El Mundo de Ayer / Stefan Zweig

Nuestro mundo de hoy

J. Víctor Esteban

Stefan Zweig escribió El mundo de ayer para rememorar su vida destruida. Desde el final de las guerras napoleónicas hasta la Gran Guerra transcurrieron cien años en los que Centroeuropa se mantuvo prácticamente a salvo de la guerra y cuando las hubo fueron demoledoras, pero muy breves. Sólo la periferia europea con España, Grecia, Turquía y Rusia como principales actores se mantuvieron en permanente conflicto.

La larga paz, prácticamente ininterrumpida, permitió la consolidación de la burguesía y con ella la expansión de la educación y el academicismo hasta un punto nunca alcanzado con antelación.

Zweig se crió en la ciudad más culta entre las ciudades cultas, Viena, sin lugar a dudas la capital artística del mundo de lengua alemana.

Una ciudad que entendía la cultura como el disfrute de la sensibilidad, la imaginación y la creatividad artísticas. Una ciudad arrasada por las camisas pardas del austro-alemán más terrible de la historia.

A lo largo de El mundo de ayer, el autor recorre su propia vida desde su incipiente vocación poética en la adolescencia, su crecimiento personal el contacto con grandes intelectuales como Hofmannsthal o Rilke. Sus encuentros con personajes tan dispares como Rodin o Yeats, y el reconocimiento de su excepcional manejo de la lengua alemana, tanto como autor teatral como poeta o ensayista.

“Como me cansa esa gente que escupe sus sentimientos como si fuera sangre” dijo Rilke en una de sus múltiples conversaciones con Zweig refiriéndose a las pulsiones identitarias que a principios del siglo XX apenas eran destellos a lo largo y ancho de Europa.

La extraordinaria complejidad racial, religiosa y de tradición del Imperio Austro-Húngaro y la incapacidad de sus dirigentes para crear una sociedad basada en el respeto a la ley, impidieron detener su caída por el despeñadero de la historia tras el asesinato de los príncipes herederos en Sarajevo, en Agosto de mil novecientos catorce.

El nacionalismo identitario

La Gran Guerra terminó con la caída de cinco grandes imperios, alemán, austro-húngaro, ruso, turco y chino y la evolución posterior de todos ellos siguió cauces muy similares. Búsqueda de responsables por la derrota, exaltación nacionalista y aparición de líderes con un destino manifiesto, “El hombre del momento”. Lenin, Chiang Kai Shek, Mustafá Kemal y Adolf Hitler quien siendo austríaco de nacimiento se convirtió en el líder del mundo de habla alemana y sus países satélites, Eslovaquia, Croacia, Hungría.

Cuando el nacionalismo identitario sustituyó a los principios liberales o a la identificación religiosa con el emperador, como en China, Rusia o Turquía y el concepto de Cultura universal y tradición grecolatina fue sustituida por el folklore y la exaltación medievalista o la exaltación obrerista, aparecieron los dos movimientos totalitarios que destrozarían el siglo XX, el comunismo y su imagen especular, el fascismo.

Si la primera parte de El mundo de ayer es una exaltación del mundo pequeño burgués en el que creció Stefan Zweig, en la segunda nos lleva al mundo terrible del final de su vida cuando Viena ha pasado de ser la capital cultural del mundo germano a una aldea envilecida por la paletería nacional socialista.

Zweig tuvo que huir de Europa y se suicidó en Sao Paulo (Brasil) en mil novecientos cuarenta y dos cuando parecía que nada podría parar el avance del nazismo. Su mundo había desaparecido y su familia directa y su identidad estaban siendo arrasados por ser quiénes eran; judíos.

¿Qué habría pensado Stefan Zweig sobre el mundo de la posguerra cuando al infinito dolor del fascismo se sumaron los horrores de la expansión del comunismo y la amenaza nuclear? Nunca lo sabremos, por eso nos toca a nosotros afrontar como siempre y los falsos movimientos de liberación obrera que ahora amenazan nuestro “Mundo de hoy”.

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