es el resultado de esos reportajes que los dos tenían que hacer en la “capital del pecado”, es una interpretación personal de lo que vivieron realmente Thompson y Acosta. Supone el ejemplo clásico del periodismo gonzo porque con esa finalidad fue creada. Pese a que Thompson lo consideró un intento fallido, la novela recoge todas las características que definen al género. Miedo y asco en Las Vegas es una narración de no ficción que nació como una serie de artículos para la revista Rolling Stone, en la que Thompson fue corresponsal de asuntos nacionales durante 30 años. La frontera entre objetividad y subjetividad desaparece, el periodista forma parte de la historia, y los hechos, desde el punto de vista de la primera persona y al detalle, son más importantes que el concepto de verdad. Todo ello regado por una enorme influencia de la ‘Generación Beat’ y la rendición al monólogo interior sin ataduras ni filtros. De ahí su fama de “periodismo salvaje”.

En realidad el término “gonzo” se había acuñado algún tiempo antes de Miedo y asco en Las Vegas, en 1970, tras la publicación del artículo de Thompson El derby de Kentucky es decadente y depravado. Tenía que ser una crónica deportiva para una pequeña revista pero, abrumado por la falta de tiempo, el periodista entregó sus notas sin corregir ni revisar y en las que se reflejaba su angustia personal por no llegar a tiempo a la fecha de entrega. El editor lo publicó tal cual, y fue el periodista Bill Cardoso quien utilizó la palabra “gonzo” para alabar el artículo, exclamando que “ahora sí, esto es Gonzo puro”. El término se supone que proviene de la jerga irlandesa para denominar al último que queda en pie tras una maratón de bebidas, aunque no está del todo claro.

“El término se supone que proviene de la jerga irlandesa para denominar al último que queda en pie tras una maratón de bebidas, aunque no está del todo claro”.

La cuestión es que Hunter S. Thompson decidió que eso, gonzo, era lo que iba a hacer, y a ello se entregó durante su carrera. El trabajo de Thompson se enmarca dentro del denominado “nuevo periodismo”, que se desarrolló en las décadas de los 60 y 70. Este nuevo tipo de periodismo, que apareció principalmente en revistas en lugar de periódicos, ponía en duda la idea de que el periodista sea una figura invisible y también de que su fin sea el de perseguir la objetividad. Uno de sus representantes más conocidos es Truman Capote, autor entre otras obras de Desayuno con diamantes y A sangre fría; Hunter S. Thompson es otro de sus máximos exponentes. Pero, ¿qué queda de ese periodismo? Seguramente más de lo se quiere admitir.

En los años 80 el “nuevo periodismo” acabó diluyéndose en la práctica “mainstream”. En cuanto a Thompson, aquella aventura salvaje por Las Vegas de principios de los años 70 se convirtió en una atracción para turistas (como muestra el anuncio de los “Gonzo Tours” de 1983 en las Páginas Amarillas) y él pasó a ser una figura de culto. Sin embargo, el estilo gonzo ha perdurado aunque sea de una forma más consciente y controlada.

Experimentos como el del periodista alemán Günter Wallraff, que escribió Cabeza de turco (Ganz unten) tras hacerse pasar por un inmigrante turco para conocer en qué condiciones vivían en su país, fue todo un éxito en los años 80 pese al revuelo que causó su publicación, y se ha traducido en más de 30 idiomas. En ese caso, durante la narración, Wallraff diferencia claramente al periodista del personaje, mientras que Thompson era el personaje, pero la intención de vivir en primera persona aquello de lo que se quiere informar está ahí.

El estilo gonzo ha impregnado otras disciplinas como el cine o la fotografía, y puede que sea en el fotoperiodismo donde más perdure aquella filosofía del “nuevo periodismo”. Esta manera de aproximarse a la noticia, formando parte de la creación de la misma, ha sido muy criticada durante años, pero también reivindicada por muchos que han asumido que la objetividad total no existe y que la manera más honesta de ser objetivo es desde la propia subjetividad. Así lo hacía Bradley L. Garrett en Why gonzo journalism is crucial to our understanding of cities and their tribes, un reportaje para The Guardian en el que apelaba a la necesidad del periodismo gonzo para entender los conflictos sociales que se viven a diario en ciudades de todo el mundo. La mejor manera de dar cuenta de esos conflictos en toda su complejidad, según Garrett, es contarlos desde dentro; habla de “ethnographies”, como una mezcla de etnografía (descripción de aquello que caracteriza a una cultura) y biografía, y da algunos ejemplos de “etnografías”, como una novela del propio Hunter S. Thompson sobre los Ángeles del Infierno o la obra de Alice Goffman On the Run: Fugitive Life in an American City.

Programas como el popular ’21 días’ o ‘Conexión Samanta’ de la periodista Samanta Villar, son la versión más azucarada de lo que queda del periodismo gonzo, pero también sobreviven en nuestros días algunas de sus plumas más afiladas, como la del ácido periodista P. J. O’Rourke. Hoy en día, solo hay que echar un vistazo a la mayoría de canales de televisión para darse cuenta de que aquel viejo axioma de que el periodista nunca debe formar parte de la noticia, es más que discutible. El periodismo gonzo puso una lupa sobre esa pretensión de que el periodista no existe y que la realidad es tal cual la cuentan los medios de comunicación, para que pudiéramos ver claramente que es posible que no sea así.