ESPECIAL FUZZVILLE!!! #4

YellowBreak se trasladó a la villa del punk-rock para contarte todo sobre la cuarta edición del Fuzzville!!!

En la soleada Benidorm se celebra uno de los mejores festivales de pequeño formato del país, pero que crece año tras año. Un festival que huye de las aglomeraciones y que aboga por el punk-rock, el garage y el rock and roll, estilos fuera del radar de los medios más mainstream. Un festival que ya lleva cuatro ediciones y que, para ésta, se trasladó al Resort Magic Robin Hood, un complejo de temática medieval donde público, bandas y sellos discográficos hacen vida conjunta. Un lugar donde te puedes albergar en una cabaña, comer en un restaurante, bañarte en una piscina, comprar LPs y asistir a los conciertos sin salir del recinto. Algo así como una polis autosuficiente donde el sentimiento de comunidad se palpa en el ambiente. Damas y caballeros, bienvenidos a la villa del punk-rock, bienvenidos al Fuzzville!!!

Viernes

Nada más entrar a la villa del punk, accedí a la zona de cabañas para entrevistar a The Peawees. Buen rato el que pasé con los italianos durante nuestra charla que puedes leer aquí. Justo después, me quedé en la explanada del festival antes de acceder a la zona de conciertos ya que El Sótano de Radio 3 se emitía en directo desde allí. Un honor ver en directo al maestro Diego RJ en acción. Una vez acabó El Sótano, me fui directo a la zona de conciertos porque la guerra ya había empezado. Al llegar, sólo pude ver el final de Nestter Donuts en el escenario secundario Junk Party. Nestter Donuts es un one band man que, pese a ser el primer artista del Fuzzville 2018, actuó delante de un nutrido grupo de seguidores que bailaban como locos a ritmo de bombo y guitarra. Se notaba que la organización había colgado el cartel de SOLD OUT. El público y el calor aumentaban cuando Los Pepes saltaron al Fuzzville!!!, el escenario principal. La última vez que les vimos nos dejaron muy buen sabor de boca y esta vez no fue para menos. Los Pepes parten claramente del punk, pero a sus bases le añaden melodías pop aceleradas y le imprimen mucha actitud y pose rock.  Además, todos se turnan la voz principal. ¿El resultado? Un poderoso concierto de punk melódico altamente recomendable.

Llegó el turno de Las Jennys de Arroyoculebro y su garage agresivo y estridente. Su indumentaria era del todo estrafalaria hasta el punto de que la cantante Pili salió en bragas. Nada nuevo tratándose de estas macarras de extrarradio cuyo público les profesa devoción eterna. A continuación, llegó la banda que a la postre daría uno de los mejores conciertos del festival. Hablamos de The Peawees. Tras la entrevista, las expectativas que los italianos despertaron en mi subieron como la espuma y, por supuesto, estos no defraudaron. Qué estilazo. Una intensa hora de rock and roll pasado de revoluciones sirvió para meterse a todo el público en el bolsillo. 23 años de trayectoria le dan a esta banda unas tablas y una solidez sonora brutal. Por comparar, nos recordaron a los Clash más rockeros. Ya somos fieles.

De unos veteranos, pasamos a unos nóveles: The Vibrowaves, un dúo stoner que apunta maneras. Puede que les falte algo de la solidez que este estilo requiere, pero admiramos sus intencionados riffs y el hecho de que, a mitad concierto, los dos músicos se intercambiaron sus instrumentos, lo que aumentó la calidad del bolo sustancialmente. Un grupazo en potencia. Por fin le tocó el turno a un cabeza de cartel al escenario Fuzzville!!!, desde Perth llegaron The Stems, maestros del power pop y el garage psicodélico de las antípodas. Todo hay que decirlo, nos ofrecieron un concierto con claroscuros. Durante el primer tercio del concierto, la banda se dedicó a meterse en una jam de garage rock de la que creíamos que no iban a salir. No es que sonaran mal, es que habíamos pagado para ver a The Stems. Por suerte, tras el protocolario saludo, cayeron los primeros temas power pop, llenos de guitarras lumínicas y bonitas melodías vocales. Pues resulta que al final no eran unos impostores. Buena recuperación la de los australianos que fueron imprimiendo velocidad e intensidad al concierto hasta acabar con una versión del clásico Baby Please Don’t Go que recordó a la de los primerísimos ACDC. Buen final de concierto, pero nos quedamos con la espinita de no haber disfrutado de la esencia que hace a The Stems únicos en la manufacturación de orfebrería power pop. ¿Y si The Stems se hubieran centrado en tocar únicamente el estilo por el cual son mundialmente alabados?, ¿Tienen sexo los ángeles? Preguntas sin respuesta.

