‘Juego de Tronos’, capítulo final

¿Y qué esperabais? (¡Ojo spoilers!)

Hablar de Juego de Tronos requiere dosis de jabón reflexivo en nuestras palabras. Indiferentemente de su incuestionable calidad, es el show que ha unido a todas las tribus sociales, y ahora que la cosa se acaba, el grito está en los cielos. ¿Decepción, engaño? ¿Por qué no un análisis de las reacciones al capítulo 8×05? Se avecinan “spoilers” como panes, así que sigue leyendo bajo tu propia responsabilidad.  

¿Qué puñetas le pasa a todo el mundo? Voy a ser claro desde el segundo uno, paso de hacer un artículo tendencioso y populista sobre lo que todos hemos visto en el último capítulo emitido en HBO ESPAÑA de la serie del momento. La serie ha pecado de muchas cosas (desde sus orígenes), y a pecados viejos se le suman otros nuevos. Si algo se les puede echar en cara a los creadores de la serie es que han destrozado el ritmo narrativo. ¿Es esto malo? Si, si lo es, pero justificable al querer abarcar mucho en unos espacios tan reducidos de tiempo, limitados a las franjas horarias de una cadena de televisión, y el presupuesto de una serie que parece haber roto la barrera entre el cine y su medio de emisión.

Un final acelerado

Juego de Tronos ha sabido siempre, a lo largo de 6 intensas temporadas, saber jugar con la tensión y el suspense para luego hacernos explotar la cabeza. Los viajes eran lentas oportunidades para desenvolver la trama y a sus personajes, las conversaciones eran pistas, y las situaciones se arremolinaban como la guadaña de la parca. Desde la temporada siete esto ha cambiado. La intención de cerrar una de las series más efectistas del momento dentro del límite establecido ha tenido que dar unos quebraderos de cabeza enormes a los guionistas, que han tirado de las elipsis narrativas a todo trapo. Se acabó la calma, y ahora toca apretar el pedal del acelerador, y estamos viendo situaciones tan épicas como cuestionables, y lo peor de todo, la aparición de los malnutridos pseudo-Ex Machina que están ensuciando la calidad de la última temporada.

El capítulo 8×03, La larga noche nos dio momentos de suma tensión, y duele un poco ver como todo se soluciona con una Arya-Ninja que es capaz de hacerse imperceptible por las mentes más peligrosas de la horda de muertos vivientes pero no de cuatro zombies en una biblioteca (por cierto, super bien insonorizada… Ni un solo ruido allí dentro de la matanza de afuera ;) y aparece de la nada para salvar el día cuando ya todo estaba perdido.

Los personajes se teletransportan sin ton ni son, y parecen cambiar de actitud de forma radical cuando el espectador obvia que entre reacción y reacción ha habido un cúmulo de situaciones omitidas y que Juego de Tronos no es una serie que te mastique la comida. Te da el plato, y te toca a ti saber que cubierto usar para cada ocasión. Esto último es importante porque aquí viene lo gordo. La matanza de Daernerys de “desembarco del rey” te puede hacer más o menos gracia, pero está perfectamente justificada.

Una serie con más oscuros que claros

¿No te gusta? Pues asúmelo. Hace tiempo leí una crítica sobre Juego de Tronos titulada “Un mundo demasiado oscuro para los Hobbits”y me encanta como resume la esencia de la serie en una sola frase. Juego de Tronos no quiere ser tu amiga. No te muestra un mundo funesto para hablarte de cómo llegó la bondad y la justicia a Poniente. Aquí no hay mal mayor que nosotros mismos.

Ahora con el capítulo acabado y la gente “flipando en colores” surgen los titulares en todos los medios sobre como la serie ha matado el arco evolutivo de los personajes, que si los padres que llamaron a su hijos como Daernerys ahora están molestos. Yo lo único que leo es el popular y vulgar dicho de “Tu antes molabas” como una casa, referente a la popular Targaryan.

¿Y es malo? No, es injusto, pero en una serie que no trata de ser tu amiga ¿De verdad nos vamos a llevar las manos a la cabeza por no ser justa? El arco evolutivo del personaje estaba más que mascado cuando ve morir a su hermano sin pestañear al meterle su cabeza en oro fundido (claro, ¡Vyseris no mola! ¡Qué guay!) y que no le tiembla el pulso a la hora de mandar darle matarile a quien se le pone de frente. Ha llorado, matado, sufrido y quemado por el trono de hierro, y de repente llega a Poniente y descubre que un “seductor” bastardo es el heredero legítimo al trono. Todo queda en esa última conversación con Jon, cuando ella le besa y le pregunta “¿Será amor o será miedo?”. Él le rechaza el beso y ella con la mirada turbia le dice “Pues será miedo”.

Un final fiel a su historia

Esto es lo que hace que la serie sea tan cruda y oscura. Un personaje con un noble ideal puede verse corrompido al sentirse solo y desmerecedor del mismo ideal por el que luchaba, y llegado el momento, decidir coger lo suyo por la fuerza y preferir ser temido a amado. Que Arya Stark reciba una dosis de humildad de la misma persona que rompió su inocencia y decida que la “venganza” solo puede enturbiarla aún más. ¿Y que nos queda? Gente descontenta… pero amigos, en Juego de Tronos no hay nadie a salvo, ni si quiera el espectador. Seamos sinceros… ¿Qué esperábamos? ¿A Jon Nieve casado con Daernerys Targarian mientras sus retoños juegan con lobitos y dragoncitos? ¿Obviamos los siglos de endogamia de la casa Targaryan? ¿Obviamos también la cantidad de sangre derramada por la madre de dragones para llegar a tan idílico final? 

Si hay un mal mayor de la última temporada de esta serie, aún más grave que las prisas por cerrar rapidito el tinglado, son nuestras propias expectativas. Yo mismo boqueé como un pez cuando nuestra querida Dany decidió arrasar a “sangre y fuego” los inocentes de la capital… pero de verdad ¿Eso empeora la serie? No, eso la hace bastante fiel a sí misma y a su espíritu sombrío, cruel y oscuro, porque parecemos olvidar que ya antes de la masacre, Daernerys necesitaría una esponja de acero para poder quitarse la sangre de las manos.