DIGITALIZACIÓN: ¿GLOBALIZA O ACABA CON EL LIBRO?

Hace tiempo que la digitalización se impone en todo tipo de contenidos, y gracias a ella la información (en el más amplio sentido de la palabra) ha pasado a ser actor protagonista de nuestro día a día.

El proceso de digitalización no es otra cosa que traducir un texto, una imagen o un sonido a un “idioma” comprensible para las computadoras. Una vez que la información es digitalizada las posibilidades de reproducirla y difundirla se convierten en astronómicas.

mac-459196_1280Sin embargo, pese a las indiscutibles ventajas que el proceso de digitalización aporta a la sociedad, existen voces que alertan de los perjuicios que puede traer consigo esta forma de difusión de la cultura respecto de autores, creadores, e incluso para el destinatario final de la obra, el propio lector.

Unos y otros esgrimen argumentos de peso en defensa de sus posiciones. Así, los que ven en la digitalización la opción ideal, argumentan que no daña al mercado de la obra original y no resta ingresos a los escritores, puesto que ayuda a los lectores a descubrir nuevos libros, y nunca dejarán de comprar libros, pues sólo se muestran fragmentos de las obras. Por otra parte, no es discutible su valor como herramienta para la investigación, pues además de construir una biblioteca de información virtual  prácticamente infinita, la “transporta” a cualquier lugar del mundo con independencia de la ubicación del investigador en el globo. Pero quizá su mejor baza se centre en el hecho de que es la forma definitiva de preservar textos antiguos, esos considerados patrimonio histórico, cuyo acceso y lectura para el común de los mortales es prácticamente imposible, pues se prima la conservación por encima de su divulgación.

Con éstos y otros argumentos se defendió Google en el año 2005, cuando el Gremio de Autores de América y la Asociación de Editores Americanos presentaron sendas demandas por la digitalización masiva que la empresa estaba llevando a cabo (10 millones de obras en tres años), sin tener en cuenta los derechos de autor de muchas de esas obras. Aunque tres años después las partes alcanzaron un acuerdo, básicamente económico, que dio la vuelta al mundo por su transcendencia, lo cierto es que el Juez un año después de firmado el acuerdo, consideró justo la práctica de  escanear libros por ser altamente transformativa y no dañar el mercado de la obra original.

Muchos países han iniciado el mastodóntico proyecto de digitalizar su acerbo literario, como en el caso de Noruega. Efectivamente, la Biblioteca Nacional de Noruega va a digitalizar todos los libros en lengua noruega que existen en su archivo. Aunque si la comparamos con otras lenguas, el noruego es de escaso uso en la reproducción literaria, hablamos de cientos de miles de tomos, que los responsables del proyecto pretenden tener digitalizados a mediados de la década de 2020.

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Las autoridades noruegas han salvado el escollo de los derechos de autor, primer punto de discordia entre digitalizadores y editores, de la forma más sencilla y práctica que se podía hacer: otorgarán el libre acceso a cualquier obra publicada en el siglo XX, y los títulos no sujetos a copyright de cualquier época, se podrán descargar gratuitamente mientras se tenga una dirección de IP noruega. Por tanto, puesto que la Biblioteca Nacional tiene obligación de tener en sus fondos todo lo aquello que se publique en noruego a nivel nacional, en un momento dado, Noruega contará con la casi totalidad de su cultura en formato digital y a disposición de toda la sociedad.

Ejemplos tan rotundos como el que acabamos de ver, casi dan la razón a los detractores de la digitalización masiva, cuando advierten de la posibilidad de que, precisamente por esa capacidad de reproducción y la facilidad con que permite la difusión de las obras, esta tecnología acabe con el libro tal y como lo conocemos: con lomo, tapas y hojas.

Al primer vistazo parece una forma de abordar el asunto un tanto apocalíptica, con punto de no retorno incluido, y animada por una visión romántica del libro como pieza (absolutamente compartible). Se plantea como el todo o nada del futuro del contenido en soporte papel, frente al contenido en formado digital. No contempla la posibilidad de que ambos formatos coexistan en armonía, en función de lo que el consumidor pretenda cuando comienza a leer: informarse, investigar, estudiar, o simplemente disfrutar de una buena lectura.

books-315393_1280Como siempre habrá que esperar a darles o quitarles razón, y aunque lo cierto es que la adquisición de un libro, empezando por el paseo en la librería en busca del ejemplar, ojeando libros a placer, es el primerísimo placer que proporciona la lectura: algunos recordarán que también nos gustaba ir a comprar y elegir postales de navidad y contar a nuestros amigos las novedades por carta. ¿Llegará el día en que miremos con cara de curiosidad a esa persona que lee un libro sentada en un banco?