Salimos de la zona de conciertos un tanto desilusionados con la esperanza de que nos animase un paseo por las tiendas de discos. En la zona exterior, una hilera de casetas se extendía de extremo a extremo del recinto. Es de agradecer que el Fuzzville dé tanta importancia a los sellos discográficos, siempre había gente haciendo tejemanejes y charlando con el vendedor de turno. Todo un mercadillo melómano. Lo malo es que, al estar en el exterior, los propios vendedores no podían disfrutar de los conciertos y se veían obligados a turnarse con sus compañeros si les interesaba algún grupo. Negocio sacrificado el vuestro.

Entramos al recinto, nosotros que podemos, y vimos el final de los enérgicos Hey Honcho & The Aftermaths. El señor Honcho se comía el escenario y los Aftermaths abrasaban al público con sonoros riffs y baquetazos. Buen punk-rock para volver a meternos en vereda. Por desgracia, estando tan calientes, recibimos un chorro de agua fría con el segundo cabeza de la noche. Detroit Cobras, la banda de versiones garage de Rachel Nagy a las voces y Mary Ramirez a la guitarra, no cumplió con las expectativas de un público hambriento de rock and roll a esas alturas de la noche. Esperábamos mucho más de un grupo de la talla y fama de Detroit Cobras. La guitarra rítmica no sonaba debido a problemas técnicos, el tiempo entre canciones era eterno y Rachel necesitaba improvisar largas disertaciones e incluso pedir disculpas en más de una ocasión. ¿El concierto? descafeinado hasta tal punto de que todos lo catalogamos “de verbena”. Muchos decidimos rellenar el vaso o seguir comprando discos.

Los siguientes en aparecer fueron Terrier. A priori, era  el grupo que menos casaba con la filosofía del festival por su sinth pop a dos voces que practican. Pero los madrileños demostraron que incluso en el Fuzzville tienen tirón. Muchos incondicionales en las primeras filas del Junk Party coreaban a pleno pulmón sus letras. Por nuestra parte, les dimos la oportunidad y vaya si cumplieron. Interesante banda de pop la que hemos descubierto. Pero la sed de rock and roll ya era preocupante y regresamos al escenario principal a pedirle a Los Chicos un rock and roll doble. Y Los Chicos nos lo pusieron triple. Se formó una auténtica fiesta en la que sólo podías bailar y hacer air guitars a ritmo de sus solos. Mención aparte merece el vocalista Rafa Suñén que, con su clásico look de cowboy, lió una movida de las que hacen historia. No paró de agitar a las masas, cantó subido a la estructura del escenario e incluso bebió directamente de su bota un brebaje que no me atrevo a identificar. Mientras, el resto de Los Chicos repartía rock and roll del bueno en cantidades desproporcionadas.

