‘Euphoria’, juventud divino tesoro

Puede que los tiempos cambien, pero Sam Levinson ya demostró con Nación Salvaje que la juventud es un tema atemporal. Pueden cambiar los intereses, las tecnologías, los sistemas educativos, e incluso puede colapsar el mundo bajo la pesada red de la globalización… pero eso no quita para que la juventud mantenga su inmutable esquema, y es que cualquier joven independientemente de la época, siempre estará bien jodido.

Lo admito, no es mi género. El tema “adolescente” me transporta a los momentos de Al salir de clase, pero de vez en cuando aparece algo como Euphoria que viene abalada por una ficha técnica de infarto y un reparto con nombres como Zendaya (¡Espera un momento! ¡¿Esta tipa no es de Disney Channel?!) y consigue un éxito de crítica abismal.

¿Y de que va Euphoria exactamente? Juventud, divino tesoro. De eso exactamente. De personitas que aman, sufren, se drogan, experimentan la sexualidad, mienten, la cagan, lo arreglan y la vuelven a cagar de formas irreparables. Todo esto encorsetado en los tiempos en los que corremos, en los que las redes sociales, las aplicaciones de “citas” y demás productos de un “cyberpunk” cada vez más cercano, regalan a estos jóvenes la facilidad para saltarse las reglas en un mundo que se abre para ellos.

Lo cierto, es que poca gente sabe realmente que Euphoria es un remake de Oforia, mismo concepto de drama juvenil, en este caso israelí, que hace el mismo concepto dentro del marco que dejaron los años 90’s, y esto solo demuestra que puede que cambien las normas de una década a otra, pero el juego es el mismo. La juventud es juventud, insumisa y rebelde. Decisiones que se toman y delimitan el ser humano que un día seremos, el momento exacto en el que peleamos por no ser un simple número más de un intervalo mundial, y en el que cualquier batalla que el resto de la sociedad considere “perdida” es perfecta para que peleemos en primera línea. El mundo aún tiene bocados que recibir, y nosotros queremos que todos sepan que la última mordida coincide con nuestra dentadura.

Euphoria aún con todo, sabe mantener ese “toque” subversivo. Es normal que en este tipo de productos se acabe frivolizando o el tema, o la ficha técnica, pero en los episodios que se han emitido hasta la fecha de esta redacción, lo cierto es que la serie mantiene unas cotas de calidad tanto en argumentos, como en reparto y como ficha técnica, espectacular.

Sam Levinson tiene un pulso a la hora de manejar a los cámaras que juega con el onirismo más salvaje constituyendo planos realmente hermosos, el reparto (En especial Zendanya) esta muy bien acomodado, y su primera temporada no acaba cayendo en la rotura convencional del género de marear la perdiz o de explotar un sinsentido dramático. La serie busca ser cruda como la realidad. No trata de convertirse en un culebrón sonrojante y lloroso, quiere que veas lo que hay, sin más ni menos.    

Sam Levinson ha sabido reencontrar un género de drama social, con personajes que sufren abusos, cyberbulling, acosos, embarazos, y problemas con las drogas, pero no hay necesidad de ver lo malo obviando lo bueno, por mucho que el espíritu punk de cualquier joven tienda a olvidar el mundo que recorre en un peligroso Carpe Diem.

Euphoria ya se ha ganado incondicionales y detractores. Ciertas organizaciones de Padres ya han criticado con asiduidad el capítulo 2 por mostrar“más de 30 penes entre parpadeos” o el “contenido gráfico para adultos” de la serie, mientras que portales como Rotten Tomatoes ya la han puesto por las nubes al tratar el tema de una forma cruda, pero honesta, a la vez que no olvida ser empática o hermosa cuando toca. Como ya he dicho, no es mi género, pero de vez en cuando siempre aparecen maravillas hermosas, en los lugares más insospechados.