Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

The End Of The F***ing World: La antiserie

The End Of The F***ing World

La antiserie

Hay que reconocer que en cuanto a las series hemos llegado a un punto en que, al igual que en la literatura, hay más producto del que podemos digerir. Hay tanta variedad, y de tan baja calidad la mayoría de las veces, que al final las usas como un hilo musical que te acompaña mientras friegas los platos, tiendes la ropa o tratas de no sentir que estás malgastando tu vida haciendo… nada. Y seguramente por ese motivo, porque saben que la gente no está para pensar la mayoría del tiempo, muy pocas son las series que dan un golpe sobre la mesa y se atreven a descolocar por completo a la audiencia, consiguiendo que sean recomendadas sin parar, lejos del marketing millonario o los críticos bien pagados por las productoras. Son estas las obras (la mayoría de veces adaptaciones de libros, comics o relatos) que se devoran con ganas que no buscan tener con quién hablar de ellas, sino simple y llanamente lograr alcanzar ese subidón cercano a la mejor de las drogas y que, por descontado, nadie más nos da del mismo modo. Y, por supuesto, quedan en nuestra memoria casi por siempre.

La lista últimamente, y lo celebro siempre que puedo, empieza a crecer en este pequeño grupo (El diario de la criada, Futureman (que puede gustar o no, pero arriesga), o Counterpart), pero de todas las que he visto últimamente, es The End Of The F***ing World la que ha conseguido que mi cerebro literalmente estalle (en el buen sentido y no como Dark, que ni acabe porque me pareció, lo siento, un auténtico peñazo), con unos personajes tan extrañamente reales y unas situaciones bizarramente cercanas al mundo real, que no he podido hacer otra cosa que dejar que hiciera conmigo lo que quisiera.

Explicarla no es difícil pero, los que la hayan visto entera sabrán porque, puede hacer que no se disfrute del modo que pide a gritos. Así que diré solamente que es una extraña obra de arte tan segura de sí misma y a la que le importa tan poco lo que pensemos de ella que, simplemente, te viola el cerebro y te hace disfrutar de situaciones (totalmente indefendibles pero inexplicablemente aplaudidas), frases (la mayoría para estampar en camisetas) y personajes (que no dudarían en escupirte a la cara o poner a parir a toda tu familia) tan políticamente incorrectos que no querrías tener un tu vida diaria, pero del mismo modo te encantaría tener cerca un par de veces al día.

¿Me explico? Lo sé, es difícil de entender, pero lo es más de explicar…    

¿Cómo es posible que una serie que la mitad del tiempo se caga en tus valores y quete hace seguir a una serie de individuos a los que no darías ni un vaso de agua, por algún extraño suceso cósmico admiras o aplaudes?, ¿por qué somos así? Seguramente la explicación más sencilla sería decir que el humor negro o cruel, ese que hace que nos riamos de la gente que se cae al suelo, sigue dentro de nosotros a pesar de todas las campañas de concienciación o discursos de buena moral que nos meten con embudo hoy en día; pero creo que no es eso. No es solamente que en el fondo seamos un poco hijosdelagranputa, es que en The End Of The F***ing World vemos a sus protagonistas decir y hacer cosas que, debido a lo educados que somos a pesar de todo, desearíamos hacer con más de 10 personas al día, y el hecho de que en la serie lo hagan dos chavales de 17 años le da mucha más fuerza a las escenas. Hay incluso un par de momentos, lo reconozco, en que he aplaudido una salida de tono de Alyssa (inmensa actriz) o he dicho en voz alta lo mismo que pensaba James (¿por qué los mejores actores de la actualidad han actuado alguna vez en Black Mirror?), y no es porque sea igual que ellos en todos los aspectos, no es porque vaya por la vida tratando a los demás como he visto en cada uno de los episodios, sino que se trata de un claro ejemplo de lo que en secreto pensamos todos del mundo que nos rodea y de la mayoría de personas que lo habitan.

Al menos 40 veces al día pensamos que estamos rodeados de gilipollas, o que el resto del mundo parece haber vendido el cerebro a cambio de un nuevo móvil o un Like en Facebook, y cuando eso lo ves en la tele, un medio que por norma general está poblado de anormales que cobran 10 veces más que tú, es como si la cosa fuera más importante. Igual que en el siglo pasado algo no era de verdad hasta que salía en un libro o una revista, ahora la tele es algo donde, si se dice algo, parece que llega de verdad al colectivo, con más fuerza, y es algo que debería hacerse más; no respetar el medio de comunicación, y sí a las personas que lo usan.

Vivimos en una sociedad aborregada esclava de las tecnologías y del qué dirán, y una antiserie protagonizada por antihéroes es justo la patada en los cojones que hace falta para que, de algún modo, todos despertemos. O al menos para que los que en algún momento nos hemos sentimos como Alyssa y James sepamos que, joder, no estamos solos.