Después de tamaña exhibición, la cosa acabó por liarse del todo con Los Bengala. El público empezó algo paradito, pero este dúo de Zaragoza no tardó en sacar nuestros instintos primarios. Crowdsurfing, jarana y gritos desgañitados. El lado más primitivo del rock. El punto negativo, todo hay que decirlo, fue que el sonido no fue el mejor y que los focos y los flashes del escenario Junk Party nos cegaban en cada canción haciendo difícil mantener la mirada en los músicos. Así que nos centramos en alimentar el pogo de las primeras filas que Los Bengala habían creado. Exhaustos, encaramos por última vez esa noche el escenario Fuzzville!!! para ver el último proyecto del canadiense de origen hindú King Khan: Louder Than Death. Sinceramente, fue difícil sobreponerse al concierto de Los Bengala. Tampoco ayudaba a motivarse el poco volumen que tenía la guitarra. Pese a ser otro cabeza de cartel de renombre, el concierto fue algo insulso y  sólo se salvó una versión de los Ramones. No me pregunten cuál…

Sábado

Entramos al recinto con las fuerzas renovadas y con la esperanza de no llevarnos más decepciones. Pero estábamos convencidos que esto sólo podía ir a mejor porque la retahíla de grupos que venían era de traca. Los que inauguraron el día fueron los gallegos Klüte. Pese a inaugurar el Junk Party y actuar ante un público poco numeroso, su concierto fue soberbio. Klüte son un trío gallego que practica un punk elegante con arreglos pop muy elaborados. La primera vez que escuchas sus canciones en casa ya se te guardan en el cerebro y, la segunda, en directo, te sorprendes a ti mismo cantándolas con los brazos en alto. Puede que lo que más me guste de ellos (opinión personal) es la importancia que le dan a lo instrumental. Pese a ser tres, han elegido no optar por el camino fácil de la rapidez y la distorsión que ofrece el punk. En vez de eso, prefieren alargar las partes instrumentales llenándolas de punteos, riffs soleados y dinámicas muy marcadas. Se notaba la sinergia entre los músicos y se veía que se estaban divirtiendo. No nos quedó más remedio que adquirir su LP.

De lo brillante de Klüte pasamos a lo cavernoso de The Cavemen. Otro magno concierto que nos aseguró que la jornada del sábado iba a estar llena de momentazos. La banda neozelandesa afincada en Londres derramó su punk troglodita sobre nosotros. Son unos gamberros y unos provocadores, su cantante y frontman Paul Caveman se tiró al público en más de una ocasión y mostraba un comportamiento pueril y travieso. Los demás músicos; tres cuartos de lo mismo. Pura punk attitude. Otra vez, lamentamos que este concierto fuera tan pronto y estuviera tan bajo de volumen. Y tras dos conciertos punk, tocaba cambiar al rockabilly y el trash & roll de Aullido Atómico. Pese a ser todavía pronto y actuar en el escenario Junk Party, nos sorprendió ver cuánto público se había congregado en este concierto que más pareció una fiesta en algún rancho de las afueras de Austin. “No puede ser que los raperos estén en la cárcel por ir de guays y los punkis y los rockers aquí emborrachándonos, algo estamos haciendo mal”. Sabias palabras a destacar las del cantante Don Rogelio para introducir uno de sus temazos: Bandolero.

Al fin llegó el turno del primer cabeza de la jornada: Jacuzzi Boys, a todas luces el grupo más grunge del festival. Su sonido era una mezcla perfecta entre el de Seattle y el de California y su concierto fue una oda al rock alternativo de los noventa: pelos por la cara y vaqueros anchos, muchos coros agudos y distorsiones pesadas. Algo así como una mezcla entre Dandy Warhols y Smashing Pumpkins. Una delicia si crees que los noventa fue la última gran década del rock. Pero si eres más del pop de los sesenta, apunta esta banda: Heatwaves. Estos castellonenses empezaron haciendo versiones sixties y ya tienen un buen número de canciones propias peligrosamente pegadizas. Su sonido añejo está asegurado por una de sus guitarras (Gretch) que en directo sonaba a gloria y, por supuesto, la dulce voz de Ana que rememoraba esos girl groups que tanta alegría dieron a los que vivieron esa época dorada del pop.

