Entrevista a Claudia Casanova, autora de ‘Historia de una Flor’

Quise contar una historia de amor entre dos personas muy diferentes

por Rosa Panadero

“El amor es una maravillosa flor, pero es necesario tener el valor de ir a buscarla al borde de un terrible precipicio.” Del amor, Stendhal (1822)

Cuando todos los negocios de barrio se encuentran calentando motores para San Valentín 2019, ofreciendo en sus escaparates las primeras tarjetas para felicitar el día, o bien palmeritas en forma de corazón en las pastelerías, bolígrafos coronados con corazones rojos en las papelerías, y las floristerías haciendo sitio para los ramos de rosas que distribuirán el día 14. Claudia Casanova nos desgrana una historia de amor profunda entre dos personajes que sólo tienen en común su amor por la botánica. Ni sus familias, ni sus países, ni su idioma materno son los mismos. Sin embargo, su nexo común será una flor.

En Historia de una Flor(Ediciones B) Claudia Casanova da un salto para iniciarnos en una novela reivindicativa con las mujeres: la primera botánica de la historia española, Blanca Catalán de Ocón, turolense cuya aportación a la ciencia ha sido reconocida con más de un siglo de retraso, salvo por las notas a pie de páginas de algunos científicos que citaban sus investigaciones en el valle del Valdecabriel.

Mujeres científicas, las grandes olvidadas

En cierto modo, el divagar de esta mujer autodidacta por un mundo científico de hombres hace recordar al muro al que tuvo que enfrentarse Virginia Woolf en el Londres de principio del siglo pasado, cuando el privilegio de la universidad se reservaba a los hombres y la promesa del matrimonio a las mujeres; o a la singular historia de tardío reconocimiento de Katherine Johnson y sus colegas Dorothy Vaughan y Mary Jackson, las “calculadoras” de raza negra que calcularon las órbitas para la NASA en su carrera espacial contra la Unión Soviética. Si se hubiera tratado de hombres, en los tres casos estaríamos hablando de Premios Nobel en Literatura, Química y Física, pero no son los casos.

La saxifraga blanca

Claudia Casanova nos acerca, además, los paisajes de Teruel y la flora de una región cuya referencia, como en otras partes del mundo, se perdería de no ser por los álbumes de hierbas que tanto hombres como mujeres empezaron a clasificar en pro de la ciencia, sin distinción de géneros, en aquella época. Novelando la parte histórica de los sentimientos y la metáfora del nombre Blanca sustituido por el de Alba, Casanova insufla la vida a un personaje histórico que descubrió la saxifraga blanca, la flor nevada que crece entre las piedras, tantas como rocas se levantan para sustentar el techo de cristal varias generaciones después.

“Quise contar una historia de amor entre dos personas muy diferentes”, explica la autora. Como metáfora del amor, la saxifraga blanca no podría ser más significativa. Casanova nos habla también de la sororidad, el término de moda, “Es esa relación entre las mujeres”, dice en la relación entre la madre mentora educada en Suiza y las hijas, una botánica y otra entomóloga, cuyas vidas en la novela están condenadas a quedarse en Albarracín, y cuyos futuros profesionales se verán limitados por la sociedad de la época. Es indudable el cambio de las heroínas a las que nos tiene acostumbrados, así que cuando le preguntamos a la escritora qué vendrá después de Alba, nos comparte las ideas que ocupan su mente: “Retorno a mi anterior proyecto, ambientado en el siglo XIX”. Pasearemos la mente por la sierra de Albarracín embebidos en los personajes de Historia de una flor a la espera de conocer los personajes que pueblan tu imaginación, Claudia.

Aquí tienes la entrevista completa lector@ de YellowBreak.

Más contenido en YB