Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

El ciñe EGSpañol (y porque no debéis ir a verlo)

Hace muchos años que me hice una promesa: jamás, nunca, ir al cine a ver una película española.

No se debe solamente a que me parece que la gran mayoría de películas que se producen son, en esencia, para anormales o gente que solo busca entretenerse (no todas, por suerte), ni tampoco porque la mayoría de los actores y directores (no todos de nuevo) son unos egocéntricos relamidos, unos imbéciles sabelotodo, y que creen que sus pedos huelen a agua bendita solo porque alguna revista lamehuevos o un compañero de profesión se lo ha dicho, y, ni mucho menos, porque el amplio abanico de guionistas (exceptuando a muy pocos de ellos) parecen salidos de prescolar, seguramente porque eso fue lo último que aprobaron antes de darse cuenta que lo suyo no era escribir una buena historia, sino destrozarnos la mente a base de bobadas y diálogos de gente sin cerebro. No, no se debe a eso, o solamente a eso.

El principal motivo por el que me niego a gastar mí dinero en una entrada de cine para ver algo producido en España, es un logo que veo en TODAS las películas justo antes, o poco después, de leer el nombre del director: uno que dice Ministerio de Cultura. Sí, ese que existe porque lo pagamos con nuestros impuestos. Así que, en realidad, NOSOTROS estamos pagándoles el sueldo y los decorados y el toner de impresora a los que dirigen, actúan o escriben lo que vamos a ver. Y yo me pregunto: ¿si yo ya he pagado esta película con mis impuestos, porqué coño tengo que volver a pagar por algo que en realidad ya es mío?

Cuestión de lógica, vamos.

Y luego están los Goya

Además, para terminar de reafirmar en mi decisión y recordarme que entre esas líneas de seguridad estoy en mi lugar, año tras año hay que sufrir los patéticos premios Goya, que cada vez están más amañados y tienen menos lógica, o verdadero sentido de la cultura, y muestran sin ocultarse un favoritismo vomitivo y ansioso por querer parecer tan correctos e inclusivos que se olvidan de lo que de verdad deberían representar: a los mejores sobre los demás. Los mejores, lo repito, y no los que deben ganar (hay una gran diferencia ahí)

Joder, si a su lado hasta me hacen creer que el Premio Planeta no está amañado, ¡imaginaros!

Este año, en mi opinión, ha habido uno de los más patéticos circos, lleno de payasos y de hombres forzudos (que en realidad están rellenos de algodón húmedo y podrido), que he visto nunca. Y lo mejor es que gracias a que muchos de esos subvencionados que viven de la industria se creen intocables, esta vez han dejado que sus estúpidas lenguas hablasen más de la cuenta, consiguiendo que mucha gente haya abierto los ojos ante esos supuestos ídolos intocables. Porque datos como que cerca de 66 películas producidas con nuestros impuestos han recaudado menos de 1000 euros, y cerca de 20 menos de 100 (sí, ¡100 putos euros!), nos demuestra que a ellos no les interesa hacer bien su trabajo, no les interesa hacer buenas historias que la gente se lance de cabeza a ver en los cines, y que es más un autobombo constante y repetitivo, una locura sin control en la que ellos van chupando del bote que los demás vamos llenando cada mes.

Un bote que debería darnos algo que disfrutar, algo que sea inolvidable, pero que no es así ni pretende serlo en absoluto (solo hay que ver la aberración de película, mal llamada Super Lopez…).

Hay algo que también está cansando a los espectadores y que, a base de hacerlo cada vez menos disimulado, consigue que uno se aburra de ellos y sus gilipolleces: la politización constante de muchas de las bazofias que filman, en las que siempre están cortadas por el mismo rasero, muchas veces incluso incrustadas con un calzador tamaño rascacielos, obviando las opiniones del resto de gente o haciendo unos discursos tan patéticamente obvios y faltos de otro prisma que, poco a poco, lo único que consigue es que nos apartemos más y más de sus adoctrinamientos de patio de colegio y sus discursos de cuñado sin respeto por los demás.

Y no estoy pidiendo que hagan películas defendiendo cosas imposibles (que tampoco hay que ser un lumbreras para no leer entre líneas), pero sí que de algún modo dejen de tratarnos como borregos o gente ajena a la realidad, colocando personajes e historias sin pies ni cabeza, o que sean de tal sexo o raza o ideología por un motivo necesario, y no agarrado con pinzas por la absurda idea de la inclusión políticamente correcta.

Porque cuando algo lo usas solo como discurso, como moneda de cambio para que algunas bocas estén calladas, es cuando en realidad lo estás oprimiendo e insultando, impidiendo que sea algo más que simplemente un color, una sexualidad, o un credo. Y eso, en mi opinión, sí que es desprestigiar a esas mal llamadas “personas oprimidas”.

No hay nada más insultante que tratar a los demás como inferiores mientras usas esa excusa para tratar de ayudarles. La igualdad es dar las mismas oportunidades a todos, sin importar qué sea o quién, y no darles premios a los que se salen de la mal llamada “normalidad” por el mero hecho de serlo, y sin tener en cuenta el talento o su verdadera superioridad en la película por la que ha sido premiado.

Cuestión de postureo

El cine español está muerto y enterrado por los mismos que viven de él, y no por él, y se pavonean como seres de luz en las redes sociales y en las alfombras. Está muerto desde el momento en que ser actor es una pose, una excusa para lucir palmito, y no una profesión que se toma en serio y se respeta, que sirve para transmitir un sentimiento y cultura, y no para vender ropa o patatas fritas.

El séptimo arte español fracasó estrepitosamente en cuanto empezó a usarse para que unos pocos tratasen de hacer que los demás aplaudamos como focas a cada frase panfletaria de logo de camiseta, al tiempo que a nuestras espaldas se pasan por el forro sus discursos y sus supuestas ideologías de progres cercanos al pueblo, viviendo en mansiones, no cotizan en nuestro país, o dedicándose a pisotear a los que no piensan como ellos o se acomodan en el molde que han cincelado a base de dinero, poder, falsas ideologías y demasiada cara dura.

Conclusión

Debo reconocerlo: al principio he mentido, y lo siento.

Sí que fui a ver, hace unos cuatro años o así, una película española al cine: Rey Gitano. Y hay un motivo tras este bache en mi promesa, y se llama Juanma Bajo Ulloa, posiblemente el director y guionista más anarquista, libre, leñero y que más ha luchado por romper ese molde, fabricado a base de Guano, que trata de hacer que los que no tragan su basura sean expulsados.

Fue solo ese desliz, consciente y con muchas ganas, y reconozco que lo disfruté, porque no hay nada como ver a alguien siendo sincero, respetuoso (a su manera) con el espectador y su inteligencia, y que encima nunca ha querido estar dentro de la engrasada falsedad que impregna cada mirada maquillada o pajarita roja que lo posee todo.

¿Cuántos pueden decir esto? Muy pocos, de eso estoy muy seguro.

¿Qué película vais a ver este fin de semana? Vosotros sabréis…