Nos dimos la vuelta y nos dirigimos al escenario Fuzzville!!! para ver otro de los cabezas de cartel, los chicanos Downtown Boys. Un grupo mestizo que alternaba letras en español e inglés y practicaba un punk modernete aderezado con un sintetizador y un saxo. La verdad fue que había demasiado ruído en el escenario y sólo se salvaba la melodía juguetona del saxo. Los niveles de distorsión eran altísimos, los gritos de la cantante se pasaban de agudos y cuando todo sonaba a la vez daba la sensación de que sobre el escenario reinaba la anarquía. Inteligente propuesta la de Downtown Boys pero mal llevada a cabo. Todo lo contrario que la de Tokyo Sex Destruction. ¡Menudo despliegue de hi energy garage-soul el de los catalanes! Tremendas líneas de bajo y ritmos de batería que acompañaban a una guitarra rabiosa y un hammond que echaba fuego.  El cantante y frontman Rj Sinclair protagonizó una actuación de las que quedan en el recuerdo. No conocíamos a esta banda, pero sólo por haber visto su directo ya necesitamos tener todos sus discos.

Con electricidad en la venas encaramos el escenario Fuzzville!!! para ver al principal grupo del cartel de la cuarta edición del festival, los estadounidenses New Bomb Turks. Su concierto fue toda una avalancha de punk-rock asolador. Riffs rápidos y agresivos, baterías frenéticas y gritos por doquier. El público se mostraba rabioso y el vocalista Eric Davidson no paraba de hacer gestos obscenos y de pasarse el micro por rincones del cuerpo poco dignos, para después bajar al público y empezar él mismo los pogos. Estos monstruos llevan desde 1990 arrasando escenarios y esta vez no fue una excepción. Nos lo pasamos como cabras montesas. La organización del Fuzzville tiene cosas que mejorar, por descontado, pero es de elogiar la elección de su principal cabeza de cartel en todas las ediciones. Aún me pitan los oídos después del concierto de Zeke en la edición pasada. Este año no se han andado con chiquitas y nos han regalado uno de los mejores conciertos de punk-rock que un servidor ha visto con New Bomb Turks.

Llegó la hora de uno de los conciertos nacionales más esperados, el comando punkpop Depressing Claim estaba sobre el Junk Party repartiendo punk ramoniano y surfero 20 años después de su disolución. Las canciones del Radio Surf y el Solo di sí suenan tan frescas y energéticas como en los 90. Allí estábamos todos, los coetáneos de la banda, contentos de estar enfrente de la misma banda dos décadas después, y las nuevas generaciones, sobre todo las de Castellón, orgullosas de ver a unos clásicos del punk noventero que desde La Plana conquistó el mundo a base de riffs. Y por si fuera poco, faltaba otro mastodonte del punk estatal: Nuevo Catecismo Católico. Menuda racha de grupos de punk noventero la que nos había programado el Fuzzville la noche de sábado. El punk-rock con tintes hardrockeros de los donostiarras hizo las mieles de un público, eso sí, no tan enfervorizado como en anteriores conciertos debido al poco volumen del escenario principal, sobretodo en el micro del vocalista, que bien le podría haber cantado al técnico eso de “Gimme gimme gimme, noise, noise!”. Pese a todo, chapeau a NCC.

Estábamos motivadísimos y a estas alturas no íbamos a aceptar un concierto mediocre. Por suerte, Lie Detectors y su rock and roll fiestero y bailongo no bajaron el listón. “Me gusta la calle y me gusta la noche”. No hay mejor forma de definir la filosofía de los vascos, que invitaron al público, incluído al genio Diego RJ, a invadir el escenario en su última canción. El festival ya agonizaba y Les Lullies pusieron el broche de oro a una jornada, esta vez sí, para enmarcar. Estos franceses iban de tapados y algunos teníamos alguna reserva al saber que actuarían los últimos. Nos cerraron la boca a base de guitarrazos. Vaya recital garagero se marcaron ante un público que no presentaba ningún síntoma de cansancio. Queríamos rock, queríamos garage y queríamos juerga. Les Lullies tenían todo eso de sobra. Bravo para Les Lullies.