Lista de promesas para el 2019

La clave del éxito está en ser realistas

por Patricia León

Empieza 2019 y como siempre, como todos los años, raro es quien no se propone algo bueno para conseguir a lo largo de los 365 días que tenemos por delante.

Son metas más o menos complicadas de cumplir que nos autoimponemos, como una forma de garantizarnos (o casi), su cumplimiento. Es como si al convertirlo en buen propósito para el año entrante no nos dejáramos más opción que su cumplimiento, y por eso le damos vueltas y nos reservamos hasta la promesa de fin de año para acometer su cumplimiento.

Los clásicos…

Las promesas pueden ser de lo más variopintas y dependen en gran medida de las circunstancias de cada uno: de la edad, el tiempo, los complejos, las adicciones, las responsabilidades, la salud… Pero hay algunas muy típicas, como aquello de apuntarse al gimnasio o aprender un idioma.

Son deseos casi generales para todos, y conseguiremos el éxito en función de lo en serio que cada uno se lo tome: en muchos casos sí contratamos gimnasio, pero es que además hay que ir.


En lugar del típico dejar de fumar, que muy pocos consiguen al cien por cien; apuntarse a un gimnasio, que ya os digo que luego hay que ir;  o perder unos kilos haciendo dieta sana, que por lo general fracasa a la primera salida de casa; podemos apuntar a los mismos objetivos pero con menos exigencia.

Nos costará menos trabajo cumplir nuestro buen propósito para el nuevo año y, con un poco de suerte y más tiempo, quizá terminemos por enfrentarnos a la gran promesa de dejar de fumar, esa que desde hace varios años nos hace fracasar con el consiguiente bajón para nuestra autoestima.

Por ejemplo, en lugar de proponernos dejar de fumar, podemos decidir no volver a fumar en el coche o no fumar hasta después del desayuno de media mañana. En lugar de esa dieta en la que siempre fracasamos porque dura mucho tiempo y la ansiedad termina por tirarnos de cabeza a la bollería, podemos optar por no volver a comer pan o de eso que nos engorda sólo con mirarlo entre semana o poner la mitad de azúcar en nuestro café, hasta que no perdamos un kilo.

Y en vez de contratar ese gimnasio que luego no pisamos una vez al mes, mejor prometer andar unos kilómetros el fin de semana o subir escaleras en lugar de coger ascensores.


Como somos avispados, no solemos ponernos plazo para la consecución de lo propuesto, por lo que en ningún momento a lo largo del año tenemos sensación de haber fracasado en nuestro propósito.

Sólo cuando vemos caer los últimos días del año, es cuando por fin reconocemos que ya no tenemos tiempo de perder esos kilos, aprender un idioma o cambiar de trabajo. Pero como inmediatamente tenemos a las puertas un nuevo año, tampoco nos entretenemos mucho en fustigarnos por el lamentable fracaso, pues nos “comprometemos firmemente a que de este año no pase”.

Hay que ser realistas

Pero para los más realistas, o los que están seguros de que no van a poder cumplir objetivos más altos por cualquier motivo (los típicos horarios laborales o las inexcusables responsabilidades familiares), hay algunas promesas de relativo fácil cumplimiento, que además ayudan a demostrarse a uno mismo que sí es capaz de cumplir una promesa de fin de año.

Por ejemplo, no volver a mover un coche sin ponerte antes el cinturón de seguridad, si no es tu costumbre, además puede ahorrarte algún disgusto. No dejar pasar un mes sin leer un libro es una promesa, aunque se haga para todo el año, a más corto plazo, más controlable en su cumplimiento, y anima mucho ver crecer la línea de libros en la estantería, pues a final de año has de tener en casa al menos doce libros más que cuando hiciste la promesa.

Y para terminar, permitidme un consejo. Sed realistas. No os propongáis nada que sepáis u os temáis de antemano que no vais a cumplir. Sólo sirve para hundir la confianza en uno mismo, y para que al terminar el año el desánimo nos impida hacer nuevos propósitos para el nuevo en los que quizá sí triunfemos.

Sea cual sea el buen propósito para el 2019… SUERTE PARA TODOS¡¡¡¡