El libro asesino

El misterioso caso del libro de la época victoriana que podía envenenar a sus lectores

Las ostentosas cortinas, alfombras estampadas y elegantes muebles de madera eran elementos característicos de las casas victorianas. Y algo que no podía faltar en la decoración de esa época era el empapelado en las paredes, que se veía en hogares de clase media hasta los más pudientes.

Los más populares eran los motivos florales, sobre todo aquellos en tonalidades verdes. Este tipo de empapelado era el favorito de muchos en Estados Unidos para el siglo XIX. Pero detrás de estos llamativos colores estaba un químico muy peligroso: el arsénico.

Algo que los victorianos sabían muy bien era la capacidad fatal que podía tener este elemento si se ingería directamente. Incluso en esa época lo llamaban “polvo de la herencia”, porque podía usarse para apartar a familiares ricos o ancianos a cambio de recibir una gran fortuna. Sin embargo, algo que muchos ignoraban para ese momento era que el arsénico también es dañino si se inhalan sus partículas o se absorbe a través de la piel.

En 1874 Robert M. Kedzie, un profesor de química estadounidense, publicó un libro con un solo objetivo: advertir a los ciudadanos sobre este asesino silencioso en los hogares. Tituló su obra “Shadows from the Walls of the Death” (Sombras de las Paredes de la Muerte), donde explicó las razones para evitar los coloridos empapelados. Pero, curiosamente, no reparó en la importancia de que incluir 84 muestras de estos papeles en su libro lo convertiría en un verdadero peligro.

Todo aquel que leía “Sombras de las Paredes de la Muerte” y tocaba sus páginas, entraba en contacto con el arsénico de las muestras de empapelado. Esto podía llegar a tener consecuencias fatales para la salud.

Cuando se percataron de los alcances nocivos del libro, se destruyeron casi todas las copias que se habían publicado y distribuido en bibliotecas estadounidenses, que eran unas 100 aproximadamente.

Cuatro ejemplares del libro sobrevivieron. Y hoy en día cualquiera puede consultar su contenido, sin correr ningún riesgo, gracias a la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, que digitalizó una copia.

Náuseas y vómitos

Fue en el siglo XIX cuando comenzó a popularizarse el uso industrial del arsénico, pero desde antaño se usaba tanto como medicina como para veneno, así lo explicó  en su blog Krista Stracka, que se encarga de catalogar libros raros y manuscritos de historia de la medicina en la Biblioteca Nacional de Medicina de EEUU.

Según Stracka, los colorantes con alto contenido de arsénico eran mucho más baratos de producir y, además, creaban colores más vibrantes. El verde Sheele y verde París eran los pigmentos de moda, comentó la experta en libros raros. Esos pigmentos vibrantes se lograban mediante el arsénico.

Este color no solo se utilizaba en las paredes, sino en telas, muebles, juguetes y varios objetos. Pero, debido a que se volvió tan común su uso en los empapelados, los médicos comenzaron a preocuparse, pues cada vez se notaban más casos de enfermedades por exposición al arsénico.

Entre los síntomas más comunes se encuentran las náuseas, vómitos, cólico, diarrea, piel irritada y dolor en las articulaciones.  Estos padecimientos se iba toda vez cesara el contacto con la fuente, es decir, con los pigmentos de arsénico.

Campañas

Eventualmente el arsénico se eliminó del proceso de fabricación de pigmentos, pero no fue un proceso inmediato. Si bien es cierto que ya se había advertido sobre el riesgo que podía significar a la salud, era difícil comprobar hasta dónde llegaba su impacto.

En parte porque los síntomas que provoca la exposición al arsénico podían confundirse con el de otras enfermedades de la época como el cólera o la disentería. Además, cada persona era susceptible en menor o mayor grado al arsénico, así que esto variaba según el individuo.

Fueron muchas campañas de educación, además del libro de Kedzie, las que lograron que los fabricantes buscaran otros pigmentos y dejaran de utilizar el arsénico en el empapelado y otros objetos.