‘Mandy’, Festival de Sitges

Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges

Mandy: Obra maestra de proporciones cósmicas

por Àlex Caballero

Y llegaba la hora de medirse el aguante con Pan Cosmatos y su segundo largo titulado Mandy. Una película que venía marcada por la expectación de estar protagonizada por Nicolas Cage, quién asistió a la rueda de prensa junto a Pan Cosmatos organizada por el Festival, y venir precedida de un experimento extrasensorial y cósmico tan descomunal como Beyond The Black Rainbow, una película a la que más de allá de considerarla un viaje cósmico indescriptible e indescifrable en forma de crípticas y alucinógenas imágenes, no consiguió convencerme del todo a nivel personal por mucho que acabara considerando a su autor como una rara-avis muy necesaria a la hora de considerar arte en su máxima expresión a la disciplina cinematográfica.

Si Beyond The Black Rainbow carecía de lo principal, una narrativa lineal y reconocible para explicar su historia, Mandy resuelve el problema de manera radical exponiendo una narrativa tan imponente como visceral y concreta. Un veterano matrimonio (Red y Mandy), que vive en un oscuro y recóndito paraje de un indefinido lugar, ve truncada su armónica y bucólica existencia después de que un culto satánico se decida a raptar a Mandy para someterla a los servicios del vicioso líder de la secta llamado Jeremiah Sand. Un tipo de una bajeza moral asquerosa y un carácter absolutamente volátil.

Separada en tres claros segmentos, adornados cada uno de ellos por un diseño arrebatador en forma de títulos, no será hasta el tercero de ellos (el que va titulado con el nombre de la película y el personaje encarnado por la exponencial Andrea Riseborough al más puro estilo black-metal) cuándo Red (Nic Cage) se ponga el mundo por montera y no conozca ni a su padre a la hora de vengar el dolor y la distorsión causada en su seno familiar por Jeremiah y los suyos. Absolutamente desbocado y dueño y señor absoluto de ese último tercio de la película (aunque el papel parece que haya estado hecho a medida para el impredecible Cage no fue así exactamente), no es Cage quien lleva el protagonismo de la película durante sus dos primeros capítulos elevando la actuación de la Riseborough (esas camisetas metaleras y esa estética desgarbada son de un gusto descomunal) a la de pura magia.

Teniendo en cuenta que Mandy ocurre en el mismo universo (de ahí su plano final) y momento (1983 ambas) que Beyond The Black Rainbow, no es la única conexión evidente (y no tanto) que las dos películas de Pan Cosmatos comparten como familiares directos. Emparentadas más allá de esa cronología universal que hemos comentado, el alucinógeno trabajo de iluminación, el crudo y sesudo montaje de la película, esa predilección por las bandas sonoras de calado cósmico e insondable (en este caso perpetrada por el difunto maestro Jóhann Jóhansson) y las incontables  lisergias psicotrópicas que nos producen ambas, sé de buena tinta (una extensa charla a la salida del Casino Prado tras la proyección de la reposición del debut cinematográfico de Alex Proyas con uno de los productores de Mandy arrojó mucha luz sobre el tema) que ambas películas son la representación artística de dos momentos cruciales en la vida de Pan Cosmatos, la pérdida de sus progenitores. Hijo del famoso y acaudalado director de cine George. P. Cosmatos (Rambo 2, Cobra, Tombstone), Panos Cosmatos es un hombre que se puede permitir tener una visión muy personal y concreta de su arte sin necesidad de estar abierto a la mutilación, cambio y tergiversación de su material tanto en lo que se refiere a la creación, como en el desarrollo o resultado final de su obra gracias al poder económico que le sustenta. Esto resulta en un visionario absolutamente obsesivo y cuidadoso al que le costó nada menos que ocho meses aceptar la idea de tener a Cage como el protagonista de su película. La cosa vino propiciada en el momento en el que a Cage le hacen llegar el libreto de la película y entusiasmado por todo el concepto artístico, previo visionado de Beyond The Black Rainbow, le dice a su agente que estaría dispuesto a participar en el filme de Cosmatos con la única condición de ser el actor protagonista y olvidarse del papel del villano líder de la secta (Jeremiah Sand) que le estaban ofreciendo. Esto descuadro totalmente a Cosmatos hasta el punto de necesitar casi un año para convencerse a sí mismo de que Cage podría protagonizar la película. Situación que consiguió hacer que Cosmatos cambiara ciertos aspectos del rol del personaje masculino de la película elevando considerablemente la edad de éste inicialmente pensada para un actor joven de unos 25 años así como la de su mujer. Pero claro, luego vemos la escena del lavabo, o el sadismo y la locura descontrolada en forma de venganza que deriva en una muertes de lo más crudo y enfermizo a manos de un Cage absolutamente excesivo, y nos convencemos por completo de que el papel no lo podía haber realizado nadie mejor que Cage.

Mandy es un emotivo, crudo y sangriento viaje lisérgico (plagado de referencias nuevamente) ejecutado como un western metafísico de proporciones cósmicas y ciertos toques de humor negro, en el que el amor, la venganza, las invocaciones demoníacas y los duendes del cheddar (tiene algún que otro punto de animación y diseño a lo Frazetta magníficos) hicieron que el público disfrutara y comprendiera las intenciones de Cosmatos hasta el punto de levantarse y aplaudir de manera efusiva (vítores incluidos) en varios momentos del pase mañanero en el Auditori del Melià de Sitges. Para mí, obra maestra indiscutible y la mejor del Festival hasta el momento.

Puntuación 10