Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Esas malas caras que inundan el camino al trabajo

No sé si será por el calor, o porque ya de por si sale mucha gente así de casa, pero últimamente veo muchas caras largas, oscuras, tristes, de camino al trabajo. Es como si la esperanza por un día bueno, uno que de verdad no te apetezca que acabe yéndote a dormir a la cama porque necesitas que siga vivo, murieran antes incluso de que diéramos un paso en la dirección predestinada. Y sí, a mí me jode más que a nadie sentir que voy como un borrego a un edificio donde voy a estar ocho horas haciendo cosas que de ninguna de las maneras escogería si no fuera porque a final de mes me ingresan dinero en la cuenta, pero eso no me hace desear (como parece que desea la mayoría de gente a estas horas) estar muerto. O que todos los demás lo estén.

Creo, y quizá son solo cosas mías, que se debe a que la mayoría de la humanidad tiene desestabilizada la mirilla que debería apuntar a la motivación del día a día, y eso hace que nadie sepa realmente lo que necesita, sino lo que creen que necesita o le han dicho que necesita. Me explico. Vivimos, y por desgracia ya lo he dicho muchas veces, rodeados de pobres desgraciados que no tienen ideas propias, o en el peor de los casos se niegan a tenerlas, porque es más sencillo defender un estilo de vida basado en el postureo y los abrazos falsos que quedan bien con filtro crema en el Instagram que, directamente, atreverse a pensar un poco, mirar todos los puntos de vista, y escoger el que más te guste o veas lógico sin que lo que piensen los demás te influya en absoluto. Sin que niegues que te gusta algo o qué opinas sobre lo que sea simplemente por miedo a ser lapidado por hordas de pobres infelices que repiten como loros panfletos y discursos que nadie se cree en realidad, porque es imposible hacerlo en cuanto se le echa una buena lectura o se debate en condiciones.

 O quizá, por ponerme menos profundo, las malas caras y miradas de infelicidad se deban a que, como es mi caso, el lugar que te espera a final de la vía del tren es solo eso, una parada más en la que bajarse, hacer lo que sea que te digan, y cuando acabe la tortura salir y hacer de verdad algo que te gusta o apetezca. Y no me mal interpretéis, no voy con pena al trabajo ni asqueado, no soy de los que no saludan o dejan de sonreír solo porque desearía seguir durmiendo o dedicarme a algo que me gustase realmente, es solo que yo al menos he aceptado que me dedico a algo que no me gusta demasiado, pero que ese dinero que me dan a final de mes ya es motivo suficiente para levantarme temprano, bajar a mi perrete, pasarme una hora de ida y otra de vuelta (que dedico a escribir o leer de forma compulsiva), y hacerlo todo con un mínimo de educación de cara a la galería (lo que no quita que sea un poco falsa y que solo busque no hacer que la infelicidad crezca con mi mala actitud), ya sea saludando, sonriendo, o, sin más, siendo de verdad como soy, pero de camino al trabajo y con sueño. Porque que no te guste lo que haces la mayoría del día no quita que puedas hacerlo a tu manera y con tu vida en todo momento en mente, planeando dónde irás este finde, a quién verás mañana o esta tarde, o qué película vas a disfrutar o descubrir mientras cenas por noche (o el sexo que vas a tener más tarde, por ponernos más carnales).

Madrugar es, junto con el nazismo, la pederastia o un plato de judías verdes, de lo peor que ha parido la humanidad en toda su historia (hay más cosas, como Izal, los haters de Twitter, o las películas de Adam Sandler, pero no voy a hacer una lista aquí… o al menos hoy no), pero que algo malo exista no debería obligarnos a hacer que toda nuestra corta vida gire alrededor de odiarlos o dejar que nos amarguen la vida. Hay que saber vivir con lo que se ha escogido, con lo que nos rodea, y seguir caminando mientras saltamos por encima de ello con cuidado de no torcernos los tobillos al caer de nuevo al suelo.

Porque es sencillo odiar, y muy divertido a veces, pero creedme si os digo que no ir de camino al trabajo con cara de haber dormido con una guindilla en el culo es, con diferencia, la mejor manera de empezar el día.

Así que, por favor, ¿puedes dejar de mirarme con esa cara y tratar de vivir tu vida como de verdad te haría feliz?